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Pluri Multi | 04/12/2023

Guerra del Chaco y la idea de nación

Carlos Toranzo Roca
Carlos Toranzo Roca

No hay duda que el germen de la Revolución Nacional de 1952 estuvo en las arenas del Chaco, en los miles de muertos que defendían el petróleo contra una multinacional, en un lugar donde el Estado no había sentado plena presencia ni soberanía. En esa guerra se produce el encuentro entre los dos países de Bolivia: por un lado, el de los habitantes urbanos que tenían alguna noción de la República de Bolivia y, por otro, el de los pobladores rurales, los indios, en especial los del occidente, que no estaban integrados al país, de ésos que iban a defender una Bolivia que no conocían y que no los reconocía; no en vano su estribillo al partir a la guerra era "¡Viva el general Bolivia!". 

Queda una idea clara que no sabían de qué se trataba la guerra ni sabían a dónde iban. Allí, en las arenas ardientes del Chaco, se encontraron los dos países, se reconocieron los pobladores de tierras bajas y de los valles con los de las alturas andinas, los más de éstos murieron de sed en una geografía que no conocieron nunca y a la cual fueron llevados a rastras. Unos y otros iban como carne de cañón a una guerra que no representaba la defensa de sus intereses, a un conflicto bélico que los alejaba de sus tierras, las mismas que seguían siendo ocupadas por los hacendados de la oligarquía, por éstos que habían sido los herederos de la República creada en 1825.

En esas trincheras ratificaron su comprensión de cómo eran los oligarcas, los directores de la guerra, los políticos acomodados; ahí confirmaron que ellos, a diferencia de los primeros, eran parte del mundo de los de abajo, de los sectores populares. Ahí nació su sentimiento nacionalista revolucionario y su comprensión de sí mismos con ideas “nacional populares”; en esta línea, René Zavaleta entendía que el “temperamento” boliviano era lo “nacional popular”.

Los militares y la oligarquía perdieron la guerra, como perdieron la del Pacífico y la del Acre. A la oligarquía nunca la sensibilizó la pérdida de territorio, no tenían conciencia territorial, le importó poco perder el litoral; contra Chile, la oligarquía comenzó la guerra sin parar los festejos de carnaval y, después, le pareció más importante firmar la paz para seguir exportando minerales por territorio chileno en lugar de defender los intereses nacionales. No le importó mucho la pérdida del Acre pues no tenía conciencia de ese territorio. De todos modos, José Manuel Pando se esforzó por mandar tropas a esos lugares lejanos. A la oligarquía tampoco le importó que Mariano Melgarejo regalara territorio a Brasil. Mutatis mutandis, pasado más de un siglo, los bolivianos no reaccionaron contra un Evo Morales que llevó a que el país pierda en la Haya la posibilidad de seguir discutiendo la recuperación del litoral.

Pese a todo, en la guerra del Chaco Bolivia ganó pues se instaló la idea de nación, de integración; quiénes combatieron en el conflicto bélico trajeron en su memoria y conciencia nuevas ideas, forjaron una nueva cultura política, cultivaron la idea de nación, asimilaron la necesidad de la lucha antioligárquica, masticaron cotidianamente la necesidad de expulsar al imperialismo y nacionalizar los hidrocarburos. En la guerra se les hicieron patentes la consignas que Tristán Marof había conceptualizado una década antes, rumiaron el reto de enfrentarse a la feudal burguesía, a los barones del estaño y a los hacendados, señores feudales que desde los tiempos de la Ley de la Exvinculación habían quitado la tierra a los indios.

En las arenas del Chaco dialogaron actores de varias clases sociales, quizás ahí se construyó una idea policlasista de enfrentar a la oligarquía y despojarla de sus privilegios. Hablamos de los indios, de los pongos, de los obreros, de los artesanos y de las clases medias que se encontraron y reconocieron en el Chaco y que casi dos décadas después respaldaron la Revolución Nacional. ¿No habrá nacido ahí la idea de la alianza de clases que desarrolló el MNR para hacer la Revolución?



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