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De media cancha | 19/11/2025

Back to the Future, ¿más pobres que el 2000?

Diego Ayo
Diego Ayo

Las reformas en curso quiebran y deben quebrar el hipnotismo que sufrimos durante dos décadas. Evo Morales no fue un presidente, fue un hipnotizador. Hizo creer a todo un país que habíamos logrado disminuir la pobreza. ¿Realmente logramos disminuir la pobreza? Sí, la afirmación es cierta. Sin embargo, lo es sólo si tomamos en cuenta una certeza: disminuimos los indicadores de pobreza en tanto teníamos plata.

El logro fue momentáneo. No fue un cambio duradero. Logramos una merma estadística mientras el gobierno gozó de la bonanza gasífera. O, para decirlo con imprescindible simpleza: mientras la bonanza beneficiaba al país, reducíamos el porcentaje de pobreza, pero cuando la bonanza acabó en 2014, el porcentaje de pobres comenzó a incrementarse. Hoy, el riesgo es mayor.

Recordemos que la Fundación Jubileo lo viene anunciando. El MAS informó que la pobreza moderada bajó al 36,5% y la pobreza extrema al 11,9%, mientras esta institución presenta datos distintos: el 44% de la población boliviana estaría ya en situación de pobreza moderada y el 17,5% en pobreza extrema. ¡Somos más pobres!

La tesis dicha, pues, se reafirma: la bonanza fue un regalo con fecha de caducidad. No fue un obsequio que lanzaba al país a un periodo de ulterior crecimiento. No fue un impulso para seguir creciendo. Todo lo contrario: fue mero hipnotismo para decrecer una vez estabilizados los precios internacionales del gas.

Esta inicial caída no es el fin. ¡Es el comienzo! Los economistas Julio Linares y Jimmy Osorio hicieron un análisis del Censo y las conclusiones nos dejan sin aliento. Parten de un dato: el 29,8% de la población boliviana se encuentra en situación de pobreza o, con exactitud, tenemos una población con 3,2 millones de pobres. Es una cifra impactante, pero es preciso reconocer que del Censo 2001 al Censo 2024 se redujo el porcentaje de pobres del 58,6% a este 29,8%. ¡Aplausos!

Empero, los autores advierten sobre lo que el MAS calificó como “nuevas clases medias”, aunque en realidad fueron “clases vulnerables”. Diferenciemos: la clase vulnerable tiene mejores ingresos, pero no tienen trabajo remunerado con salario fijo, aguinaldo y seguro médico. Ese es el eje más remarcable: tienen más “platita”, pero en un estado de precariedad sobresaliente en relación a las clases medias.

Esta aclaración advierte lo siguiente: ¡venimos manejando el carro al borde del precipicio! Ronceamos como campeones a centímetros del abismo. Ese es el verdadero significado de “clase vulnerable”. A decir de nuestros economistas citados, “cualquier shock de inflación, desempleo, sequía, pandemia puede devolverlos inmediatamente a la pobreza (…) viven, pues, “al límite”: pueden perder servicios básicos si aumenta el costo de vida”. ¿O sea? O sea, si aumenta el precio de la gasolina, de los dólares y/o de los productos básicos, como parece ser un hecho ya consumado, millones de bolivianos podrían salir “del límite” y enfangarse (nuevamente) en la pobreza.

Linares y Osorio añaden la cifra tétrica de un 40% de bolivianos que podrían retornar a la pobreza. ¿Cuántos bolivianos suman ese 40%? ¡4 millones! Estamos, pues, a un pelo de que 4 millones de bolivianos vuelvan a la pobreza. Imagínense: ¡a los 3,2 millones de pobres podrían añadirse 4 millones más! Resumen: 7,2 millones de bolivianos se entramparían en este penoso posicionamiento social. ¡7,2 millones!, de una población de 11.365.333 ciudadanos bolivianos. Es decir, el 63,35% de la población boliviana podría aterrizar en esta condición.

Recordemos que en 2001 estuvimos en una situación de pobreza del 58,6%. En los siguientes años (o meses) podríamos tener un porcentaje mayor teniendo en cuenta que el gobierno de Rodrigo Paz debe aplicar políticas drásticas. Lamento decirlo, pero incluso el indicador de 2001 se vería auspicioso, teniendo en cuenta que un 4,8% más de bolivianos en relación al 2001 podrían quedar en la pobreza hoy en día.

No hay duda de que podemos matizar estas cifras si consideramos los beneficios que tuvieron aquellas élites agropecuarias, importadoras, constructoras, bancarias durante estos 20 años, como señala pertinentemente Gonzalo Colque. Vale el matiz, pero no resta afirmar lo explicado: nos hipnotizaron y hoy, ya despiertos y conscientes, nos damos cuenta de que fuimos gobernados por inútiles y corruptos. Resolver este drama podría devolvernos al 2001. No, en realidad no: un poquito más atrás que el 2001.

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.



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