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Sociología espontánea | 13/03/2025

El buque que nunca llegó a Bolivia

Daniel Mollericona
Daniel Mollericona

Un año más hemos pasado el espectacular Carnaval: la alegría de las bandas al son del caporal, los juegos y excesos con agua y alcohol y demás cierran con la silenciosa Cuaresma. Este es el “real” comienzo del año académico y laboral en Bolivia. Como dicen las malas lenguas, “el año empieza después de Carnaval”.

Y este verdadero comienzo del año siempre llega con algo de pena. Claro está, por las pérdidas del Carnaval y la penitencia de la Cuaresma, pero también por la otra penitencia que los bolivianos “festejamos” después: el 23 de marzo. La historia nos cuenta una narrativa amarga: preferimos carnavalear que cuidar el mar. Ahora solo nos resta cantar con fuerza “recuperemos nuestro mar” en los desfiles y, si nos ponemos más románticos, entonar “yo quiero un mar para Bolivia” en forma de vals: todos nos convertimos en marineros de un mar que no existe. 

Tanto la alegría del Carnaval como los sinsabores del mar nos unen a los bolivianos. En el Carnaval y en la cuestión marítima convergen izquierdas y derechas, católicos, protestantes y pachamámicos; se encuentran viejos y jóvenes. La nación boliviana es amor al mar y amor al Carnaval. Bolivia empieza el año con una resaca doble: la del alcohol y la de la historia.

No es casual, por esto, que el nacionalismo reviva exacerbado con el tema marítimo. Recordemos el juicio en La Haya durante el gobierno de Evo Morales, que trajo un sinfín de expectativas y desilusiones. De hecho, no debió haber político boliviano que, como Evo, tratara (o dijera que trató) de reivindicar el mar en su gobierno. Incluso el dictador Hugo Banzer Suárez contaba que el famoso “abrazo de Charaña” con su homólogo, el también dictador Augusto Pinochet, no fue por una coalición de los gobiernos autoritarios del Cono Sur (mejor conocida como el Plan Cóndor), sino para negociar una salida soberana al mar. Según él, esa fue la gran intención detrás de aquel evento histórico.

¿Sabían que incluso durante el gobierno de Banzer, Venezuela nos regaló un buque? Un buque que, si bien fue recibido por Bolivia, nunca llegó a tocar territorio boliviano.

Una amiga venezolana me contó esta historia. Fue el presidente Carlos Andrés Pérez quien, en 1977, decidió regalar a Bolivia un buque militar como gesto de apoyo a la búsqueda de una salida soberana al mar. El buque, llamado “Ciudad de Barquisimeto”, había entrado en servicio en Venezuela en 1951, construido en el astillero Fairfield Shipbuilding & Engineering Co. Tras la donación a Bolivia, un año después, miembros de la Fuerza Naval boliviana, entrenados en Venezuela, tomaron posesión de la embarcación.

Se le cambió el nombre a “Libertador Bolívar”, pero terminó varado en Puerto del Rosario, en el río Paraná, tras una negociación entre la dictadura boliviana y Argentina. Finalmente, el buque fue dado de baja en 1990, menos de 15 años después de su llegada al país. Nunca tocó aguas bolivianas, ni mucho menos el anhelado océano Pacífico por Bolivia. Quizá navegó en nuestros discursos, pero nunca en nuestras aguas.

En algunos contextos, este buque suele confundirse con el escándalo del frigorífico flotante “Sierra Nevada”, adquirido en la misma época en que Venezuela hizo su regalo a Bolivia. El “Sierra Nevada” fue comprado por la Corporación Venezolana de Fomento y nunca salió de Venezuela, pero generó una denuncia de corrupción por sobreprecio. El caso llegó al Congreso, donde se determinó que el presidente Carlos Andrés Pérez tenía responsabilidad política, aunque no administrativa ni moral. Fue absuelto.

El Libertador Bolívar fundó Bolivia; lamentablemente, el buque “Libertador Bolívar” no pudo fundar una salida soberana al mar para Bolivia. Este 23 de marzo nos toca, una vez más, pensar en el mar, como cada año después de Carnaval, cuando el año empieza de nuevo. Y con los días, lo olvidaremos otra vez. El mar y nuestras ilusiones nacionalistas seguirán donde siempre han estado: lejos.

Daniel Mollericona cursa un doctorado en la Universidad de Yale.



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