La pasión mata razón… por ahora

A medida que nos acercamos al domingo 17 de agosto, pareciera que las elecciones generales se realizarán y se cierran los resquicios para boicotearlas. Tengo esa percepción por lo que ya se ha avanzado en el tema hasta ahora y por la suscripción de un eventual pacto entre el expresidente fugado y el alcalde cruceño, que mientras se escribe esta columna ha sido anunciado, aunque no confirmado.

Hay 10 candidaturas y se puede decir que todo el espectro político-ideológico, incluyendo a los oportunistas, está presente, lo que es una ventaja en la medida en que los resultados que se alcancen gozarán de legitimidad, salvo una que otra excepción que puede presentarse hasta el cierre definitivo de las listas de candidatos, hombres y mujeres, que terciarán en las elecciones.

Además, las encuestas autorizadas que han sido difundidas hasta ahora dan esperanza en que, también salvo excepciones, la composición de la próxima Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) mejorará cualitativamente y este órgano del Estado, en la medida en que no habrá mayorías contundentes que convierten a los representantes nacionales en meros “alzamanos”, será el espacio ideal de la concertación política, elemento fundamental para consolidar la democracia.

En ese sentido, será necesario recuperar aquello que desde 1982 fue germinando de a poco: el diálogo entre los adversarios, una clave que permitió evitar que la recientemente conquistada democracia se vaya a pique. En ese proceso la Iglesia católica medió entre los antagonistas para encontrar mecanismos que permitan enfrentar la dura crisis que el país vivió como consecuencia de los 18 años de dictadura militar, una realidad que lamentablemente muchos jóvenes no conocen y, sobre todo, no valoran, por lo que son atraídos por propuestas mesiánicas que de democráticas no tienen mucho, como está demostrando el proceso que hoy vive Argentina.

En esa línea, también sería útil recuperar espacios no estatales de manera que los "los discordes en concordia, en paz y amor” puedan aunar fuerzas (sin perder sus legítimas posiciones) para recrear una sólida institucionalidad democrática, evitando que los populismos de izquierda y derecha terminen por destrozarla.

Pienso, por ejemplo, en el papel crucial que cumplió el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS), proyecto de la alemana Fundación Friedrich Ebert, bajo la conducción de Heidulf Schmidt y Carlos Toranzo Roca, a quienes Bolivia debe mucho, porque abrieron y sostuvieron un espacio de diálogo realmente plural, que permitió fortalecer la acción política y la reflexión sobre el país.

Más aún. El impacto que tuvo ese proceso de reflexión fue emulado por otras fundaciones internacionales democráticas con diferente orientación ideológica que lograron concertar iniciativas para alcanzar mejores resultados.

Esto es más importante aún ahora, no sólo por la herencia autoritaria que debemos desterrar, sino porque en lo que resta de la campaña electoral las pasiones matan razones (como ya se observa en los comentarios sobre las encuestas que se han difundido, las alianzas y rupturas que se han registrado… y las que lo harán) y aparece la tendencia a un sectarismo cerril que descalifica a los adversarios sin ponderación ni respeto alguno.

Así, el tiempo que nos separa del 17 de agosto será fértil para las confrontaciones y no estará libre de sorpresas, pero a medida en que nos acerquemos a la meta es de esperar que la pasión decaiga y las razones y argumentos comiencen a ganar.

En todo caso, soy de los convencidos de que mientras se respeten y mantengan las reglas democráticas, lo que viene a futuro será mejor de lo que tenemos hoy.