Andrónico Rodríguez, candidato a la Presidencia, va acompañado de la exministra de Planificación Mariana Prado, quien, ni bien anunció su candidatura, dejó claro que no se enfrentará ni hará nada contra el expresidente Evo Morales. Aunque no son tantas las posibilidades de que gane las elecciones, valen la pena que la joven candidata piense el papel que le tocaría desempeñar en caso de ocurrir lo que para muchas personas sería una pesadilla.
Estamos ante un binomio que combina algo así como un pique a lo macho con pizza, donde Andrónico se esmera en representar al gusto popular y ella aporta con la receta internacional. Una dieta abundante en carbohidratos y carnes rojas muy mala para la salud.
Los vicepresidentes son considerados la quinta rueda del carro y, como lo ha demostrado Choquehuanca, en general, “me gustan cuando callan porque están como ausentes”. Sin embargo, desde hace un tiempo, varias vicepresidentas son o han sido una piedra en el zapato de sus presidentes. Han desafiado, cuestionado o enfadado a sus presidentes recibiendo hostilidad, abandono, exilio. Unas han salido bien paradas y otras no tanto. ¿Qué le pasaría a Prado?
La primera incógnita sería el comportamiento de Andrónico y la relación de confianza que construyan entre ambos. Por eso interesa ver los casos de otras vicepresidentas en la región. ¿Pasará inadvertida, como lo hizo cuando era jefa de gabinete del Lineras? Eso está por verse.
Respecto a las vicepresidencias, Barbara Ester señala que “las cuatro tipologías de relaciones (subordinación, cooperación, tensión o conflicto) se definen en torno a dos variables: el poder político y el nivel de lealtad y conformidad con las políticas propiciadas”
En el caso que nos ocupa, hay que reconocer que las mujeres actualmente ocupan cada vez más espacios políticos, no necesariamente como exponentes del feminismo ni defendiendo los derechos de las mujeres. Es un derecho ciudadano conquistado, eso sí gracias al feminismo. El caso más notable es el de Cristina Fernández de Kirchner, una de las políticas más poderosas de la Argentina, condenada recientemente a seis años de prisión e inhabilitación política de por vida por el delito de administración fraudulenta en perjuicio del Estado durante sus dos gobiernos entre 2007 y 2015.
La señora K tiene un poder que no se compara con el de nuestra candidata. Su carrera se inició como legisladora provincial y, además de haber sido electa dos veces, eligió ser también vicepresidenta, en 2019: "Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos, él como candidato a presidente y yo como candidata a Vice, para participar en las próximas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias”, dijo la exmandataria antes de su condena.
Hoy, desde su balcón, es todavía un factor disruptivo de la política de su país. Como dijo una investigadora, ella pertenece a una generación que no buscaba un lugar en las listas, sino en la historia.
Otra mujer que no buscó ni estar en las listas ni en la historia, pero ejerce el poder más brutal es la esposa, vicepresidenta y responsable del peor ejemplo de abuso de poder: la nicaraguense Rosario Murillo, cuyo poder se asienta en el vergonzoso apoyo brindado a Ortega luego del abuso a su hija y dándole la espalda en su valiente lucha por justicia. Es la vicepresidenta más poderosa y cruel casi exponente de una patología.
También tenemos a la actual vicepresidenta de Argentina, cuya relación con Milei acaba de romperse. Victoria Villarruel representa a un sector de derecha nacionalista que niega la violación de derechos humanos durante la dictadura militar. Hija de un partidario de esta derecha y que lleva varios años defendiendo a torturadores.
“La generala”: secretos, familia militar y ambiciones de poder son parte de la biografía no autorizada de Victoria Villarruel escrita por Emilia Delfín. En el trabado Emilia devela sus secretos y da cuenta del choque entre la visión extremadamente nacionalista y el globalismo de Milei en el ámbito económico.
Delfín revela detalles ocultos sobre la vida personal, familiar y política de la Vicepresidenta, que muestra tensiones y conflictos derivados en parte por su vocación de poder y que a menudo saca de sus casillas a Milei. No tiene partido, pero cuenta con el apoyo de grupos económicos y políticos de importancia. ¿Tendrá Prado la ambición y el apoyo para enfrentarse a Andrónico?
El caso de Francia Marques, vicepresidenta de Colombia, tampoco se parece al de Prado, ya que se trata de una intelectual y activista afrodescendiente reconocida por su lucha por el medioambiente, los derechos humanos, y a la que Gustavo Petro le encargó el Ministerio de Igualdad y Equidad. Fue una especie de regalo envenenado, ya que le asignó tareas enormes sin recursos financieros y que la tienen limitada en su desempeño.
Su adscripción étnica desató críticas exageradas en su contra y Petro la dejó sola mientras él, en medio de varios devaneos, protagonizaba enfrentamientos con sus ministros y daba poder a otros funcionarios y asesores que convirtieron a la Vicepresidenta en algo menos que la quinta rueda del carro dentro del Ejecutivo. Su capital social y el costo de su lealtad al Presidente es algo que pesará para su futuro político. Tiene futuro.
Dina Boluarte, actual presidenta del Perú, fue la candidata a primera Vicepresidenta durante las elecciones generales de 2021 por el partido Perú Libre, encabezado por el izquierdista Pedro Castillo, hoy detenido, luego de un fracasado golpe de Estado.
Actualmente, Boluarte es una de las presidentas más impopulares con apenas el 3% de aceptación y gobierna con el apoyo del fujimorismo, lo que el periodista Cesar Hildebrandt ha llamado el “Congreso del hampa” y que le garantiza su impunidad frente las múltiples acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos, corrupción y deterioro de la democracia.
Nuestra candidata no parece ni tan cínica ni tan inútil, aunque puede, que, si gana, lo haga en medio del mayor deterioro institucional y la falta de ideas que requiere una reforma tan profunda para la que no basta haber sido una buena tecnócrata.
Ha habido vicepresidentas como Lucía Topolansky de Uruguay y Epssy Campbell de Costa Rica, por nombrar algunas, que han ejercido su papel sin incurrir en ninguno de los excesos señalados y han sabido sortear, cada una a su manera, los desafíos del cargo. Ojalá la señora Prado se empape de su experiencia. Esto si aspira a seguir en política de una forma en que se aleje de los estereotipos de sumisa o pérfida, para beneficio de la democracia.