Con enorme satisfacción damos la bienvenida a Brújula Digital al reconocido académico español Carlos Malamud, quien se incorpora como columnista. Su amplia trayectoria en el análisis de América Latina y su mirada crítica y documentada enriquecerán el debate público que promovemos desde este espacio.
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En la noche del 6 de mayo, el secretario de Estado Marco Rubio anunció la liberación de cinco opositores venezolanos, colaboradores directos de María Corina Machado, que llevaban más de 13 meses refugiados (y sitiados) en la embajada argentina en Caracas y su llegada, sanos y salvos, a Estados Unidos. Como en la época de la Guerra Fría se habló de extracción o de exfiltración, incluso de “operación impecable”, dando a entender que detrás de la salida hubo un muy planificado operativo de inteligencia, cuidadosamente diseñado y ejecutado, quizá con la ayuda de varios agentes (¿extranjeros? ¿de la CIA?) sobre el terreno. Como señaló la líder opositora: “Guacamaya ha sido una operación de una (gran) complejidad, diseñada con precisión y ejecutada a la perfección”.
Sin embargo, los detalles de la salida (¿fuga? ¿negociación?) siguen ocultos por un tupido manto de misterio, urdido tanto por el gobierno de Estados Unidos y la oposición venezolana, como por el régimen de Nicolás Maduro. Por diversos motivos, a ninguna de las partes implicadas le interesa que todos los detalles de lo ocurrido salgan a la luz y se hagan públicos. Esto implica que se tardará bastante tiempo hasta saber exactamente lo que pasó en este rocambolesco episodio y cómo los refugiados en la embajada pudieron salir por su propio pie de uno de los edificios más vigilados de Caracas y luego abandonar el país sin ser molestados por nadie.
De todos modos, el misterio en torno a la salida de los refugiados le ha permitido a Diosdado Cabello, el todopoderoso ministro de Interior del régimen, decir que si esos cinco opositores, más la madre de María Corina Machado, estaban en Estados Unidos era porque había tenido lugar una negociación entre su gobierno y la oposición. Es decir, nada de “operación impecable” ni maquinaciones similares. Con la florida prosa que lo caracteriza concluyó, de forma lapidaria, que la operación, de “impecable, un carajo”, porque lo ocurrido había sido producto de la voluntad de su gobierno. Ante esto, nada más que agregar, ya que según sus propias palabras en el operativo no hubo nada que le pudiera otorgar brillo ni a los opositores ni al enemigo imperialista, nada que empañara la labor vigilante del chavismo, nada que ensombreciera su futuro. Su conclusión es clarísima, todo lo ocurrido fue producto de un diálogo constructivo con la oposición y gracias a la infinita generosidad gubernamental.
Llegados a este punto la cuestión es ¿por qué, un gobierno que sistemáticamente ha toreado a la oposición, a la que ningunea diariamente y a la que querría ver destruida cuanto antes mejor, negocia con ella e incluso concluye un rápido acuerdo que beneficia a su actual mayor enemiga? ¿Cómo es que ese mismo gobierno respeta su palabra después de haberla incumplida en múltiples negociaciones pasadas? Y más, especialmente, si todo esto ocurre después de negar durante meses el salvoconducto de salida para los refugiados (sitiados) en la embajada, a los que de forma recurrente cortaba la luz y el agua, dificultaba el normal abastecimiento de alimentos y trataba de hacer imposible su vida cotidiana.
La verdad es que la explicación de la negociación no tiene demasiado sentido y que lo único válido detrás de las manifestaciones de Cabello en su show televisivo Con el mazo dando es su intento de ocultar a la opinión pública venezolana las debilidades de un gobierno que ya ha sido derrotado en la batalla electoral (el 28 de julio pasado) y ahora está perdiendo la batalla por el relato e incluso por el mantenimiento del orden interno. La fuga de la embajada ha demostrado las debilidades del aparato represivo del régimen y sus limitaciones.
Haya sido por la ineptitud de los funcionarios policiales y de seguridad encargados de la custodia de la embajada y de los refugiados, porque estos fueron comprados o sobornados o porque el comando de Estados Unidos, si lo hubo, encargado de la extracción actuó de un modo magistral, lo cierto es que el régimen ha salido seriamente dañado. Prueba de ello fue la respuesta gubernamental a la fuga, comenzando por más represión contra los opositores, algo más difícil de implementar si la salida hubiera sido producto de un pacto dialogado y civilizado.
Por su parte, Machado habló de una “victoria enorme” y de que “hay un plan para avanzar en el debilitamiento de lo que le queda al régimen”. Aquí tampoco hay que echar las campanas al cielo, especialmente si se tiene en cuenta que el próximo 25 de mayo se celebran las pospuestas elecciones parlamentarias y regionales. Y más tras la ruptura de la Plataforma Unitaria Democrática, la expresión, hasta ahora, de la unidad opositora. De la Plataforma se expulsó a los partidos Un nuevo tiempo y Movimiento por Venezuela, después de que sus líderes, comenzando por Henrique Capriles, decidieran participar en los comicios pese a la decisión en contrario adoptada por la fracción mayoritaria, encabezada por María Corina Machado. En este contexto de división e incertidumbre, ¿qué nuevo conejo sacará el régimen de Maduro de la chistera después del colosal fraude tras la elección de Edmundo González?
Carlos Malamud es catedrático emérito de la UNED e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano.