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El Tejo | 08/06/2025

¿Decidimos por quién votamos?

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco

Pese los intentos por parte del expresidente fugado y sus secuaces y una que otra expresión de los representantes de sus antípodas (como siempre, los extremos se tocan) de boicotear las elecciones generales del 17 de agosto próximo, parece que éstas se realizarán.

Serán, además, en un escenario distinto al de los anteriores comicios pues la crisis del MAS permite recuperar la posibilidad de votar por la propuesta y los candidatos, hombres y mujeres que mejor representen a cada elector y no sólo por necesidad de poner coto a cualquier proyecto autoritario, venga, en el caso de nuestra región, del populismo del socialismo del Siglo XXI o de los libertarios émulos del argentino Milei.

Si esa visión por ahora optimista se hace realidad, conviene recordar, para evitar confusiones, que la ciudadanía vota por separado: en una franja lo hace para elegir al presidente, vicepresidente, senadores y diputados plurinominales; en otra, al diputado uninominal de la circunscripción en la que tiene su domicilio. Por esta diferencia, se puede votar “cruzado”; es decir en la primera franja por un partido y en la segunda por el candidato de otra organización, que, en todo caso, no es lo común.

La decisión sobre a quiénes elegir es fácil cuando, 1) uno se siente identificado con el candidato presidencial y por nada ni nadie no lo cambia, haga lo que haga, diga lo que diga, ofrezca lo que ofrezca o antecedente que tenga; 2) si éste es pariente o amigo cercano; 3) si le gusta la plancha que lo acompaña, aspecto crucial porque una buena lista de candidatos da cuenta de una visión de Estado; 4) si cree y se identifica con el partido o la alianza que postula al candidato (argumento, empero, que en estas elecciones pasa a segundo plano por el grosero tráfico de siglas políticas que se ha registrado); 5) si considera que el plan o programa de gobierno que presenta lo expresa y cree que es adecuado para encontrar soluciones a los problemas del país.

Pero la realidad muestra que la gran mayoría de los electores no tienen a mano esas razones para decidir y dudan a quién dar su voto incluso cuando ya están frente a la urna. En esta mayoría hay quienes desconfían de todos; los hay a quienes gusta, por ejemplo, un candidato a diputado uninominal, pero no quien encabeza su fórmula; o le gusta la cabeza del binomio, pero no su acompañante o sus senadores y diputados plurinominales, o su candidato uninominal.

Por las actuales circunstancias (elevada polarización, guerra sin cuartel entre populistas de todo el abanico político-ideológico, crisis económica, desinstitucionalización del Estado, etc., etc.), hay quienes aseguran que votarán por el candidato opositor que encabece las encuestas que se realicen hasta el filo de las elecciones, como la única manera de “derrotar al MAS”, que consideran que es el objetivo más importante de esta elección.

También están aquellos, hombre y mujeres, presentes en todo el abanico político ideológico, que quisieran que se junten los que creen que expresan su visión de la política y del ejercicio del poder.  Son lo que presionan para que Samuel Doria Medina y Tuto Quiroga depongan sus diferencias y se junten a como dé lugar dada la preeminencia de la lógica de derrotar al MAS; pero, no faltan los que dan la impresión de que lo que quieren es no estar obligados a elegir entre sus dos “amiguis”.

Al frente, están los que quisieran que se reunifiquen el ex presidente fugado, el presidente en funciones y Andrónico Rodríguez para revitalizar al MAS, no perder el poder y que “la derecha” no vuelva al Palacio de Gobierno, mucho menos al Rascacielos presidencial, tan querido por Evo.

Este abanico de posibilidades surge de las experiencias que he vivido desde 1978, cuando por primera vez participé en elecciones generales. Desde entonces, he votado algunas veces porque creía en el candidato y la alianza que lo respaldaba; también lo he hecho porque el candidato era pariente o amigo y tenía confianza en ellos; luego por el “mal menor”. Desde 2005, para frenar el proyecto hegemonista del MAS. El único común denominador en ese proceso ha sido votar por quien incluía en su oferta programática establecer espacios de concertación y no hacer tabula rasa con el pasado. Es decir, esperanzado en que no lleguen al poder los que quieren simplemente que la tortilla se vuelque…



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