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En perspectiva | 04/07/2025

Hay desconexión y también voto oculto

Mónica Salvatierra
Mónica Salvatierra

A 42 días de las elecciones nacionales tengo dos certezas. La primera es que ninguno de los candidatos ha logrado conectar con el electorado. La segunda es que hay un voto oculto; es decir, que hay intenciones que no están reflejadas en las encuestas presentadas hasta el momento. El tiempo pasa volando y los candidatos parecen seguir en una burbuja, lejos de la gente y sus necesidades.

Un hecho incontrastable es que las redes sociales son cruciales para desarrollar una campaña exitosa, no solo porque todo el país está sumergido en los medios sociales, sino porque también es la vía por la que se puede amplificar cada acción en esta etapa. En este mundo virtual operan no solo electores y elegibles, también hay manos negras que alimentan tendencias con bots y con programaciones destinadas, en su mayoría, a la guerra sucia y la desinformación. Es un escenario poco conocido en los procesos electorales del país y por eso es un mundo de mucho cuidado.

El peligro de concentrarse más en el mundo virtual que el real es la falta de conexión entre el candidato y sus electores. Ahora vemos que la mayoría de los presidenciables hacen ofertas más o menos similares de lo que harán si llegan a la silla presidencial, pero nada de lo que hacen logra captar la intención de voto de un tercio de los votantes; es decir, quienes dicen que votarán nulo, blanco o que se declaran indecisos. No hay mucha diferencia entre ellos, porque la ruta que debe recorrer Bolivia está clara, tanto que hasta los masistas y exmasistas son liberales en este momento. Entonces, el desafío es hacer match con los votantes, con los jóvenes los más grandes que tienen el poder del voto.

Los electores no son likes, son familias que no llegan a fin de mes con los ingresos que perciben. Viven en barrios donde los vecinos hacen ollas comunes para comer, porque individualmente no les alcanza. Son amigos y parientes que se juntan para hacer compras al por mayor, que buscan productos a granel y están a la pesca de estrategias para costear necesidades básicas. La pregunta es si los candidatos, que están pagando campañas millonarias, saben en realidad lo que la pobreza significa. Si están al tanto de lo que padece un emprendedor para conseguir capital y arrancar su pequeño negocio. O si se ponen en los zapatos de quienes perdieron el empleo y ven el futuro con desesperanza. ¿Que si recorren el país? Sin duda lo hacen, pero flotan sobre el drama creciente de los bolivianos.

En este escenario los candidatos derivados del MAS tienen cierta ventaja porque acumulan voto identitario y han sido suficientemente demagogos como para que una porción de electores les crea que vienen de abajo, aunque en la realidad siguen despilfarrando el dinero que no es de ellos y ahora tienen el tupé de ofrecer un país que fueron incapaces de construir.

Las encuestas muestran la intención de voto del momento. Dos candidatos de la oposición lideran las cifras, pero con porcentajes muy bajos. Samuel Doria Medina con un 19% en la franja superior, mientras que los indecisos y molestos suman casi un tercio del electorado. Entre ellos está el voto oculto; es decir, la intención de quien seguirá apostando por el MAS o cualquiera de sus derivados, porque ningún postulante de la oposición logra cautivar su preferencia.

Mientras tanto, los candidatos de la oposición no muestran una estrategia para tomar ventaja en el proceso electoral. Es más, aún se enfrascan en la guerra sucia y en la absurda lógica de destrucción entre el primero y el segundo. Están jugando con fuego y se van a quemar. No es mal augurio, sino simple lógica.

En esta elección hay sed de buen gobierno y de esperanza. La población está sufriendo sin recursos económicos para solventar lo básico. Es demasiado desperdicio seguir en la burbuja virtual y no encarar de frente el drama del país.

Los ciudadanos no quieren mentiras ni medias verdades. Los desequilibrios de la patria los sienten como latigazos en pleno invierno. Entonces, los candidatos tienen una oportunidad de oro y no deberían seguir desperdiciándola. Todos sabemos que estamos en puertas de la elección más importante de los últimos 15 años. Solo que ahora tenemos una grave crisis económica, desempleo y pobreza crecientes. Y, lo peor, es que la falta de fe en el futuro de Bolivia es el combustible que da potencia al masivo éxodo que a todos nos duele.

Mónica Salvatierra Soruco es periodista.



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