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Cara o Cruz | 01/09/2024

Mi padre, el cura Pérez y el programa Día D

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

Entre todas las cosas que hizo mi padre durante su vida, en los años 70 incursionó en el cine y en la publicidad y presumo que de allí pasó junto a su socio y amigo Herman Antelo (que luego abrazaría la función pública) a ser los productores de un programa de TV dominical que conducía nada menos que el cura Eduardo Pérez. El programa se emitía en horario estelar y se denominaba Día D (la referencia era a “Día Decisivo”, pero también a domingo).

Mi padre me llevó un par de veces a los estudios que el canal 7 tenía en El Alto y donde se grababa el programa. Ahí conocí a Eduardo Pérez y a otras figuras, como Toto Arévalo, que también emitía su espacio deportivo los domingos. Yo me quedaba detrás de las cámaras, en una sillita que conseguían para mí, con la orden de mantenerme en estricto silencio. A mis 10 años miraba azorado las luces y equipamiento del set, del que también recuerdo sus gélidas temperaturas.

Para poner al aire ese programa se requirió la obvia anuencia del Gobierno de Hugo Banzer. Como el padre Pérez empezaba a destacarse como una figura importante de los medios de comunicación, presumo que al régimen le habrá parecido interesante (y aceptable) que él lo condujera.

El programa tuvo aciertos solo propios de su creatividad: en una ocasión en la que Julio Iglesias llegó a Bolivia (convenientemente un día domingo), fue el cantante el que apareció en pantallas dirigiendo el programa. El aeropuerto de El Alto estaba cerca de los estudios del Canal 7 y los agentes del artista aceptaron la idea. Así que cuando empezó el programa fue Julio Iglesias el que apareció en pantalla, como si fuera el conductor habitual y ante la sorpresa de los televidentes. Fue algo de lo que se habló mucho en esos días, según me contó el padre en alguna de las ocasiones en las que me entrevistó en su canal.

Al producirse el golpe de Estado de Rafael Videla en Argentina, el cura Pérez tuvo otra idea audaz, pero ahora más riesgosa: leyó la noticia del golpe mientras en la pantalla solo se veían, en primer plano, botas militares marchando. Las murmuraciones desaprobatorias empezaron a llegar desde el Ministerio de Informaciones. En un reciente artículo, Waldo Albarracín recuerda el programa Día D y asegura que el padre Pérez enfrentaba con valentía la censura imperante en esos tiempos.

El programa siguió durante un año, pero no fue la política la que terminó de sacarlo del aire, sino el conservadurismo reinante en esos años: el padre Pérez decidió hacer los reportajes “La Paz de noche” y, después, “Santa Cruz de noche”. En ellos se mostraban las boîtes de ese tiempo, con mujeres con poca ropa, y las calles de ambas ciudades en las que trabajadoras sexuales ofrecían sus servicios a automovilistas y peatones. Recuerdo a mi papá deslumbrado por la creatividad, arrojo y carisma de Pérez Iribarne.

Iribarne empezó a explorar en esos remotos años 70 un estilo de hacer televisión que luego puso en práctica de manera exitosa, a partir de los años 90, en canales privados bolivianos.

Si algo caracterizó al padre Pérez era su inagotable energía, su afán de innovar en la comunicación y de procurar un estilo no elitista, que le permitiera llegar al mayor público posible. De manera totalmente casual fui del algún modo testigo de los inicios de ese camino.




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