Imagínese esta crítica a Tuto Quiroga: que sus propuestas huelen a naftalina, que se olvida del valor de la institucionalidad, que se deben cobrar mayores impuestos a los cooperativistas del oro, que ya no se subvencione a la agroindustria, que una propuesta electoral no puede ser para congraciarse con ciertos sectores, que se tiene que ser responsable con el futuro del país, que no entiende el país, que no sirven para salir juntos de la situación en la que estamos y que a su propuesta le falta pueblo.
¿Desde dónde se puede ejercer una crítica semejante y tan bien aderezada? Por supuesto, no desde el MAS, menos desde el patético gobierno de Arce, ¿verdad? Sin embargo, la realiza sin desparpajo Susana Bejarano Auad (SBA) en La sinRazón del 9/4/2025. No pretendo defender a Quiroga, que para eso es un político, es decir, alguien capaz de “conspirar entre el lenguaje y la acción para defraudar al entendimiento” (Ambrose Bierce, Diccionario del demonio).
Me alucina esa capacidad de descentramiento gubernamental que están mostrando algunos y algunas ana-listas. Muy listas y ubicuas. Deseosas de estacionarse junto a Platón en las ideas absolutas, eternas y etéreas, y desde ahí disparar a quemarropa contra todo aquello que atenta la reproducción del poder constituido (léase gobierno de Arce). Y respecto al poder constituido, no decir “ni mu, ni nu”, ni siquiera una ligera pellizcada o un mal de ojos para disimular, porque decidieron con todo desparpajo habitar en el otro viernes.
Es lo que permite la anomia, donde la brújula moral se ha desimantado y se puede decir cualquier cosa, porque en su divina gratitud nos han espiritualizado como cosas sin razón y sin sazón. “Hipócrita”, diría Brice con su semántica endemoniada, vale decir “el que profesando virtudes que no respeta se asegura la ventaja de parecer lo que desprecia”.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.