El campo democrático está encarnado electoral y políticamente principalmente por a) CC y la candidatura de Carlos Mesa; y b) configurado por el vasto tejido de la sociedad civil politizada que hoy convoca y moviliza el bloque del CONADE y los comités cívicos de diversos departamentos.
Este campo democrático deberá decidir 1) cómo encarar la segunda vuelta electoral en el caso de que el MAS opte por asumir ese desafío; o 2) en caso de precipitar el MAS la resolución anómala de la contienda política, decidir si se le acepta o no al MAS su opción por prorrogarse como gobierno en la primera vuelta a través del fraude o por la vía de una imposición de fuerza ya desembozadamente represiva en caso de fallarle el mismo.
Veamos el primer caso. Es obvio que el cómo encarar el desafío de una segunda vuelta es una cuestión que le compete ante todo definir y decidir a CC, en su calidad de alianza electoral contendiente con el prorroguismo oficialista. Por lo que se ha visto durante toda la campaña electoral hacia la primera vuelta, CC no cuenta ni con la energía ni con los recursos materiales y logísticos ni con la capacidad técnica para enfrentar con vigor suficiente y exitosamente una segunda vuelta que se le ha de hacer muy cuesta arriba.
La indolencia y las incapacidades para hacer campaña de CC son tales que prever una victoria electoral del MAS en la segunda vuelta no es, ni mucho menos, un desatino. La segunda vuelta, si se da, tendrá un resultado de infarto solamente si CC reordena sus filas, ajusta o cambia radicalmente su equipo de estrategas y se pone en disposición de victoria. Pero ponerse en disposición de victoria no ha sido justamente lo remarcable de CC hasta ahora. Si el camino hacia la segunda vuelta se abre, CC deberá decidir si sigue trajinando desvaídamente hacia la derrota electoral como hasta ahora ha mostrado o da un golpe de timón y decide luchar.
Pero veamos ahora el segundo caso. Nótese que, en el campo democrático, la decisión de aceptarle a no al MAS su posible opción por prorrogarse como gobierno en primera vuelta vía el fraude o la represión quedaría también en manos de esos nuevos órganos de poder y de movilización de la sociedad civil que son el CONADE y los comités cívicos. Esto ya es un dato relevante que debe tomarse en cuenta con el mayor rigor de análisis. Los gigantescos cabildos de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, incluida la inmensa marcha cívica de Tarija contra el régimen de Evo Morales en la semana pasada, y los cabildos de Oruro, Potosí y de Tarija de esta semana, muestran que en la sociedad civil boliviana han nacido unos órganos de poder movilizador de inmensa fuerza y con innegable capacidad para buscar poner en jaque –siquiera relativamente– el abusivo e inconstitucional intento de renovada imposición prorroguista del régimen del MAS.
El CONADE, los comités cívicos y la alianza CC podrán, o no, asumir una estrategia convergente de resistencia democrática frente a la intentona prorroguista del MAS. Todo indica que el bloque CONADE-comités cívicos está propendiendo a un mayor vigor y a una disposición más abierta de lucha por la democracia y el Estado de Derecho que la alianza CC. Plana y sin suficiente vigor político, la alianza CC ahora cuenta, para su quizá inmerecida suerte, con la fuerza de unos cabildos y marchas ciudadanas.
Qué el MAS se arriesgue a provocar la fuerza masiva de los cabildos y movilizaciones ciudadanas de estos recientes días imponiendo precipitadamente un fraude o la represión, está por verse. Quizá, más sensatamente, el MAS deba anular sus impulsos de provocación hacia una ciudadanía que sigue indignada por el mal gobierno de un MAS incapaz de percibir cuan profundamente lo dañan sus propios desatinos. El incendio de la Chiquitania no se olvida. Duele. Es demasiado reciente. Que el MAS no opte por ser provocador haciendo bullir ese inmenso dolor todavía tan por verse.
Ricardo Calla es sociólogo.