Actualmente hay dos hechos políticos de la mayor importancia para el país. Uno, según ha anunciado Samuel Doria Medina, existe un preacuerdo entre los principales líderes opositores para elegir de entre ellos al candidato presidencial para los comicios de 2025. Aparte del propio Doria Medina, estarían Carlos Mesa, Jorge Quiroga, Vicente Cuellar y Luis Fernando Camacho. Mediante algún mecanismo, probablemente una serie de encuestas, se resolvería quién será el candidato. Los acuerdos políticos pueden romperse, pero mientras este siga vigente, es un dato crucial de nuestra vida política hoy. Tuto desmintió el acuerdo, pero algunas conversaciones existen.
Dos, la pugna entre las dos alas masistas ha salido de control. La megalomanía de Evo Morales ya no tiene límites, lo que es totalmente contraproducente para sus propios intereses. Ha convocado a un bloqueo de caminos para lograr dos objetivos principales: lograr ser habilitado como candidato y evitar ser enjuiciado por estupro.
Un bloqueo de caminos que lleva casi dos semanas no puede, de ninguna manera, ayudar en algo al expresidente. Solamente confirma que es un líder autoritario que piensa en sí mismo y en su alocado afán de volver al poder a como dé lugar. Tampoco debemos engañarnos aquí: así como escribí que 6.000 marchistas azuzados por Morales no tumbaron a un presidente, como era su objetivo, 6.000 bloqueadores en el Chapare y algunas otras zonas del país no harán de él un candidato más fuerte para 2025. En cada uno de los 20 puntos de bloqueo del país existen unas 300 personas en promedio, en algunos más, en otros menos. Eso no más es.
Por lo tanto, esa acción de Morales no muestra fortaleza, sino más bien debilidad. Esa debilidad se da precisamente en los dos campos en los que quiere actuar: primero, quiere ser candidato presidencial, pero esa decisión está en manos del TSE, a cuyos miembros ya no controla. Es posible que el TSE le pase esa responsabilidad al Tribunal Constitucional, pero Morales tampoco ya tiene control sobre esos magistrados. Si la decisión es tomada en 2025, es probable que tampoco tenga ninguna influencia sobre los integrantes de ese Tribunal que serán elegidos en las elecciones judiciales de diciembre próximo. Por tanto, el bloqueo evista no logra influir en los miembros de esas dos instancias. Su aliento de dragón de Komodo no les llega.
Segundo, el tufo de Morales tampoco es suficiente como para frenar la acusación por estupro en su contra. La acusación seguirá; de hecho, el nuevo fiscal general ha ratificado a la fiscal de Tarija que lleva el caso. El proceso seguramente tendrá altibajos, pero esta vez no morirá y seguirá sobre su cabeza como una espada de fuego. Donde vaya, lo primero que se le preguntará es: “¿A cuántas quinceañeras violó y embarazó usted”? Si hasta los periodistas argentinos que lo endiosaron ahora empiezan a alejarse de él.
Morales se juega el todo por el todo en dos ámbitos cruciales para él, pero el método que está usando no lo ayuda a resolverlos. Sería mejor que intente persuadir a las 12 personas que deben decidir sobre sus casos (miembros del TSE y del TC) en vez de realizar un bloqueo que afecta a millones de personas.
Reitero, un bloqueo de caminos no resuelve lo que él busca, más bien empeora su situación.
Morales tiene un elevadísimo 65% de rechazo nacional. Es gente que nunca votaría por él. ¿En qué cerebro cabe que organizar extenuantes bloqueos le ayudará en algo en ese sentido? De hecho, es posible que su 30% de posible votación haya bajado desde que se sabe ya con más certeza que embarazaba a menores de edad y el inicio de los bloqueos que afectan a una buena parte de la población, empezando por sus propias bases. Sin olvidar que la medida similar que organizó en febrero pasado lo dejó maltrecho.
El bloqueo organizado por el dragón de Komodo le da, además, un salvavidas al gobierno: las autoridades le echan a él la culpa por la falta de combustibles y de alimentos y el aumento de los precios de productos de primera necesidad.
Así que mientras parte de la oposición tiene un preacuerdo y un horizonte más o menos despejado, el masismo se debate en la peor crisis de sus 27 años de vida. El presidente Luis Arce es un personaje marginal de la vida política del país y si se presentara como candidato no obtendría, seguramente, ni el 3% de votación. Por fin ha terminado de cuajar en la mayoría de la opinión pública que las políticas del tándem Morales-Arce nos dieron como resultado falta de dólares, falta de combustibles, aumento de la pobreza y corrupción. Además, se rifaron el gas y el litio, hicieron que perdamos el mar y el Silala y echaron por el caño la mayor prosperidad de la historia nacional. No ha habido en un período de 20 años de nuestra historia otro régimen que pierda absolutamente todo.
Ahora, si Morales todavía pudiera aspirar a 30% de votos (suponiendo que fuera habilitado para postular), entonces existe un 70% de electorado para repartir. El candidato opositor que salga del acuerdo mencionado tendrá amplias opciones de ganar una buena porción de ese electorado. El nombre del candidato no tiene que decidirse de inmediato, pero la oposición debe trabajar ya con ahinco porque existen muchos pasos que dar antes de la designación del candidato. Todo ello mientras mira con regocijo cómo sus adversarios luchan indefinidamente en el fango.
El alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, también se presenta con posibilidades y si sabe conducir su campaña podría tener un buen resultado. Estamos lejos todavía como para hacer predicciones muy certeras, pero es posible que Reyes Villa y el candidato opositor que surja del acuerdo pasen a segunda vuelta. Se dice que Reyes Villa tiene un acuerdo con el arcismo, pero él seguramente buscará evitar ese tema en la campaña. Además, alianzas o no de por medio con el oficialismo, en su fuero interno él es un opositor. Lo beneficia a que ahora juega a ocupar el centro político. Habrá que ver, con el tiempo, qué pasa con Rodrigo Paz, quien también quiere participar solo. Si Tuto termina por desprenderse del preacuerdo también será un candidato a considerar.
Desde 2005, el voto opositor no se dispersa. En general, las dos primeras fuerzas se llevan el 95% o más de esa tendencia. Es posible que ello vuelva a suceder. Líderes con menos fuerza quizás se vayan sumando poco a poco a las mayoritarias. En un escenario como el descrito, me parece improbable la aparición de un outsider. De todos modos, siempre hay espacio para las sorpresas: por ejemplo, el candidato Chi Hyun Chung, que ya obtuvo un buen resultado en 2019, figura de manera creciente en algunas encuestas. Como su voto es de tipo evangélico y tiene raigambre en sectores populares, podría repetirse lo que ya pasó ese año: que le quite votos al MAS.
En fin, es muy pronto para asegurar nada muy preciso, pero lo que sí parece cada vez más remoto es que la persona más odiada de Bolivia pueda volver, con su aliento pestilente, a gobernar el país.
Raúl Peñaranda U. es periodista, director de Brújula Digital.