Ante la cercanía de las Elecciones Generales del 17 de agosto de 2025 es imprescindible recordar la ideología del Movimiento al Socialismo (MAS), así como la de organizaciones como la Central Obrera Boliviana (COB), la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb) y los movimientos sociales que han cogobernado con dicho partido durante casi 20 años.
Esta elección no es una más. No se trata del caso de un gobierno democrático que entregará el poder pacíficamente si la oposición gana. Este no es el caso. Nos enfrentamos a un régimen autocrático, lo que permite intuir cómo podría reaccionar si pierde las elecciones.
Históricamente, la Fstmb, la COB y el sindicalismo campesino fueron actores fundamentales de la sociedad civil boliviana en la segunda mitad del siglo XX. Estas organizaciones poseían un marcado carácter antidictatorial. Se oponían a los regímenes militares y mantenían una postura crítica frente al Estado. Lo demostraron en la Revolución Nacional de 1952, en sus protestas contra el giro derechista del MNR, en 1956. En su oposición ante la reelección de Paz Estenssoro en 1964, y en sus enfrentamientos con los gobiernos de René Barrientos, Natusch Busch, Hugo Banzer y García Meza.
También se opusieron a la liberalización económica impulsada por Sánchez de Lozada, enfrentando la represión de su gobierno, en 2003.
Durante décadas, la COB y la Fstmb defendieron la mística de la independencia de clase y sindical frente al Estado, evitando casi siempre su cooptación por el poder político. Bolivia debe reconocerles sus luchas contra las dictaduras y la represión estatal. Sin embargo, bajo el gobierno del MAS, esa independencia sindical se desvaneció. Estas organizaciones fueron cooptadas y, más allá de su pasado antidictatorial, comenzaron a ambicionar su propia forma de autoritarismo.
Poseer un alma antidictatorial no implica necesariamente ser democrático. Los sindicatos y movimientos sociales vinculados al MAS no han demostrado compromiso con la construcción de un Estado republicano ni con la democracia representativa. Su cultura política ha estado guiada por la lógica del amigo enemigo. Al adversario, al que disiente, se lo excluye.
La lucha no era por la pluralidad democrática, sino por instaurar una dictadura propia, la del proletariado. No han sido ni son democráticos, pues no promueven la alternancia ni el respeto a las reglas republicanas.
Hace dos décadas, estos movimientos sociales fueron absorbidos por el MAS mediante una lógica clientelar, perdiendo toda autonomía. Desde entonces han sido instrumentos del autoritarismo, más que agentes de transformación democrática. Utilizan la democracia de forma instrumental, como vía para alcanzar y retener el poder. En el pasado llamaban “veranillos democráticos” a los breves periodos de gobiernos elegidos, que usaban para reorganizarse y tratar de imponer su visión revolucionaria.
A los pocos meses de asumir el poder, en 2006, el MAS convocó a una Asamblea Constituyente. En ella se planteó que tras tomar el gobierno les faltaba tomar el poder en su totalidad, con la intención expresa de no soltarlo durante 500 años. Desde entonces, el partido no ha promovido la democracia, sino que la ha debilitado, avanzando hacia una autocracia marcada por el poder omnímodo de su caudillo, quien ahora busca retornar.
Durante su gestión, el MAS hizo del poder un instrumento prebendal, normalizó la corrupción, enriqueció a sus militantes y dirigentes afines. Absorbió al poder judicial y electoral. Vulneró los derechos humanos, cercenó la libertad de expresión y desinstitucionalizó al país. Gobernó con cinismo, utilizando la mentira como política oficial.
¿Tiene ese partido y sus aliados voluntad de entregar el poder? Todo indica que no. Ante la posibilidad de perder las elecciones, su primera estrategia fue intentar evitarlas. Hasta ahora no lo han logrado, pero siguen intentándolo. Su segunda estrategia es sabotearlas: impedir que la población vote, obstaculizar el traslado de papeletas, deslegitimar el proceso. Y si nada de eso funciona, preparan una ofensiva desde el Chapare para movilizar gente y tratar de derrocar a un eventual nuevo gobierno.
El MAS y sus movimientos afines no valoran la vida humana. Buscan mártires para justificar sus fines. Sus francotiradores en Llallagua son muestra de lo que están dispuestos a hacer. El liderazgo del sabotaje está vinculado al narcotráfico y a quienes temen ser juzgados por corrupción y violaciones a los derechos humanos. La mafia opera contra la democracia. Por eso, quienes creemos en ella, debemos estar alertas y actuar con firmeza para defenderla.
Carlos Toranzo es economista y analista.