Brújula Digital|26|07|25|
Sumando Voces
En las montañas de la provincia Camacho, al norte del departamento de La Paz, un grupo de mujeres ha comenzado a transformar su realidad en silencio, con aguja, hilo y palabras. En Mocomoco, un distrito alteño trilingüe donde se habla aimara, quechua y castellano, la violencia contra las mujeres no siempre se denuncia: muchas veces se esconde entre arreglos familiares, silencios impuestos y autoridades que no saben cómo actuar. Pero eso empezó a cambiar.
Flora Silva Castillo, de 47 años, conoce de cerca esta realidad. Ha trabajado durante los últimos años con mujeres de la comunidad Incasarawi, Mocomoco y otras zonas rurales, organizando talleres de formación en derechos, empoderamiento económico y prevención de la violencia. Las capacitaciones llegaron también a autoridades originarias, colegios y familias, con el objetivo de visibilizar un problema que, aunque cotidiano, sigue siendo negado.
“En nuestras comunidades ha habido feminicidios, mucha violencia. Pero no sale a la luz porque todo se arregla entre familias. Las autoridades muchas veces no conocen sus competencias. Por eso decidimos trabajar en esto”, relata Flora. A través de dinámicas visuales, videos y escenificaciones, hombres y mujeres reflexionan juntos sobre lo que han normalizado como parte de la vida familiar. “No decimos ‘tú eres violento’. Mostramos lo que pasa en las casas y ellos mismos bajan la cabeza cuando se ven reflejados”.
Los cambios no han sido inmediatos, pero sí notorios. “Vimos que los hombres comenzaron a interesarse, preguntaban ‘cuándo será la próxima charla’. Las mujeres ya no tienen miedo de hablar, ni de escribir, ni de aprender”, dice Flora.
Flora Silva Castillo, impulsora del proyecto Nayrar Sarapwañani. Foto: Sumando VocesLos objetivos del proyecto impulsado por la Asociación Nayrar Sarapwañani fueron sensibilizar sobre la erradicación de la violencia contra la mujer en un distrito marcado por casos de feminicidio, y empoderar a las mujeres mediante el fortalecimiento de su autonomía económica, brindándoles capacitación en la confección de polleras como una herramienta de sustento y subsistencia.
Una de las voces que más resuenan en este proceso de cambio es la de Nora Choconapi, joven madre de tres hijos, originaria de Mocomoco, de la provincia Camacho. Nora formó parte del grupo inicial de 15 mujeres que se sumaron al proyecto de la Asociación Nayrar Sarapxañañni, que en castellano significa “Vamos Adelante”, impulsado por Flora Silva. Aunque al principio solo observaron curiosas cómo funcionaba la iniciativa en otra comunidad, pronto tomaron la decisión de organizarse y aprender.
Nora Choconapi, originaria de Mocomoco, de la provincia Camacho. Foto: Sumando Voces“Vimos cómo estaban aprendiendo en Incasarawi y dijimos: nosotras también queremos. Nos reunimos en el pueblo y así comenzamos”, recuerda Nora. La violencia —especialmente la psicológica— es un tema presente en su entorno. Aunque ella no ha sufrido agresiones físicas, sí ha visto de cerca cómo otras mujeres, especialmente jóvenes, enfrentan situaciones de miedo y maltrato. “Es doloroso ver eso, por eso quise aprender cómo evitarlo”, dice.
Los talleres ofrecidos en el proyecto incluyeron no solo formación en derechos y empoderamiento, sino también costura, pastelería y, más recientemente, tejido. “Antes me vestía con lo que encontraba o mandaba a hacer, sin saber cómo se hacía una pollera. Ahora ya sé confeccionarlas yo misma”, cuenta con orgullo. Gracias a una máquina de coser que compró tiempo atrás, Nora no solo hace su propia ropa, sino que también recibe encargos de vecinas y genera un ingreso extra para su familia.
Los días 25 y 26 de junio, en Sucre, Flora y Nora participaron del Encuentro de Intercambio de Proyectos FPP 2022 – 2025 organizado por la Red UNITAS, donde participaron casi 60 representantes de distintos proyectos financiados por el Fondo de Pequeños Proyectos (FPP) de Pan Para el Mundo.
Además de las habilidades técnicas, los espacios de formación fortalecieron su autoestima y autonomía. “Siempre hablábamos sobre la no violencia, el empoderamiento. Eso me ayudó mucho a entender mis derechos”, explica. Algunas participantes dejaron el proceso por falta de apoyo familiar o dificultades logísticas, pero Nora insiste. “A mí me gusta aprender más. Ojalá este proyecto siga y llegue a más mujeres”. Este proyecto, que culminó oficialmente en diciembre del año pasado, fue apoyado por el Fondo de Pequeños Proyectos (FPP) de la Red UNITAS, el cual es financiado por Pan Para el Mundo.
La historia de Nora refleja cómo el acceso a conocimientos, espacios seguros y redes de apoyo puede transformar vidas, incluso en contextos donde el silencio ha sido la norma. Con aguja, hilo y convicción, mujeres como ella rompen ciclos de violencia y tejen nuevos futuros.