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De media cancha | 18/12/2024

Una nueva elección de jueces-delincuentes

Diego Ayo
Diego Ayo

La elección de jueces es una creación miserable del masismo. El deber de la democracia es magnificar la representación y el deber de la justicia es cualificar la eficiencia. Si la democracia decide elegir peluqueros, cantantes, cocaleros y demás, pues bien. Esa es la regla básica de la representación: elegimos a quien creemos que nos representa, sea del color que sea, hable el español como le dé la gana, luzca los músculos, trenzas y sombreros que desee.

¿Y los jueces? Tienen otro rol: son elegidos no por su color de piel, blusita a la moda debidamente usada, aretitos de oro bien colocados. Deben ser elegidos por su capacidad. ¿Qué es eso? Su mérito. No podemos elegir a un piloto de avión porque sea sexy, hable en guaraní o coma mote. Debemos elegirlo porque sabe manejar una aeronave y si es un juez por saber hacer justicia (sea luchar con la retardación de justicia, la corrupción del poder judicial, la subordinación de los jueces al poder ejecutivo, etcétera). Son dos dimensiones completamente distintas. ¿Qué es lo que hemos logrado con este experimento de viveza criolla? Politizar la justicia.

¿Puede darse el camino inverso? ¿Judicializar la política? Ello significaría que los políticos sean elegidos por méritos. Por ejemplo: ¿quieres elegir una cholita al Congreso? Sólo si tiene licenciatura. ¿Y el hermano guaraní que sólo llegó al séptimo grado? ¡Que se joda! ¿Y los diputaditos que saben jugar tunquña y damas chinas con notable eficiencia? Qué sigan con sus distracciones. ¿Qué tal? Esa situación sería tan ofensiva como la que ha creado el MAS. En este panorama descrito la democracia se infecta de meritocracia, mientras que, en el escenario actual, la justicia se infecta de política.

El razonamiento era simple: si lo que toca la democracia comandada por Evo Morales se convertía en oro, entonces buscar poner ese ámbito central, la justicia, en sus manos. “Hagámosla nuestra, subordinémosla al gran líder”, pensaban en su entorno. Los asesores constitucionales españoles, una tropa de peligrosos delirantes con montón de sueños en sus cabezas imposible de aplicarse en España, vinieron a eyacular su sabiduría a este pueblo remoto e inferior.

No tengo duda que nos vieron con ese lente de supremacía cultural a “enseñarnos”. Y los descolonizadores y antiimperiales del masismo se subieron a este carro de ilusionismo cósmico con absoluta fascinación. ¿Por qué? Por mediocres, acomplejados y, sobre todo, por una razón: esa nueva Constitución endiosaba a Morales. Esa nueva carta magna supeditaba el aparato público a lo que el jefecito dijera. Les encantó. Era un guiño de coquetería política con el caudillo. Era como un regalo navideño para seguir esa dinámica de engreimiento.

El tablado hoy es diferente. El regalito navideño para el gobierno ya no sirve, ya no tiene 2/3, Evo ya no está en el poder y el Tribunal Constitucional es el principal aliado de Arce. En este escenario, no hay duda que continuar esta farsa es seguir lo que Alberto Vergara llama el “vaciamiento democrático”, que quiere decir elegir a candidatos que ni Cristo conoce. Es elegir a una gruesa lista de candidatos en un ámbito de fragmentación absoluta, es elegir nombres que no tienen la menor relación con la gente: son representantes que no deben mostrar que son representantes. Deben disimular ese atributo, sumergiéndose en una representación que no es representativa y, para colmo, no necesitan ser eficientes (o sea, buenos jueces). ¿Resultado? No son representativos ni son meritocráticos. Es una derrota plena.

Bolivia es el mejor ejemplo del vaciamiento potenciado a la enésima potencia. ¿Conclusión? Es la destrucción de la democracia en nombre de la democracia (más aún si sabemos que sólo elegimos a cuatro de los nueve cargos del Tribunal Constitucional), a pesar de la rectitud de la población que hizo cola consciente de ser parte de un engaño.

¿Se podía hacer algo? Sí, ¡visualizar a la escoria masista! No creo que el voto blanco o nulo bastase. No lo creo. Eso sólo conseguía empoderar a esa lacra. El trabajo titánico de Luciana Campero y/o Mayra Zalles es digno de resaltar. No se limitaron a seguir lo obvio: votar en blanco o nulo. No, se percataron que aquello acaba por refrendar a los candidatos masistas. Mejor oponerse a ellos. Mejor votar por desconocidos que al menos no son militantes del masismo. No sé si lograron su propósito. Necesitamos tener los datos finales. Sin embargo, tuvieron el coraje de salir del guion repetitivo y fracasado de sus compañeros de ruta señalando a esos delincuentes. Me encanta. Ponerlos en el pizarrón de “buscados” es justo lo que necesitábamos. Aplauso.



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