De acuerdo al diccionario, “paradoja” es el empleo “de
expresiones o frases que encierran una aparente contradicción entre sí (…)”, y
un ejemplo de ello es la guerra del agua en Cochabamba, entre enero y abril del
2000, o sea, hace 20 años.
Grosso modo, esta sui generis guerra fue parte de la campaña local para que se rompiera el contrato con la empresa Aguas del Tunari, un consorcio en el que participaban empresas bolivianas (en las que algunos personajes del gobierno de entonces tenían intereses) y la multinacional Bechtel, que se hizo cargo del Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Semapa).
Había entonces la generalizada creencia de que la falta de agua en Cochabamba no sería atendida con una empresa de esta naturaleza, que estaría más interesada en lucrar que en servir, por lo que había que expulsarla. La guerra, que tuvo tres batallas, en enero, marzo y abril de ese año, culminó con la decisión del gobierno central de romper el acuerdo con la multinacional, decisión que los movilizados consignaron como una victoria.
Además, esas jornadas sirvieron para, por un lado, constatar la caótica administración del Estado por parte de la entonces coalición de gobierno presidida por Hugo Banzer Suárez y Jorge Quiroga y la creciente deslegitimación del sistema político-partidario creado desde 1982. Por el otro, sembrar las semillas que posteriormente permitirían el derrocamiento del gobierno elegido en 2002 y el fortalecimiento del MAS (que, como en otros órdenes, se apropió de acciones ajenas) que se tradujo en su victoria electoral en 2005.
Pero, de agua, mejor no hablar. Buena parte de la población cochabambina sigue sufriendo la falta de este servicio en su domicilio y tiene que seguir aumentando el patrimonio de los aguateros, los principales beneficiarios de aquella guerra.
Valga una anécdota. Uno de los entonces mediáticos intelectuales, el hoy fugado exvicepresidente, aprovechó esta guerra para deslumbrar a muchos de sus seguidores, hombres y mujeres, con intervenciones en canales de televisión y cuanto foro debate se propusiera, intentando mitificar a los denominados “guerreros del agua”, muchachos en situación de calle que se convirtieron en carne de cañón de los radicales movilizados.
En fin, una demanda tan básica como contar con agua potable en cada domicilio dio pie a un cambio político de proporciones en el país, con el no pequeño detalle de que hasta ahora esa demanda no ha sido satisfecha.
Tratando de encontrar algunas explicaciones a esa paradoja hay, que recuperar algunos hechos. Una, la obcecación de la mayor parte de la población valluna en creer que la única solución para atender la ademada de agua era la construcción de la represa de Misicuni, tarea que impidió considerar con criterios técnicos y sociales otras alternativas y, para peor, sin exigir que se repare y amplíe la red de distribución de agua potable en Cochabamba. Así, ahora que Misicuni cuenta con el suficiente volumen de agua para distribuir, la falta de coordinación con Semapa impide hacerlo.
Es que otro de los problemas serios es que Semapa, salvo excepciones muy contadas, ha sido el botín de las diferentes administraciones municipales, cualquiera sea el signo ideológico de sus autoridades. Peor aun cuando esa empresa fue sometida a experimentos “de administración comunitaria”, que culminaron en la creación de sólidos mecanismos de corrupción.
El colmo se ha presentado en los últimos años en el que el objetivo de que Misicuni se convierta en el generador de agua fue pervertido por la manipulación política y la corrupción. A eso se suma que el MAS perdió, en 2015, la Alcaldía cochabambina, pero mantuvo la administración de Misicuni, lo que obstaculizó cualquier tipo de coordinación técnica con Semapa para el buen aprovechamiento del agua.
A 20 años de la guerra del agua, un internauta asegura que ésta “nos devolvió dignidad dentro y fuera del país”, y responde simple y lacónicamente a un comentario que decía que aquélla no resolvió el problema del agua, que “ese es otro tema”…
Obviamente, dicho internauta no vive en las zonas que no tienen acceso a agua potable, donde la gente sigue comprando agua a los propietarios de camiones cisterna –los verdaderos vencedores de la guerra del agua– a elevado precio y en pésimas condiciones higiénicas.
Además, mientras mucha gente de Cochabamba sigue sin acceso a agua potable, el exvicepresidente fugado continúa refiriéndose a la guerra del agua como uno de los hitos de la liberación nacional, cuando, en verdad, solo fue uno de los hitos del ascenso al poder de quienes nos gobernaron durante 14 años…
Juan Cristóbal Soruco es periodista.