Aquí. ¿Todos somos de aquí? La verdad, nadie es de aquí. Ni indígenas ni mestizos ni criollos. Los indígenas estuvieron antes que los mestizos y criollos, pero antes que los indígenas las Américas eran un solar de plantas y animales habitando en repetidos cien años de soledad. Todo era una gigantesca borrachera verde sin asomo del blanquecino aliento humano. Nuestro origen común: ser migrantes. Americanos, europeos, asiáticos, somos migrantes de la exuberante África oriental. Allá está el origen compartido. La cuna que meció la migración y la historia hace 70 mil años. En esa tierra caliente se encuentra la apostasía de la quietud.
Esto nos los recuerda Andrés Gómez V. (AGV) en su columna “El Bicentenario (nuestros sueños)”. Brújula Digital, |05|01|24. Para AGV, en consecuencia, fundar la bolivianidad apelando a las raíces, el pasado, los orígenes, la identidad, se trata de un error, pues cuando las parcialidades se radicalizan en un colectivo diverso; entonces el colectivo se parte y la tierra se reparte. Y esa parcialidad se mutila, pues todos tenemos una identidad doble: somos parte de un colectivo social, pero a su vez de la universalidad humana.
Ahora bien, para abrir el futuro requerimos del espejo retrovisor para vernos en esa andadura colectiva y diversa; pero, sobre todo, requerimos de la salvadora imaginación para generar el contrato social que nos supera en nuestras particularidades y gracias a su visión creativa nos lance al mañana en cuanto nación imaginada: construir el Uno donde en principio no habita ninguno. La ventaja, todos nacimos aquí. Fuimos lanzados a la aventura retadora de ser en esta tierra llamada Bolivia. Esa debiera ser la locomotora del futuro.
En esta dirección AGV aporta con una montaña valiosa de granos de arena: “urge desarrollar nuestra naturaleza colaborativa”, “necesitamos de productores de conocimientos”, “necesitamos productores de riqueza”, “requerimos salud para cuidar cerebros”, demandamos educación y justicia, “tener una burocracia calificada” y “es un imperativo consolidar la democracia como sistema de vida”. Ojo con esto último: el hilo que enhebra esas parcialidades es y solo puede seguir siendo la democracia, no solo experimentada como un régimen político, sino como un “sistema de vida”, es decir, como cultura: valores, costumbres y prácticas que rutinizan y solidifican una idea líquida, en principio y como todas ellas, navegando en el líquido amniótico del ser.
Lo digo al unísono con AGV: “Hagamos de nuestro Bicentenario el punto de partida para una nueva era de unidad y prosperidad”.
César Rojas Ríos es comunicador social y sociólogo.