En la entrega de la unidad educativa Ichoca I y II, en la provincia Inquisivi del departamento de La Paz, realizada el lunes 10 de julio, el vicepresidente del Estado, David Choquehuanca, dijo, de acuerdo a las notas informativas sobre el evento, que nos “han dicho que los de la ciudad saben más que los del campo. Y nos han hecho creer que los de la ciudad saben más que nosotros ¿Qué sabrán ellos? ¿Sabrán producir productos? ¿Sabrán hacer ropa? Algunos, ni lavarse la cabeza saben, bien flojos siempre son. Vayan a ver al salón de belleza, pedicure, manicure; ellos no se cortan las uñas, otros les cortan las uñas. Ahí se están haciendo lavar su cabello, se hacen teñir. Bien flojos son”.
Agregó, además, que sin “nosotros, ni ropa puede haber. El sastre, ¿quién es, a ver? El sastre es nuestro hermano, es un aymara. A ver, vayan a La Paz, en la calle Potosí, entren a una sastrería, nuestro rostro está ahí”.
Ante las reacciones de protesta provenientes de varios ámbitos por hacer esas afirmaciones seguramente el Vicepresidente se dio cuenta de las connotaciones raciales y agresivas de su visión y procedió a actuar como el político profesional que es. Escribió que sus declaraciones fueron malinterpretadas por los medios. “No dije que ‘los citadinos son bien flojos’, sino que algunos pueden serlo”. Pero, por si las moscas, para curarse en salud pidió disculpas y reconoció que no debería referirse de esa manera sobre nadie. “Las personas del campo y de la ciudad somos hermanos, y debemos vivir en paz, unidad y armonía”, agregó.
Probablemente este episodio no pasaría a más, como sucede con los discursos de Choquehuanca en la Asamblea Legislativa, si no fuera porque días antes se conoció que en Afganistán el gobierno “talibán ordenó el cierre de los salones de belleza y peluquerías en Afganistán, la más reciente restricción que sufren las mujeres” y que, según la BBC, “los negocios de esta índole tenían un mes para cumplir con esta nueva normativa”.
Ese mismo medio informa que en Afganistán ya está prohibido que “las adolescentes y mujeres asistan a clases, gimnasios y parques, y más recientemente les han prohibido trabajar para Naciones Unidas”, con el mandato de que las mujeres vistan “de forma que solo se les vean los ojos, y que deben estar acompañadas por un familiar hombre si viajan a una distancia de más de 72 km”.
¿Se tratará de una coincidencia casual o una coincidencia ideológica? Porque, esa figura de flojera sobre la base de lo que una persona se hace en un salón de belleza aparece, en nuestra tradición discursiva, bastante forzada. ¿Será que el Vice conoció la información de lo que se había decidido en Afganistán respecto a los salones de belleza? Y, para peor, probablemente le haya gustado su prohibición, al punto de utilizar esa figura.
Parece, no más, que hay que poner las barbas en remojo (incluso en un salón de belleza) porque se puede decir que es el despelote ideológico existente en la cúpula del gobierno lo que nos está acercando al precipicio.
Veamos, tenemos un Primer mandatario que, analizando los mensajes que lanza, sigue entusiasmado con los principios básicos del aterialismo histórico; un Vice abanderado de los talibán; un ministro de Justicia cercano al Opus Dei; un procurador que hace todo lo que no le incumbe y no hace lo que debe hacer; un ministro de Obras Públicas especializado en organizar marchas de apoyo y represión, y componer himnos guerreristas; un ministro de Gobierno con ambiciones paramilitares y parapoliciales, y jueces, fiscales, policías y militares que no quieren cumplir sus funciones sino acatar instrucciones.
¿Podemos imaginarnos cómo serán las reuniones de gabinete y que más nos depararán nuestras autoridades?
Juan Cristóbal Soruco es periodista.