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Cara o Cruz | 24/09/2024

Seis mil personas no tumban un Gobierno

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

Unas 6.000 personas no tumban un Gobierno, como algunos analistas y el círculo íntimo de Evo creían que podía suceder. Eso es todo lo que Evo Morales pudo traer a La Paz, 6.000 simpatizantes que marcharon mientras él se trasladaba en una lujosa vagoneta y acompañado, como le gusta, por una jovencita.

Sí, 6.000 personas es un sexto de los fanáticos que asistieron al último clásico en La Paz y un 3% de los que acudirán a la feria de Santa Cruz. Y no tumban un Gobierno.

Mi impresión es que Morales, que dijo que el presidente Luis Arce debería renunciar, está sobreestimando fuertemente sus opciones. El lunes sufrió un fracaso al no poder conducir a sus huestes a la plaza Murillo, cual era el objetivo antes de la marcha; luego pronunció un discurso especialmente confuso, con exigencias que no se cumplirán, como que el presidente retire a los ministros “drogos” del gabinete. Nunca tuvo una retórica muy luminosa, pero la suya ha caído en los últimos años (así como la de Trump en EEUU).

El domingo previo al arribo a La Paz, el pobre Morales dijo que iban a llegar (o sumarse) a la marcha un millón de personas. Eso demuestra la total falta de sintonía con la realidad que tiene el mayor ególatra de la historia de Bolivia.

Él sabe también que las “condiciones” que lanzó, como cambio de ministros o solución a la falta de dólares y combustibles, no se cumplirán. Dijo que volvía al Chapare a producir tambaquí y luego dio “24 horas de plazo” a Arce, o si no “ya verá lo que le pasa”.

¿Qué puede pasar? ¿Qué otras armas tiene Morales para seguir presionando al Gobierno? Por el momento, muy escasas, que se condicen con alguien que tiene un 65% de rechazo a nivel nacional. Ha señalado que organizará un bloqueo nacional de caminos y que lo hará después de la efeméride cruceña. Esa aclaración la hizo porque durante su bloqueo anterior las presiones de la ciudadanía lo obligaron a disolver la medida ante la inminencia del carnaval de Oruro. La gente no estaba dispuesta a perderse el gran evento folclórico y Morales retrocedió, con su popularidad magullada tras haber insistido durante 16 largos días con una medida resistida por la opinión pública.

Ahora señala que para no perjudicar la celebración de Santa Cruz, el bloqueo de caminos será a fines de septiembre. Miren, en el momento en que un líder empieza a calcular cuándo es la próxima efeméride antes de tomar una medida, es que ha perdido respaldo. ¿Cuándo Morales hacía esas disquisiciones? ¿El líder que ordenó en varias ocasiones presionar, aislar y cercar a Santa Cruz se ve forzado ahora a pensar cuándo termina la expoferia para recién tomar alguna decisión? 

Preveo que el bloqueo nacional de caminos que organizará Morales, que seguramente solo tendrá éxito en el Chapare (aunque ello es suficiente para paralizar el país) tendrá nefastas consecuencias para él. Su rechazo subirá del 65% actual. En una situación económica como la presente, ordenar un bloqueo será terrible para miles de familias de bajos recursos, que viven del comercio, el transporte o la pequeña agricultura. Y mientras más días dure ese bloqueo, mayor será la resistencia de parte de la población. Así que Morales debe analizar bien si toma esa decisión o no.  

Morales cree que está en 2005, cuando el MAS significaba renovación, idea de inclusión, novedad, lucha contra la corrupción. Casi 19 años después el MAS (y Morales) representan algo totalmente distinto: incendios forestales, corrupción y pobreza; haber perdido el gas, el Silala y el mar; angurria de poder y violencia; y dirigentes sociales sumidos en la prebenda y la búsqueda de ventajas económicas. En 2005 Morales estaba “con la historia”; ahora se ubica “en contra” de la misma.

En la conciencia colectiva del país está que Morales hace lo que hace porque desea competir por sexta vez a la presidencia. Empezó en 2022. Morales es candidato ya por 23 años. Es máximo dirigente de los cocaleros por 33 años consecutivos. En 2019 grandes movilizaciones populares lo forzaron a renunciar cuando postulaba a un cuarto mandato, prohibido por la CPE y tras su derrota del 21F. Su único objetivo es recuperar el poder, “sea como sea” como él mismo dijo. Presionar al TSE y al TCP para poder ser candidato, impedir la idea de un referéndum que pregunte sobre si puede seguir postulando. Y ese tipo de demandas son las que menos apoyo popular tienen. Si fuera su primera candidatura y el sistema le prohibiera postular, sería distinto. Pero a punto de cumplir 65, con 14 años a cuestas de un Gobierno con muchas sombras y pocas luces y pretendiendo ser candidato presidencial por sexta vez, las cosas ya no le sonríen.

Obviamente Morales no es manco y algo estará tramando mientras pesca tambaquíes. Rumiando su rabia por la derrota de este lunes, se estará imaginando qué hacer en el futuro. Pero sus opciones son escasas: como hemos visto, el bloqueo de caminos puede ser profundamente negativo para sus propios intereses. Volver con una marcha a La Paz, tras el fiasco de ayer, está descartado. La toma del TSE o del TCP sería suicida. ¿Qué más tiene en su mazo? Solo él lo sabe. No hay que descartar que invente algo, que saque algún conejo de la chistera. Si alguien sabe de sedición en Bolivia, es él.

Mientras tanto, siguen avanzando inexorablemente los plazos sobre el futuro de la sigla del MAS y de su propia candidatura, temas que deberán resolver en su momento los integrantes del TCP y TSE, que ya no responden a Morales ante el solo chasquido de sus dedos, como ocurría durante su Gobierno. Eso lo debe tener furioso. Ni las jovencitas lo deben ya tranquilizar.

El Gobierno de Arce debe terminar su gestión, con todo lo que ello implica de responsabilidad. Las posibilidades de Arce como candidatos son nulas, considerando el pésimo estado de la economía y las muy pobres características de liderazgo que ostenta. Desde el punto de vista de la oposición, es el mejor escenario: ambas alas masistas destrozándose a pedradas y con creciente ilegitimidad.

Raúl Peñaranda U. es periodista 



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