El título del cargo que desempeña es rimbombante: Delegado Presidencial del Consejo Nacional del Bicentenario. Ese el título, el subtítulo, o sea los hechos, planes cuadrados, planes rectangulares y planes circulares. Mucha verborrea rocambolesca. Y, en cuanta ocasión puede encajar el rostro, muchísimas fotos debidamente posteadas en las redes sociales.
Y vaya que no desperdicia cuanto desfile se presente, acto conmemorativo, visita oficial, viaje a las provincias y tutti quanti. ¿Y hace o entrega algo digno de mención? Lo suyo es el homenaje más puro al existencialismo: la nada. La futilidad total, la inanidad del vacío, pero con sueldo fijo por el único mérito de haberse materializado como masista.
Franz Kafka en su novela El proceso piensa la extraña situación donde Joseph K. es detenido sin darle explicaciones, se le levanta proceso sin proporcionarle razón y acaba siendo asesinado como un perro; pero si Kafka hubiera conocido el caso inspirador del Gran Inútil, pudo haber escrito una novela aún más surrealista: Joseph K. recibiendo uno y otro y otro sueldo, y otro más, sin justificativo alguno, presentándose a cuanto acto público se organiza sin mérito ninguno, y los sueldos siguen fluyendo como una lluvia infinita.
Como un borbotón inagotable de recursos. ¿Qué título se le podría poner a esta trama tan singularmente masista? ¿El mal estado del Estado Plurinacional de Bolivia? ¿El proceso de cambio donde los vivos viven de los zonzos? ¿La descolonización de las instituciones para su recolonización por los inútiles? ¿O, más bien, se requeriría prestarse el título de una de las novelas existencialistas de Jean-Paul Sartre: La Náusea? Porque eso uno exactamente siente ante el desparpajo de un delegado que hace que hacer, pero siempre improvisando un discursito minimalista, eso sí, con una mueca de abundante cinismo y un monocultivo despampanante de mediocridad.
Y toda esta futilidad solo es posible en Bolivia y en el gobierno del MAS, donde se produjo el mitológico Pachakuti; o sea, donde los vivos viven a costa de los zonzos sin rubor alguno. Y donde el erario nacional es la herida que cavan y cavan los grandes inútiles sin medida ni clemencia, y, si por ellos fuera, por los siglos de los siglos y hasta el final de los tiempos.
Terminado el Bicentenario, el susodicho levantará su despacho, retirará su abrigo cansino del perchero, y le sobrevendrá un conmovedor desierto de dunas y arena, el bostezo del viento, y nada quedará de esa delegación presidencial, pues a la nada solo la nada le sigue y prosigue. Solo un pozo insondable en el erario nacional, pero eso sí, un montículo de sueldos en el bolsillo inclemente del Gran Inútil.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.