Parafraseando una sentencia que se hizo popular en la época de oro de Clinton en Estados Unidos, “la economía, estúpido” (que luego se transformó en “es la economía, estúpido”), me animo a sostener que en las actuales circunstancias en el país hay que recordar qué es “la democracia, estúpido”.
Al margen de la indecente e inmoral guerra sucia que ha copado las redes sociales, que obstaculiza la confrontación racional de ideas y posiciones, en el escaso debate político-electoral el tema central es cómo enfrentar la aguda crisis económica que estamos atravesando y que se siente bajo tres rubros centrales: dólares, carburantes y aumento de precios generalizado. Hay menciones retóricas a educación, salud y reforma de la justica, unida a combate a la corrupción.
Aunque tal vez seas preferible no utilizar como temas de controversia centrales en el debate la política internacional y el narcotráfico en clave de campaña, es notario que sólo se haga referencias generales sobre ellos.
Lo que sí está ausente es el tema de la democracia, sistema virtualmente destruido en el país. Salvo la solemne promesa del candidato Rodrigo Paz en sentido de que no postulará a la reelección en 2030, decisión que le da más zona para gobernar en favor del país y no de su reproducción en el poder, todo lo que se dice y propone gira alrededor de una falsa ilusión de volver a principios de este siglo.
Sin embargo, la realidad en Bolivia y el mundo es que hay una arremetida feroz en contra del sistema democrático como lo conocemos, proveniente de dos bandos polarizados: de aquellos que quieren, a como dé lugar, aplicar las utopías del “socialismo” y del “libertarismo”. Ambos con puntos de sustento ideológico y económico en la región y fuera de ella.
Sus portavoces no dudan en denigrar lo hecho en nuestros países desde el derrocamiento de las dictaduras o en las democracias del Estado de bienestar; abominan los procesos integracionistas y, con contradicciones palpables, incentivan un nacionalismo vulgar y de corto alcance. Ven a los contrarios como enemigos a eliminar y no eventuales adversarios con quienes se pueden construir espacios de diálogo. Son racistas a ultranza y, como no podría ser de otra manera, autoritarios.
En nuestra champa guerra interna, uno descubre esas posiciones de ataque y destrucción en las redes sociales e, incluso, aunque todavía como excepción, en los medios tradicionales. Gran parte de lo que se afirma, en el ataque a sus respectivos “enemigos”, es mentira, Llega a tal punto que en esta campaña de a dos (Paz y Quiroga) pienso que los radicales (los utopistas socialistas y libertarios) atacan a quien está por delante, por ahora Paz, como lo harían contra Quiroga si éste llevara la delantera. El desafío es deslegitimar al sistema democrático y aportar a su fracaso, y siempre basados en la necesidad de eliminar a su contrario (la derecha imperialista o los socialista o zurdos de…, respectivamente).
De ahí que nunca está demás convocar a los demócratas, que sin duda, hay detrás de las fórmulas que representan Paz y Quiroga, a respaldar y blindar la democracia; a no ceder ante sus destructores, así aseguren apoyo electoral circunstancial.
No se trata de un pedido para que se unan. Cada cual tiene su visión de país y es legítimo que traten de seducir a la ciudadanía, pero no al costo de liquidar el sistema democrático.
Muchos de quienes hemos vivido bajo dictaduras militares y el largo período masista creemos que hay tiempo y obligación para salvar la democracia y la libertad democrática, ayudando, desde donde nos encontremos, a que recuperemos la cordura y que en la siguiente etapa política haya una mayoría democrática que gobierne y una oposición democrática que fiscalice. Y ambas logren acuerdos en temas fundamentales para el bien común. Más aún, si ya lo hicimos en el pasado...
En fin, es la democracia, estúpido
Juan Cristóbal Soruco es periodista.