La propuesta de los dos principales líderes cívicos y precandidatos Luis Fernando Camacho y Marco Pumari resulta sorprendente. Coincide con ella, desgraciadamente, el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas. ¿En qué consiste esta propuesta? En trasladar a las próximas elecciones la estrategia de las anteriores, esto es, la formación de un “frente único” de los vencedores de la revuelta contra el expresidente Evo Morales.
¿Cuál sería el efecto de este desplazamiento de una estrategia anterior, dictada por la existencia de un candidato con una ventaja injusta —que contaba con la posibilidad de usar a su favor el aparato estatal—, a unas elecciones en las que este candidato no existe y la mencionada posibilidad está descartada?
Únicamente podría ser uno: la eliminación de las minorías, un hecho antidemocrático que, además, se buscaría con el justificativo también antidemocrático de impedir que el actual MAS, que ya no cuenta con privilegios, participase en igualdad de condiciones que los demás partidos.
El frente único, si fuera impuesto por los cívicos, propiciaría el mantenimiento de la democracia no pluralista y caudillista que Bolivia ha tenido en los últimos 14 años.
En lugar de la competencia y el mutuo control entre partidos, claves para la circulación de las élites y para que no sean necesarias revoluciones y contrarrevoluciones como la de 2006-2019 y como la actual, tendríamos una nueva hegemonía en torno a un hombre providencial o un par de ellos. Sin competencia, no habría control del poder, la democracia sería autoritaria antes que pluralista y, como ocurrió en el caso de Morales, brotarían las tentaciones prorroguistas.
¿Queremos seguir practicando la política como guerra contra un enemigo interno, igual que se lo hizo durante el largo mando de Evo Morales? ¿Queremos simplemente cambiar los “vendepatrias” de entonces por los “masistas terroristas” de hoy? ¿Para esto se peleó la “revolución de las pititas”? ¿Para hacer oscilar una vez más el “péndulo boliviano” o para dotar al país de una verdadera democracia?
Mientras más fuerzas democráticas lleguen a tener representación parlamentaria, más necesario será que la clase política adopte la actitud, la habilidad y la costumbre de la negociación y del pacto, únicos antídotos contra la sucesión de “refundaciones”, antagónicas entre sí, que constituye la historia patria. Hoy neoliberales, mañana nacional-populares, pasado populistas de derecha, etc. Solo el pacto y la negociación constantes pueden detener la continuación de esta serie y producir, en su sustitución, las bases mínimas de un consenso nacional.
En vísperas del referéndum revocatorio que, en 2008, Morales ganó con el 67% de los votos, me desgañité pidiendo que no se le entregara al expresidente un “cheque en blanco”; que, en cambio, impusiéramos los controles y los equilibrios sin los cuales la democracia no es disminución del poder y, por tanto, ni es liberal ni es pluralista.
Mi prédica no sirvió de nada, claro está... No por eso dejaré de decir lo mismo respecto a los héroes de la hora, los dirigentes cívicos: no les concedamos cheques en blanco, pues no necesitamos de hombres providenciales, sino de un sistema político equilibrado y competitivo, y este solo puede construirse con elecciones abiertas y, muy importante, elecciones que nadie tenga ganadas de antemano, ni porque haga fraude ni porque realice chantajes y amenazas que le concedan de antemano ventajas indebidas.
Fernando Molina es periodista y escritor.