La corrupción de la política no tiene nada que ver con la moral, o la laxitud de la moral de diversas personalidades políticas. Su causa es meramente material”. Emma Goldman (1869-1940)
La recién nombrada ministra de Justicia, Jessica Paola Saravia, ha salido a desmentir, con la velocidad de un rayo, la conclusión de El Índice de Estado de Derecho del World Justice Project (WJP) ampliamente difundido que dice que Bolivia es el país más corrupto de la región. No ha pasado ni una semana desde que su antecesor, Cesar Siles, ha sido renunciado y aprehendido por un escándalo de corrupción cuyas dimensiones no se conocen todavía. La ministra tiene una hoja de vida en la que se puede apreciar su trayectoria en el gobierno del MAS, en el que - lo sabemos- la meritocracia no es una práctica habitual. Antes fue viceministra de Justicia y Derechos Fundamentales, bajo el mando del mismo César Siles. Antes estuvo en la Defensoría del Pueblo y la Cancillería. Tiene un gran desafío.
No tengo conocimiento acerca del WJP, ni he profundizado sobre su metodología de evaluación de la corrupción, pero conozco el índice de Percepción de la Corrupción que publica la Organización para la Transparencia Internacional, para citar un ejemplo, y en 2023 ya afirmaba que la percepción de corrupción crecía en Bolivia. Somos permisivos, pero no ingenuos y este mal, aunque endémico, ha cobrado dimensiones “épicas”, como dicen los chicos. No debemos olvidar que la promesa de Morales era acabar con la corrupción porque iba a gobernar con la “reserva Moral de la humanidad”, pero, como decía la anarquista Emma Goldman, citada en el epígrafe, el problema no es moral. En arca abierta hasta el justo peca.
Lo que yo sí puedo afirmar es que basta con leer el periódico, hablar con las víctimas de la corrupción para saber que no importa si somos los campeones de la corrupción o los antepenúltimos, es suficiente darnos cuenta del precio que las bolivianas y bolivianos pagamos por ese mal. Inflamados como estamos por el chauvinismo, no faltará quien diga que los argentinos son peores, o los peruanos, que ya tienen a varios presidentes en la cárcel.
Me he preguntado, a propósito de este caso, qué lugar ocupan las mujeres en la corrupción. ¿Son más o menos corruptas? ¿Les afecta más o menos?
Un estudio sobre el impacto de la corrupción en las mujeres y su papel en la prevención de la misma, publicado por Matthew Jenkins para Transparencia Internacional, sugiere que “en los sistemas donde el reclutamiento político no se controla mediante sistemas basados en el clientelismo y dominados por los hombres, las mujeres tienen más probabilidades de acceder a cargos electos.” El populismo no solo favorece al clientelismo y le resta oportunidades a las mujeres, sino que el mismo estudio recoge la noción de sextorsión. Se refiere a la vulnerabilidad frente a la extorsión. Los efectos más notables de la corrupción en las mujeres suelen producirse en los lugares de prestación de los servicios, donde interactúan los proveedores y los usuarios, y se producen las exigencias extorsivas de sobornos u otros actos ilícitos. Lo cierto es que para saber si esas afirmaciones nos ayudan a entender lo que pasa en nuestro entorno, necesitamos investigaciones, datos y, sobre todo, acabar con la opacidad, que es la que impide saber cuántos casos, cuántas sanciones, cuántos sobornos hay.
Hace unos días conversaba con una defensora de derechos humanos que trabaja en El Alto, pero la historia que me contó podía haber ocurrido en cualquier lugar del país. Ella se ocupa a menudo de casos de feminicidios, procurando que las familias accedan a la justicia. “El marido la asesinó, la decapitó hace más de diez años. Deja una niña que hoy ya tiene 14 y aún no hay sentencia. La madre de la víctima ha caminado por todos los lugares donde suponía la podrían ayudar. Los policías y abogados le sugieren desistir; ella insiste, vende un terreno para pagar abogados y el último “se enferma”, justo el día que los jueces sobreseen al asesino. El forense sobornado dice que la causa de la muerte era una enfermedad preexistente. Con el tiempo el padre se cansó y se fue con otra mujer; y la madre siente que nada avanza, que todo es plata, que ya no aguanta más… El dinero que obtuvo para la defensa de su hija se fue, pagando abogados, policías, papeleo y nunca pudo lograr lo que la familia del autor pudo pagar: cinco abogados, difusión en la televisión y no se sabe cuánta coima.
Las alcaldías hacen como que trabajan y aprovechan los programas sobre “perspectiva de género” para emplear a sus militantes. Tres meses y chau, pero siempre a las marchas o plantones. No hay especialistas en derechos humanos, ni psicólogas. Ganan menos que una empleada doméstica. Solo las organizaciones de la sociedad civil que no han sido cooptadas por el poder fiscalizan. El protocolo Genoveva Ríos que establece cómo aplicar la ley 348 no se aplica. Esta realidad contada pudorosamente debe multiplicarse por los aproximadamente 80 casos por año que dan cuenta que Bolivia tiene la tercera tasa más alta de feminicidios.
En el otro extremo del poder vemos la corrupción, “ya no de cuello blanco”, sino intercultural. Esa es la que tiene en el banquillo de los acusados a una exvocal que, se dice, favoreció sistemáticamente al expresidente Morales. También se la acusada de haberse ensañado con la expresidenta Jeanine Añez, a quien no se le respetaron ninguno de sus derechos.
En el "caso Consorcio", una mujer es la operadora de la corrupción y otra es la primera víctima de un golpe de estado judicial y, a la vez, sospechosa de haber falsificado su hoja de vida para ser electa en la última elección de jueces. Todo está por desentrañarse, pero de lo que sí ya tenemos evidencia es del trato privilegiado a Gabriela Zapata, Nemesia Achacollo, Elvira Parra, Melva Hurtado, Julia Ramos, todas condenadas o involucradas en el desfalco del Fondo Indígena. Sólo Ramos favorecida por el ministro Iván Lima ha acusado a Morales, no sin antes pasar al bando de Arce
“Lo que he vivido no se lo deseo ni a mi peor enemigo, ha sido una injusticia total y no debemos permitir que estas acciones continúen contra las mujeres”, dijo. Lo que es otra ironía considerando que, a lo largo de sus carreras políticas, muchas que comenzaron con fuerza y dignidad tuvieron que agarrase de los patriarcas que las usaron de chivo expiatorio.
Nueve días antes del sobreseimiento, Ivan Lima mediante, la dirigente fue elegida vicepresidenta del MAS del ala arcista. Ella ya había anunciado su apoyo al Presidente y anunció que el tiempo político de Evo Morales acabó. Las extorsiones no son solo con dinero.