No sacralicemos a la juventud. Ni en la vida, ni en la política. No se trata de una edad dorada, salvo para los que toman excesivo bronceado y luego no pueden dormir porque su espalda parece una sartén al rojo vivo. Los jóvenes padecen el síndrome de las margaritas: constantemente se preguntan si los quieren… mucho, poco o nada; si realmente algo saben… mucho, poco o nada; si la amiga que tienen vale… mucho, poco o nada.
Este vahído existencial les sucede, precisamente a causa de que son jóvenes. Porque tienen poca vida a sus espaldas, esa que se necesita para saber de verdad y en carne propia (aunque algunas personas podrán lograr tener 200 años, pero tampoco sabrán nada relevante, pues carecieron de una circulación ilustrada temprana, y tengo a muchos en mente). Lo dijo magistralmente David Brown en un libro escrito para viejos, ”El resto de su vida es lo mejor de su vida”:
“La juventud es demasiado frágil, se deja intimidar fácilmente y tiene una gran inseguridad en sí misma” (me lo regaló un entrañable amigo que no aparenta tener la edad que tiene, sino justo un año menos).
Ahora al punto. A la política.
Leo siempre las columnas de Hernán Terrazas Ergueta (HTE), pues escribe con soltura y buen tino, carece además del vicio de considerarse un “intelectual orgánico”, que es el camino más corto para despeñarse en la estupidez flagrante, y en suicidarse por mente propia como intelectual a secas. HTE apunta (Péndulo Político, 23|03|25) que los distintos candidatos de la oposición, ya que no representan una renovación real, se esfuerzan –sudando la gota gorda– por lucir rejuvenecidos.
“En lo que fallan todos, quizá, es en no descifrar adecuadamente la agenda de la juventud. No se trata solo de ponerse un disfraz, sino de representar la obra que las nuevas generaciones quieren y para eso se necesita un libreto que todavía no se ve”.
Pero lo dicho, para los jóvenes lo más profundo es la piel.
Samuel Doria Medina
viene usando lo que hace tanto tiempo atrás Marshall McLuhan dijo con esos
relámpagos de lucidez que le son propios y de los que está hecha su obra: “El
medio es el mensaje”. En el caso de los jóvenes, no hay mensajes en particular,
todo son los medios en general.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.