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La ventana latinoamericana | 14/06/2025

La condena a Cristina Kirchner y la política argentina

Carlos Malamud
Carlos Malamud

Cuando se conoció el fallo de la Corte Suprema de Justicia, que ratificaba la condena de seis años de prisión por corrupción e inhabilitaba a perpetuidad a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), uno de los adjetivos más empleados para describirlo fue histórico. Histórico porque alcanzaba a la cima del poder y se convertía en un aviso para presidentes pasados, como Mauricio Macri y Alberto Fernández, y también para actuales y futuros, en torno a su relación con la ley y sobre la impunidad.

La causa Vialidad no supone el final de los problemas judiciales de Kirchner. Hay otros tres que igualmente por corrupción la sentarán en el banquillo en juicios orales y públicos. Son Hotesur-Los Sauces, el pacto con Irán y el caso Cuadernos. A esto hay que sumar el reclamo de restitución de 500 millones de dólares como consecuencia del dinero mal habido por la causa Vialidad.

Más allá de sus connotaciones y de ser una verdad a voces en las jornadas previas, el fallo judicial ha traído una gran incertidumbre a la política argentina. Ésta sobrepasa el futuro político de quien supo controlar el peronismo con mano férrea durante 15 años e incluso del movimiento popular que desde hace 80 lleva el nombre de Juan Perón.

Antes de hacerse pública la condena, los más cercanos colaboradores de CFK comenzaron a recabar muestras de solidaridad nacionales e internacionales. Entre estas últimas, las más entusiastas surgieron del Grupo de Puebla, incluyendo a José Luis Rodríguez Zapatero y Baltasar Garzón. Llegados a este punto se buscó comparar a Kirchner con Lula da Silva, que tras recuperar la libertad volvió a ser elegido presidente de Brasil, en un nuevo intento de resaltar la persecución judicial contra dirigentes progresistas latinoamericanos y la peregrina teoría del lawfare.

Otro argumento repetido es que la condena no es solo contra Kirchner sino también contra el peronismo, intentando cerrarle definitivamente las puertas para recuperar el poder. Como dijo Máximo Kirchner: el verdadero blanco… es el peronismo o todo lo que huela a nacional y popular. Pese a que durante años el desprecio de la expresidenta con lo que representaba Perón y el peronismo era público y manifiesto, en los últimos tiempos, especialmente después de la derrota electoral de 2015, intentó apoyarse en el Partido Justicialista (PJ) como tabla de salvación política y personal. Por eso, tras su condena resurgieron dos ideas muy vinculadas al relato peronista: Puerta de Hierro y 17 de octubre, Día de la Lealtad.

El 17 de octubre de 1945 fue la fecha mítica en la que nació el peronismo después de que una masiva movilización popular liberara a quien ya emergía como su máximo líder, apresado por orden del gobierno del que era vicepresidente y secretario de Trabajo. Puerta de Hierro fue la residencia de Perón en su exilio madrileño, desde la cual mandaba, ordenaba y controlaba a su movimiento político. ¿Será capaz el kirchnerismo de recrear ambos procesos, aunque adaptados a las actuales circunstancias? ¿Habrá una contundente movilización popular reclamando la libertad de Cristina? ¿Pese a estar inhabilitada para presentarse como candidata y no poder ejercer como presidenta del PJ, podrá, desde su domicilio en el barrio porteño de Constitución, mandar, ordenar y controlar, tanto al kirchnerismo como al peronismo?

Es aquí, precisamente, done surge la primera gran duda. ¿Qué cuota de poder mantendrá Cristina dentro del partido? ¿Seguirá siendo central y decisiva en el PJ y en la política argentina, o se abrirá paso un proceso sucesorio fratricida, que determine su pérdida de control? Un gran problema es que la hegemonía kirchnerista dentro del peronismo ha impedido el surgimiento de nuevos liderazgos y ha obturado cualquier intento de renovación generacional, más allá de la presencia de adláteres incondicionales.

Habrá que ver en las próximas semanas/meses, y especialmente después de las elecciones cruciales en la provincia de Buenos Aires y de las parlamentarias nacionales de medio turno, en octubre, si se consolida o no la figura del gobernador peronista Axel Kicillof o si surge algún otro dirigente del interior capaz de disputar la supremacía de la expresidenta. Entre otras cosas porque dentro del peronismo se han multiplicado los damnificados por la gestión kirchnerista, muchos de ellos ávidos de revancha.

Otro posible perjudicado por la condena de CFK es el presidente Javier Milei, que había hecho de la expresidenta un eje de su política electoral. La pelea contra el kirchnerismo le garantizaba mantener la polarización y aprovechar el gran rechazo que éste y su lideresa generan en la población. Por eso, un recambio que podría ser visto con agrado desde la Casa Rosada sería Máximo Kirchner.

Más allá del potencial dinástico del apellido, el liderazgo es difícil de transferir y el hijo carece de las mismas dotes políticas que sus progenitores. De ahí que más pronto que tarde se producirá un cambio que revitalice la política argentina. Un momento crucial será el de las elecciones presidencial de 2027, cuando Milei intente la reelección. ¿Seguirá siendo el peronismo/kirchnerismo la alternativa a La Libertad Avanza? ¿O, a partir de las ruinas cada vez más notorias del macrismo surgirá un nuevo proyecto político capaz de proyectar una figura que enfrente a Milei con garantías de éxito? 

Carlos Malamud es catedrático de Historia de América de la UNED. Investigador de América Latina del Real Instituto Elcano. Tomado de El Periódico de España.



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