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La ventana latinoamericana | 21/06/2025

Elecciones en Bolivia sin Evo

Carlos Malamud
Carlos Malamud

La justicia boliviana le ha cerrado definitivamente a Evo Morales las puertas de las elecciones presidenciales del 17 de agosto. Si meses atrás el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) anuló la reelección indefinida e inhabilitó al expresidente, más recientemente el Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió no inscribir su candidatura.

Al frustrarse su pretensión de ser nuevamente reelecto y recuperar el poder, el líder cocalero llamó a la rebelión, advirtiendo que, si no había una salida democrática a sus reclamaciones, los campesinos podían emprender la lucha armada. En un tono aún más agresivo desafió a sus rivales y enemigos: ¡qué me ganen en las urnas! (si pueden). Una vez más Morales se pone por encima de la ley, que no fue escrita para él. El apoyo popular, que se atribuye graciosamente, no debería subordinarse ni a la justicia ni a sus instituciones.

Su llamado a la rebelión, a incendiar el país si fuera necesario para sus objetivos, fue una vez más seguido por sus bases más radicalizadas, especialmente los cocaleros del Chapare. Durante días y con extrema violencia amenazaron vidas y haciendas y se dedicaron a bloquear caminos e impedir el libre tránsito de personas y mercancías, enfrentándose con explosivos, armas y piedras a todos aquellos que se oponían a sus propósitos.

El clímax se alcanzó en un luctuoso enfrentamiento en la localidad minera de Llallagua, al norte de Potosí, saldado con cuatro policías y un estudiante muertos a balazos. Este hecho aumentó el descrédito de Morales, convertido en el político peor valorado por los sectores urbanos. Con varias causas judiciales en su contra, destacando una por estupro y otra por terrorismo, ha logrado evadir a la justicia y mantenerse a salvo de la presión policial al refugiarse en su santuario del Chapare, rodeado por sus custodios más fieles y decididos a todo en el caso de que intenten conducirlo ante un tribunal.

Esto ocurre en una coyuntura de crisis generalizadas. La económica (aumento de la deuda pública, inflación, falta de divisas y combustible, escasez de alimentos) se superpone a la social y política, con un gobierno en caída libre. La popularidad del presidente Luis Arce se ha desplomado de forma estrepitosa. Si en 2023 tenía un 46%, en 2024, según el Latinobarómetro, pasó a solo el 9%.

La situación es tan grave que ha decidido no acudir a la reelección, pese a su intención inicial de hacerlo. Arce es consciente de que si se presenta sería derrotado de un modo inmisericorde. En su lugar, como candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), va el exministro Eduardo del Castillo, que en una encuesta reciente solo obtenía menos del 2% de la intención del voto.

El panorama político es de una gran fragmentación, al punto que diez candidatos competirán por la presidencia. Tres se encuentran en la izquierda, incluyendo a Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado, capaz de impulsar un evismo renovado sin Evo, y uno de los mejor situados para pasar a la segunda vuelta.

También hay otros siete de derecha y centroderecha, en sus múltiples variantes, todos ansiosos de acabar con el período evista. Como viene ocurriendo desde la llegada de Evo Morales al poder, la oposición vuelve a acudir dividida a unas elecciones, pese a que en su día hicieron serios esfuerzos para avanzar con una candidatura única que finalmente derrotara al MAS en las urnas. Incluso se habían diseñado los mecanismos de selección.

Sin embargo, en abril pasado, el expresidente Jorge Tuto Quiroga, movido por sus excesivas ambiciones personales, decidió abandonar el proceso unitario y presentarse en solitario. Hoy tiene opciones para competir en el balotaje, aunque las encuestas lo sitúan en una dinámica descendente y podría ser superado por Rodríguez.

El candidato mejor situado es Samuel Doria Medina. La última encuesta conocida, publicada por El Deber, le otorga el 24%, el 22% para Quiroga y el 14,7% para Rodríguez. Dos candidatos están entre el 5,5 y el 10% y otros cinco tienen menos del 3%. También hay casi un 18% de votantes inclinados, de momento, por votar en blanco o nulo o están indecisos. Pero, llegada la segunda vuelta, a celebrarse el 19 de octubre, estos votantes podrían decantar el resultado en un sentido u otro.

Por ahora, las encuestas dan en la primera vuelta la victoria a un posible candidato opositor. En una más que probable segunda ronda entre Doria Medina y Rodríguez las fichas podrían caer del mismo lado. Pero si Quiroga se enfrenta bien contra Doria Medina o bien contra Rodríguez podría ser penalizado por su elevado índice de rechazo.

De todos modos, cualquiera sea el elegido, el futuro político y económico del país está muy comprometido y más si debe gobernar con un Parlamento fragmentado. El ganador deberá implementar un profundo programa de reformas, lo que exigirá dejar de lado viejas tendencias populistas y demagógicas y explicar muy bien sus planes, si los tiene, al conjunto de la sociedad, muy afligida ante una situación realmente angustiosa.

¿Por qué y para qué un ajuste tan duro? Las razones giran en torno a la dilapidación de ingentes fondos que permitieron en su día un reparto eficaz de la riqueza entre los sectores más necesitados, pero sin sentar las bases para que una vez agotados los recursos naturales se construyera una economía sostenible. A Bolivia le llegó el momento de dejar atrás el sueño bolivariano, convertido en pesadilla, y comenzar a construir un país más igualitario y justo.

Catedrático de Historia de América de la UNED. Investigador de América Latina del Real Instituto Elcano. Tomado de El Periódico de España.



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