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El Compás | 25/02/2021

“¿La rebeldía se volvió de derecha?”, de Pablo Stefanoni

Fernando Molina
Fernando Molina

Se me ocurrió que el libro que acaba de publicar en Buenos Aires el cientista social Pablo Stefanoni, que se titula “¿La rebeldía se volvió de derecha?”, podía llevar también, mutatis mutandis, el título de la próxima obra del novelista Edmundo Paz Soldán: “Allá fuera hay monstruos”. Es un estudio de ciertos fenómenos rupturistas con el establishment político y (más o menos) marginales, que solemos agrupar bajo cualquiera de los siguientes rótulos: “populismo de derecha”, “derecha alternativa” o –el más periodístico– “extrema derecha”. 

Luego pensé que no, que mi ocurrencia no era buena. En este libro Stefanoni, al revés de lo que dicha sustitución implicaría, no pretende mostrar a la extrema derecha como algo enajenado del mundo, como una otredad monstruosa. Más bien nos previene sobre “cierta pretensión de superioridad moral del progresismo” cuando habla de las “derechas emergentes”, y que “le juega en contra” por una simple razón: “porque la izquierda dejó de leer a la derecha, mientras que la derecha, al menos la ‘alternativa’, lee y discute con la izquierda”, advierte. Cabe intercalar aquí una cita del viejo Marx: “La ignorancia nunca le hizo bien a nadie”. Para combatir a los monstruos primero hay que estudiarlos como seres vivos, no partir de su condena. O, como dice Stefanoni con más precisión, “tomar en serio sus ideas aunque nos parezcan moralmente despreciables o ridículas”. Tal es el propósito de este libro destacable por varios motivos.

Stefanoni prefiere analizar a los grupos que se parecen más a la vieja izquierda, esto es, a los que son “revolucionarios”, aunque esta palabra sea discutible en este contexto; en todo caso, a los grupos que buscan un cambio utópico, ya sea que ubiquen la utopía en el futuro o en el pasado (por ejemplo, en el tiempo anterior a las fuertes corrientes migratorias que cambiaron el perfil de Estados Unidos y Europa). Supremacistas blancos, liberal-libertarios pro vida, neo-reaccionarios, eco-fascistas, homo-nacionalistas, etc. Todos ellos son retratados con trazo nítido y sintético. Hablamos de las criaturas más desamparadas por la globalización y, al mismo tiempo, más cruelmente rencorosas con esta última oleada de la modernidad capitalista. Pero que sacan ventaja de no haberse comprometido con ella: Su radicalidad o, si se quiere, su irresponsabilidad, las ha salvado de tener que hacer las concesiones que en cambio fueron inevitables para la izquierda, que normalmente tiene responsabilidades sindicales y de otro tipo con sus bases. Y mucho más para la socialdemocracia, “metida hasta el cuello” en la globalización y principal responsable de algunas de sus características, como el internacionalismo moderado, la Unión Europea, lo “políticamente correcto”, etc. Esta pureza destructiva les está dando una potencia ideológica y, en algunos casos, política, que es preocupante. Como la gestión de Trump en la Casa Blanca ha mostrado superficialmente, algunas de estas ideas pueden llegar a adquirir poder y entonces, aunque no se apliquen hasta sus últimas consecuencias, pueden dañar valores y comportamientos que consideramos deseables y dignos de subsistir. 

Las “subculturas” de derecha poseen actitudes y hábitos –en un contexto digitalizado– que también tenía la izquierda “bien proletaria” o el liberalismo “anticlerical” del pasado, cuando el progresismo era capaz de escandalizar, quemar barcas y soñar “cambios fuertes” para la sociedad, a diferencia de lo que ocurre ahora, que parece condenado a defender el mundo como es, para que al menos no empeore; y que no parece tener la capacidad de hacer cambios, así gane elecciones y ocupe el gobierno. La gran preocupación que atraviesa la obra de Stefanoni, magníficamente escrita, es esta impotencia del progresismo, que no le permite ni siquiera evitar que los radicales de derecha cambien el clima ideológico imperante, normalizando su forma de ver las cosas, tan terrible a veces. Los bolivianos lo hemos vivido hace no mucho, cuando las iniquidades de un ministro de Gobierno que se identificaba sin tapujos con VOX pudo arrancar aplausos en las redes sociales y los cafés de clase media de La Paz. Y cuando su esbirro periodístico, enviado expresamente por el partido españolista a apoyarlo en la “caza de masistas”, mostraba un espíritu más militante y aguerrido que el de quienes nos alineábamos con la democracia. 

La izquierda democrática (y la derecha, añado), erigida como la última barrera de defensa de la “civilización”, corre el riesgo de tornarse tan decadente como el paganismo a comienzos de la edad media, que era inigualable en su sofisticación, tolerancia, erudición, y al mismo tiempo resultó totalmente impotente para salvar los fundamentos de su cultura del asedio de las rudas y mugrientas muchedumbres cristianas.

¿Cómo impedirlo? ¿Será necesario que la historia se repita y que el mundo tenga que pasar de nuevo por el calvario de una lucha global contra el fascismo? El libro de Stefanoni no ofrece respuestas directas, pero leerlo es un primer paso para buscarlas. 

Fernando Molina es periodista.



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