Todo pasado fue mejor, indican varias personas, en distintas
épocas. Parece que estas personas tuvieran siempre activado su instinto dramático de la negatividad, el
miedo y la generalización.
La opinión de que el mundo sin la agricultura moderna, sería mejor, con menos contaminación, menos supuesta deforestación y por ende, mucho más feliz, es una que empieza a ser repetida sin razonar la gravedad de estas palabras.
Un “paraíso terrenal”, donde no hubiera producción extensiva ni intensiva, y usted fuera un recolector o produjera en su idílico huerto familiar. Lo cierto, es que para que una sola persona sea autosuficiente en la producción de sus alimentos, necesita el equivalente a la producción que se obtiene en dos a cuatro hectáreas.
¿Ha visto cuánto es una hectárea? Sobre todo para los paceños y demás ciudadanos de las capitales, la noción de cuánto es una hectárea o lo que usted necesitaría trabajar para autoabastecerse, es muy desconocida. La desconexión que existe entre la producción de alimentos y la cómoda vida citadina es una brecha que no llega conectar al consumidor con la realidad del productor y menos el trabajo y esfuerzo que se requiere.
Añadido a esto, tenemos otro factor. El interés de ciertos grupos con ideologías marcadas, mismos que promueven el sueño romántico de volver al pasado. Sin tecnología, sin variedades mejoradas y claro, muchas hambrunas recurrentes.
¡Ah! Ese último detalle es el que se les pasa de largo. Tampoco se considera, que gracias a los avances en la agricultura, es que la mayoría de nosotros, podemos ir al colegio, estudiar una carrera, generar industria, fabricar refrigeradores, donde podemos conservar no solo alimentos, pero hasta vacunas. Incluso, tenemos tiempo de mejorar semillas y poder estar preparados para mayores regímenes de sequía o de altas temperaturas.
Si la mayoría se volviera agricultor, además de no tener el tiempo para todo esto, tendría que afrontar la pérdida de sus cultivos por una plaga o un desastre natural, o una epidemia, que lo deje postrado en cama. Y precisamente, justo ahora en tiempos de Covid-19, es que tenemos la gran fortuna de que, gracias a los productores, grandes, medianos o chicos, hemos podido tener lo suficiente en las ciudades, desde huevo, leche y carne, hasta vegetales y frutas.
Pero hoy, hay grupos en distintos países, a los cuales, pareciera les da envidia, que un país como Bolivia pueda llegar a producir más y mejor, dejar prácticas ineficientes y adoptar tecnología y hasta biotecnología. Parece inverosímil, pero sí, algunos parece que prefieren que nuestros productores vuelvan a la guadaña y kerosene para matar plagas.
Bolivia al ser parte del Mercosur, tiene la oportunidad de ponerse al día, dejar de que Santa Cruz sea su única zona con alta producción de alimentos, y empezar a potenciar la zona de valles altos e incluso el altiplano. Además de lograr alimentarnos, podríamos exportar a los que ya se acabaron toda su diversidad y hoy, tienen muchos grupos “ambientales”, promoviendo el seguir estancados en la producción de alimentos.
Fern, de Francia promovió hace poco una protesta masiva contra el acuerdo Mercosur-UE. Ellos alegan que el medio ambiente, que la contaminación, sin embargo, disfrutan de una economía y desarrollo, gracias a que durante siglos, destrozaron sus propias tierras. Hoy, en los países del Mercosur, se halló la maravilla del método de siembra directa y con el complemento de formar profesionales muy capacitados en agricultura, biotecnología, edafología y otras áreas, se generan nuevas maneras de practicar una agricultura mucho más en sintonía con nuestro entorno.
Pero a una ONG, como Greenpeace, no le importa si producimos menos, si nos envenenamos con micotoxinas o si volvemos a las épocas de las hambrunas. Quizás haya que recuperar la costumbre de revisar la historia y formarnos más en hechos científicos. De lo contrario, y en este esquema que nos deja esta pandemia, no estamos lejos repetir la escasez constante de alimentos.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología