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De media cancha | 03/12/2025

Lara, el depredador

Diego Ayo
Diego Ayo
Lara habla y habla y no deja de hablar. Y al hacerlo, insulta. Afirma haber entablado relaciones con la India, Japón y Marte, narra la infidelidad de su señora y a los pocos minutos “desnarra” el episodio; maletea al Presidente a su gusto y luego le pide perdón; acusa acusando y actúa actuando.

¿Verdad? ¡Verdad! Claro, logra lo que quiere lograr: espectadores. Ansiosos espectadores esperando que salga en pocos minutos y se aventure contra alguien en el nuevo capítulo de la red-novela. ¿Cuál es el saldo? No es menor: Lara es un auténtico depredador.

¿Qué es un depredador? Lo explica con fascinante lucidez Giuliano Da Empoli en su libro La hora de los depredadores. El rasgo que caracteriza a estos políticos es inobjetablemente innovador: ¡menosprecian la democracia! ¿Cómo? Partamos del final y contemos lo que no hacen: no confían en procesos lentos propios de un congreso multipartidario, no deliberan hasta el amanecer dos artículos de ley, no se respaldan en tecnocracias sofisticadas y (largamente) dialogantes, no confían en instituciones alevosamente aburridas como ministerios/burocracias.

Uy, no, ¡qué suplicio! Ahora volvamos al principio y contemos lo que hacen: se lucen en el Tik Tok, toman decisiones rápidas, ofertan un horizonte épico al mundo gris en el que viven, garantizan absoluta claridad moral (¡son los buenos!), se decantan por una apabullante simplicidad narrativa, se identifican no a través de las palabras y si a través de los gestos, gritos, llantos. 

Lara clasifica a este nuevo mundo de la política. ¡Es un pionero! No lo digo necesariamente en un sentido ponderable, pero no creo poder negar su autenticidad. Es el único político que trabaja desde su computadora aprovechando la revolución digital en curso.

El resultado es sorprendente: Lara es un político que quiere ruido sin asumir responsabilidades. Está dispuesto a quebrar las normas de convivencia con la finalidad de obtener atención. Lara crea, pues, un nuevo ecosistema político antagónico a la democracia institucional que conocemos. Es un ecosistema que se basa en el uso de la tecnología. Es un ecosistema que promete milagros económicos. 

No tiene el menor interés en respetar los límites institucionales y, por el contrario, tiene un interés perfectamente antagónico: quiere caos. El caos es su mayor herramienta de poder. El caos no es una consecuencia involuntaria; es una estrategia que le “facilita” enemigos permanentes, incluyendo a su Presidente. 

Es una estrategia que incendia con el propósito de dominar la agenda. En verdad, este manejo del caos termina por exhibir un reality show nacional propio. Este caos, pues, consiste en la generación constante de inestabilidad para dominar el entorno. El caos no es accidente, es el hábitat natural de Lara. Es a través suyo que Lara crece y, tal vez, se agigante.

Este Lara no compite con programas e ideas, compite en otra liga: aquella de la indignación, el miedo, la heroicidad. La política ya no se cocina en ministerios y/o en la Asamblea Legislativa sino con garrafas de aceite caliente que todo mortal puede observar desde su celular.

¿Y las mejoras para el país y su gente? ¡Que las haga el Rodrigo! Lara está en el escenario promoviendo, como dice Da Empoli, la consolidación de “tribus emocionales”. Y, es en ese escenario, que habla sin tapujos: sin prensa, sin partidos, sin asesores, ¡ni presidentes! ¿Juega en cancha favorable? Claro, sociedades tan golpeadas por el corrupto e inepto MAS son terreno fértil para líderes que prometen milagros. 

¿No tiene aliados del MAS y el Grupo de Puebla? Lo dudo, pero ese es el músculo prominente de estos depredadores: generan caos y es en ese ambiente que los oportunistas van saliendo de sus tumbas. 

Ya he escuchado a una cáfila de oportunistas azules sumándose al tiktokero. Los candidatos amparados en la democracia usualmente tienen equipos que los acompañaban desde el minuto 1. Estos depredadores parten desde otra esfera: la soledad. La soledad de caos, como lo mencioné, que los obliga a actuar antes, durante y después de la victoria electoral. 

Deben llamar la atención, reclutando a huérfanos políticos, viejos amañados (masistas), “revolucionarios” internacionales del Grupo de Puebla y todo lo que haga bulla y ¡cope gobiernos! No es como un político usual que parte con un equipo. Él va formando el equipo en el camino. No lo acompañan masistas desde la partida, pero podrían ir sumándose paulatinamente.

Ese es Lara. Adjetivarlo no ayuda. El hombre ha roto el molde tradicional de hacer política. Administra una campaña electoral diaria y ¡eterna! Los adherentes podrían seguir acoplándose de a poco. Más aún si tomamos en cuenta que Rodrigo aplicará políticas necesarias, pero dolorosas. Esa es la piscina preferida de Lara, aunque esta semana lo veamos compungido y hasta vencido. Lo dudo. El karma recién empieza…

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.


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Recurso 4
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