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28/08/2021
Huella Digital

El futuro ya no es lo que era

Ricardo Calla O.
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Todavía borrosamente, pero ya de modo discernible, empiezan a dibujarse los contornos futuros del sistema político partidario del nuevo ciclo histórico de Bolivia abierto en el país tras el cierre definitivo del ciclo de la Revolución Nacional de 1952 acaecido con la caída, en octubre/noviembre de 2019, del régimen gubernamental de Evo Morales.

Este régimen fue, por una parte, una prolongación de las pulsiones, pero esta vez ya endebles y circunspectas de nacionalización estatista–ahora combinadas con un liberalismo económico informalista y pro tráfico de cocaína desembozado– y de las retóricas antiimperialistas del ciclo del nacionalismo revolucionario de 1952, pero ahora con un indisimulado “antiimperialismo” reaccionario prodrogas.

Por otra parte, el régimen de Morales cerró el ciclo de construcción identitaria de “conciencia nacional” –en algunas vertientes con inflexiones chauvinistas– del “nacionalismo revolucionario”, sustituyéndolo con una agenda constitucional etnonacionalista de construcciones identitarias fragmentaristas –el “Estado Plurinacional”– agenda envilecida, para hacer peores las cosas, desde un anti republicanismo despótico.  

Con la caída de Morales a fines de 2019, el ciclo histórico desde 1952 finalmente ha concluido. ¿Qué viene ahora? Algo ya puede apuntarse respecto de las perspectivas del sistema político partidario. Partamos remarcando la pertinencia, relativa e insuficiente, de la diferenciación analítica, de corte metafórico topográfico, entre “derechas”, “centros” e “izquierdas”.

De la manera más general y abstracta posible se puede señalar que las “derechas” son esa parte del campo político moderno orientado a la preservación y conservación del orden de las cosas en favor de los intereses de los ricos y los poderosos por razón de su riqueza económica. Por contraste, las “izquierdas” se orientan al cambio y la transformación del orden imperante para favorecer a los pobres y a los de abajo por razón de su desposesión y pobreza económicas.

El “centro”, por su parte, es el campo, a la vez de mantención no rígida y de transformación moderada de las cosas, que propende a una búsqueda combinada de atención a y protección de los intereses tanto de los de arriba como de los de abajo en la escala económica, con inflexiones ya sea de “centroderecha” (“los ricos, por esfuerzo propio, debemos ayudar a los pobres, que lo son por incapaces”) o de “centroizquierda” (“no soy enemigo de los ricos, pero soy más amigo de los pobres”).

En el nuevo ciclo histórico que está naciendo en Bolivia es ya muy claro y totalmente evidente que, con toda la arremetida persistente y cotidiana contra la derecha política en el país por parte del MAS y de Morales durante las últimas dos décadas, el MAS ha perdido su muy sectaria e incompetente batalla, produciendo por el contrario la renovación y el acrecentamiento del vigor de la derecha democrática y, mucho más grave, de la derecha autoritaria boliviana. En el sistema político que emerge, las derechas y sus líderes –pienso en la actualidad inmediata en Fernando Camacho y en Manfred Reyes como potenciales candidatos, pero habrá muchos que los irán paulatinamente reemplazando como líderes en los años venideras–, ya se manifiestan como factores estructurales de largo plazo del nuevo ciclo histórico que está surgiendo.

El centro también cuenta con un abanico hacia adelante. Por un lado, el “centro democrático” muestra tener un campo de tracción política muy amplio y seguro en el largo plazo. Con liderazgos iguales o parecidos a los de Iván Arias, Eva Copa, David Choquehuanca y otros, la “centroderecha” y la “centroizquierda” democráticos se anuncian como factores de largo plazo en el ciclo histórico que se anuncia. Carlos Mesa será probablemente barrido de entre las candidaturas con mayores opciones electorales en 2025 debido a la gravedad del desplome de CC entre las nacionales de 2020 hasta las subnacionales de 2021.

Más incierta es la perspectiva del “centro autoritario y delincuencial” representado por el MAS de Evo Morales y Luis Arce. “La ideología no está en lo que se dice, sino en lo que se hace”, dice un dictamen marxista relevante. El MAS se empecina en hacernos creer que es de izquierda, pero es un partido de centro. De retórica izquierdista y de políticas económicas pro capital transnacional y oligárquico en diversos casos, este partido ha abierto desde 2006 de par en par la economía del país al crudo y ambientalmente depredador capitalismo asiático y ha venido galvanizando estructuralmente el empoderamiento y el enriquecimiento crecientes de las mafiosas oligarquías de la cocaína en ese abierto negocio capitalista ilegal que es el tráfico de drogas.

Partido delincuencial de centro, el MAS-Morales ya ha mostrado en las subnacionales la gravedad de su crisis como fuerza electoral. De postular Evo Morales en 2025 hay que dar por descontada su derrota. En todo caso, en el nuevo ciclo histórico del país, el “centro autoritario y delincuencial” del tipo MAS-Morales no tiene todavía asegurado un rol como fuerza política estructural y factor de largo plazo ya que la crisis del liderazgo de Morales puede llegar a un desplome definitivo hacía 2025.   

Eso el centro. Pero muy grave se muestra ya la perspectiva de la izquierda en Bolivia. Destruida por el paso autoritario del MAS en el gobierno, la “izquierda democrática” boliviana ha sido arrasada al punto de que en el nuevo ciclo histórico que está emergiendo esta izquierda no tiene siquiera un despunte de realidad. La izquierda en Bolivia –seguramente la fuerza política más nítida y relevante crecida en Bolivia desde inicios del siglo XX, desarrollada luego con los ímpetus de la Guerra del Chaco y potenciada por el vigor de las luchas sociales por la igualdad en Bolivia hasta la primera década del siglo XXI– ha sido aniquilada bajo el peso de la historia. En el nuevo ciclo que se viene, ¿podremos reinventarla, recuperarla y ponerla en vigor? ¿Cuál el futuro?

Ricardo Calla es sociólogo.



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