Las “primarias”, en las que nadie elegirá a nadie –ya que nadie competirá electoralmente contra nadie en el bizarro domingo que se aproxima– constituyen toda una burla por parte del MAS a la democracia y a las justas electorales en el país. Tales “primarias” serán una mueca teatral forzada, una puesta en escena inmoral, en la que el voto ciudadano se convertirá en una pantomima y en el que los pocos ciudadanos que asistan actuarán y se disfrazarán de electores para en los hechos no elegir absolutamente nada ni a nadie.
Las elecciones y la democracia convertidas ahora ya abiertamente en una mediocre obra de teatro y en una falsificación ficticia del voto: así, las “primarias” impuestas por el MAS para este domingo se muestran como un nuevo y agravado daño de este partido de gobierno a la democracia y al Estado de Derecho en el país, ya que –funesto, hampón y corrupto como pocos– el MAS, haciendo gala de un cinismo en verdad escalofriante, está forzando al país a burlarse de las contiendas electorales, sustituyéndolas, esta vez, con un crudo remedo teatral de elecciones y una puesta en escena ficcional políticamente obscena, y económicamente indecente.
Esto que ha de ocurrir el domingo 27 de enero es posible solamente en el contexto de la ya franca y aguda destrucción del Estado de Derecho por parte del gobernante MAS, un grupo de intereses cada vez más corruptos, obscuros y ambiciosos que ha optado finalmente, de modo abierto y público, desde el 4 de diciembre último, por la captura anticonstitucional, ilegal y criminal del poder del Estado en Bolivia para siempre y sin límites en el tiempo.
Ese 4 de diciembre, el Tribunal Supremo Electoral, controlado por Evo Morales, habilitó, contra la Constitución Política del Estado, la nueva e ilegal candidatura del binomio Morales/García, dando punto de partida a una nueva coyuntura, ahora definitivamente marcada por las pretensiones prorroguistas ilimitadas del régimen del MAS. Es este régimen, en todo caso, que se mofa de las elecciones, que ya hace un teatro de pantomima con ellas, el que quiere quedarse gobernando para siempre.
Hay que decirlo, entonces: la apuesta de Evo Morales y su grupo de hacerse del gobierno de Bolivia indefinidamente comienza a poner al país al borde de un quiebre violento, a través de una asonada represiva militar, ordenada por el gobierno contra las fuerzas democráticas que por hoy buscan con serias dificultades logísticas u organizativas –pero con enorme brío, potencia e irradiación electorales–, restablecer el ordenamiento constitucional y la vigencia del Estado de Derecho aquí y ahora.
El potenciamiento electoral del campo de la oposición es a inicios del nuevo año evidente y muestra perspectivas altísimas para las elecciones generales de fines de este 2019. Pero es ese mismo horizonte de ampliación y crecimiento de la potencia electoral abierto para la oposición democrática al MAS el que puede generar que lo peor de las ambiciones prorroguistas del MAS se transformen en ánimo represivo y en política de fuerza violenta contra la gran marea democrática –ciudadanía y direcciones políticas incluidas–, que asume que el 2019 debe ser el último año de gobierno de Evo Morales.
A más fuerte electoralmente la oposición democrática boliviana, mayor el riesgo de que en 2019 el MAS opte por fracturar con violencia el escenario político del país.
¿Qué implica esto? La obligación para la oposición democrática de no considerar con ingenuidad su propio crecimiento electoral durante este año, que ha de comenzar a volar. Es fundamental -lo vamos a reiterar tantas veces sea necesario- que la oposición unifique sus filas en torno a una sola candidatura presidencial y vicepresidencial con capacidad de polarización. Solamente un inmenso y muy potente polo electoral opositor, suficientemente unificado, podría poner algún freno serio a las tentaciones violentas del régimen.
Es también fundamental que la oposición tome los recaudos para confrontar una asonada represiva policial y militarista del régimen de Morales y reaprenda a trabajar en clandestinidad para el restablecimiento de la democracia, si ella es quebrada con la fuerza militar y policial de un régimen desembozadamente dictatorial, lo que cada vez se ve como disponibilidad nítida de una coyuntura en dinámica de presión intensa.
Finalmente, es fundamental que la oposición democrática pase a organizar sus filas electorales sistemática y ordenadamente con métodos pacifistas y de no-violencia. 2019 puede llegar a ser un año de grandes sacrificios para la ciudadanía democrática. La oposición democrática al régimen del MAS debe dar la talla para ello.
Ricardo Calla Ortega es sociólogo.
@brjula.digital.bo