Una de las últimas maldades de Javier Milei
y Nayib Bukele, ídolos de la ultraderecha boliviana, ha sido la prohibición del
“lenguaje inclusivo” y “la ideología de género”, generando un fervor en los
fans que cada día salen más del closet alentados por el machismo activo de
ambos presidentes “democráticamente electos” (lo que en estos tiempos significa
cada vez menos desde el punto de vista democrático).
El “lenguaje inclusivo”, como se llama hoy, es un logro del feminismo que busca visibilizar la manera cómo la palabra construye realidades, tal como lo estudió la maestra Yadira Calvo, filóloga costarricense, en su libro A la mujer por la palabra ya en los años 90. Se refiere a aquellas expresiones de la comunicación humana que invisibilizan a las mujeres, las subordinan, las humillan y estereotipan. Ha sido largo ese recorrido y el cambio se ha producido entre la gente, dueñas y dueños del habla, llegando más tarde a la academia, donde excesos se han producido. Ese cambio de largo recorrido forma parte de las luchas por la igualdad, aunque sería mucho pedirles a estos jóvenes “libertarios” que conozcan la larga historia de misoginia que alimenta su miedo a la libertad real de las mujeres.
Las medidas adoptadas en Argentina y El Salvador me hicieron recordar Bananas, esa gran película de Woody Allen sobre las dictaduras tropicales; en ella el dictador se levanta un día y determina: “a partir de hoy el idioma oficial es el sueco”. Además –continúa– la ropa interior debe llevarse por encima”. Milei y Bukele también aparecieron un día y decidieron que aquí se habla en masculino y la perspectiva de género queda fuera de la educación –qué dirá el santo padre– arremetiendo contra uno de los avances simbólicos tan importantes como controvertidos como es el lenguaje inclusivo.
Milei decidió que el genérico masculino basta; es decir cuando se dice “hombre” se quiere decir también “mujeres” y se hartó como algunos de los popes de la Real Academia de la Lengua, con esa cansina reiteración de “señoras y señores”. Efectivamente se suele abusar de ello, al punto que hoy en día es una forma de banalizar el feminismo; en boca del machista hasta el feminismo se hace dudoso. El libertario autoritario ha decidido que en su Gobierno todos son Él.
Sin embargo, lo que Milei busca no es la libertad, salvo la de mercado en línea con todos los derechosos, apuntando a eliminar un lugar donde simbólicamente cristalizan los avances de las mujeres y jóvenes que, por cierto, lo hacen por medio del lenguaje coloquial no siempre elegante. Muchos grupos, especialmente entre la juventud, utilizan el “les” en lugar de las y los; sustituyen la a por la x; e incluyen la @, que a una puede gustarle o no, como ocurre con el carajazo tan vulgar como violento del presidente argentino. Contra esa vulgaridad, ni una palabra. Ésa es su elección.
No me gustan todas esas nuevas formas, pero estoy en contra del autoritarismo que en este caso refleja un odio a las mujeres acompañado del coro de algunos periodistas y opinólogos que aplauden como si su equipo favorito hubiera metido el gol de la victoria. La decisión de Milei aplica solo al lenguaje de la administración pública; pero en su primera cuenta pública, para mi regocijo, la persona del canal oficial que presentaba a los asistentes no pudo evitar dar a la bienvenida a diputadas y diputados, solo a 24 horas de la decisión de aplicar la motosierra en el lenguaje. Escribo esta nota antes del 8 de marzo, momento en que las mujeres que pretende invisibilizar se están preparando para defender su lugar en la sociedad. No aplaudo al peronismo derrotado que después de años de Gobierno ha dejado un país en el que las mujeres siguen siendo las principales víctimas de la pobreza, el desempleo y el hambre. Lo que digo es que a nombre de combatir el populismo, incluido el feminista, no se puede decretar el retorno a las cavernas.
Bukele, por su parte, ha decidido prohibir de un soplido lo que llama “la ideología de género” en la educación, haciendo uso de esa muletilla de grupos fundamentalista religiosos que desde hace tiempo no solo se oponen a los derechos sexuales y reproductivos de les persones, a la educación sexual y todo lo que se le parezca, sino que quieren erradicar todo atisbo de igualdad en las familias, en las escuelas y en la política.
La líder feminista salvadoreña Morena Herrera afirma que la popularidad del presidente Bukele puede revertirse por los efectos negativos que ya tiene un estado de excepción que ha creado un clima de tranquilidad en las calles a costa de la detención arbitraria de miles de personas. La detención sin respetar los derechos humanos no parece sostenible y puede hacer mucho daño.
Mientras tanto, en Bolivia, donde vivimos el derrumbe purulento de las instituciones democráticas, han salido del closet mileicitos y bukelitos –así con minúsculas– que repiten sin ruborizarse las ideas autoritarias de los nuevos caudillos y esperan que la hazaña del argentino y salvadoreño se repitan. Una nueva especie de libertarios reaccionarios recorre el planeta.