El paisaje urbano de cada parte del mundo
está determinado por procesos sociales en constante tensión. Las tensiones
identitarias, en ese sentido, se plasman en el paisaje de las ciudades, en los
estilos arquitectónicos, en los iconos urbanos, en el arte que rodea la ciudad,
etc. El fenómeno de los cholets en El Alto viene generando un interesante
debate hace algunos años sobre cómo se genera una identidad alteña y, en el
fondo, cómo la sociedad boliviana se mira en el espejo de El Alto.
Cada cierto tiempo, y ya es como una tradición, aparece un nuevo cholet que genera debate público ya sea porque presenta la figura de un superhéroe famoso (como el caso de Iron Man), el tema de una película importante (Titanic) o simplemente es más grande y llamativo que el anterior. Los medios de comunicación toman a estos cholets como una bandera de novedad, los presentan al público con bombos y platillos en rituales constantes de legitimación de esta nueva estética.
Existen críticas a ese estilo, como ciertas corrientes dentro del ámbito arquitectónico a lo que denominadas estética cholet. Por otra parte, hay otras críticas al “mal gusto” (y de sus dueños) ya que representan un estilo “feo” que no apela directamente a los estilos de moda modernos que las clases altas bolivianas aprecian. Sin embargo, estas críticas no reducen el protagonismo de los cholets en la esfera pública contemporánea de Bolivia.
La gran figura de los cholets es innegablemente Freddy Mamani, quien logró articular una estética nueva y se catapultó como pionero en el diseño de estos edificios. El antropólogo Daniel Runners argumenta que los edificios de Mamani, si son parte de estética andina, también tienen una función política.
Al igual que hizo Felipe Quispe con el “indianizar al q’ara (blanco)” , estos cholets están indianizando el paisaje urbano. Además, esta estética cholet no fue manchada por el decadente discurso plurinacional al no ser asociada al proceso estatal.
Lo interesante es que esta estética no es dicotómica; no rechaza el mundo moderno ni se limita a aceptar únicamente el mundo indígena o indio, sino que se sumerge en los matices complejos de esa unión. Es por esa razón que ahora veremos a Los Caballeros del Zodiaco en un cholet camino a Laja. Veremos tal vez a Mu (el caballero de Aries) o a Aioria (el caballero de Leo) mirando el cielo triste del frío alteño, bailando con una sabrosa chicha o antojándose la naturaleza espumosa de una cerveza. Aunque es un proceso de inclusión del mundo simbólico indio/indígena en el pasado, no es un proceso simple ni unidireccional. Tal vez en ese sentido, Carwil Bjork-James establece que, en general, el paisaje metropolitano de La Paz-El Alto rechaza una oposición entre lo moderno y lo indígena.