La violencia y el abuso sexual infantil
contra niñas y niños es un flagelo que está afectando a millones en todo el
mundo, robando la inocencia y dejando cicatrices que perduran por generaciones.
El abuso sexual infantil no distingue entre razas, clases sociales o culturas. Se infiltra en todos los rincones, aprovechando la confianza y la vulnerabilidad de las y los más jóvenes. Los perpetradores a menudo son personas cercanas, figuras de confianza, lo que hace aún más difícil para las víctimas hablar y buscar ayuda. Este silencio, esta complicidad involuntaria, solo perpetúa el ciclo de dolor y sufrimiento.
La Fiscalía Especializada en Delitos de Violencia en Razón de Género y Juvenil, informó que a nivel nacional, del 1 de enero al 10 de abril del año pasado, se registraron 14.267 casos de violencia en razón de género, de los cuales 3.342 corresponden a delitos contra niña, niños y adolescentes. Es responsabilidad de la sociedad en su conjunto, proteger a la infancia: padres, madres, profesor@s, director@s, administrador@s y todas las personas e instituciones que deben contribuir en la defensa y protección integral de la niñez.
Según Naciones Unidas, Bolivia debe tomar medidas contra la violencia sexual y el infanticidio. Hace un año el comité especializado en los derechos infantiles pidió al país acciones inmediatas en favor de las garantías fundamentales de los menores de edad, especialmente de la niñas, quienes a menudo sufren violencia sexual y asesinatos, especialmente en las zonas mineras y turísticas. Además, instó a investigar debida y rápidamente todas las denuncias de este tipo de abusos.
El último caso de abuso sexual a una niña de cuatro años en el pre kínder del colegio Alemán Mariscal Braun de La Paz, se dio en pleno día, dentro del baño de un establecimiento donde supuestamente las niñas y niños deberían estar protegidos en todo momento. Es hora de romper el silencio, de confrontar este flagelo con valentía y determinación, como lo está haciendo la madre de una niña abusada sexualmente por dos porteros del colegio.
Las secuelas del abuso sexual infantil son devastadoras y de largo alcance. No se limitan al daño físico o emocional inmediato, sino que se extienden a través del tiempo, infligiendo heridas profundas en el alma y la psique de l@s sobrevivientes. Much@s luchan con problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático.
Sus relaciones interpersonales se ven afectadas, y a menudo enfrentan dificultades para confiar en los demás o establecer vínculos íntimos. El abuso sexual infantil no solo roba la inocencia de una niña o niño, sino también su capacidad de disfrutar plenamente de la vida. Sin embargo, a pesar de la gravedad de esta crisis, el abuso sexual infantil a menudo se minimiza se ignora o se tapa por completo. Existe un estigma arraigado que rodea a las víctimas, culpándolas a veces por lo que les ha sucedido. Esto solo sirve para aislar aún más a quienes necesitan desesperadamente apoyo y comprensión.
Es necesario educar a las niñas y niños sobre sus cuerpos, sus límites y la importancia de hablar cuando algo no está bien y sobre todo creerles, capacitar a los padres, madres y cuidador@s para que reconozcan las señales de abuso y sepan cómo actuar. Así mismo, mejorar los sistemas de denuncia y apoyo para que las víctimas se sientan seguras al hablar y sepan que serán escuchadas y protegidas. Considerando que el caso de violación motivo de este artículo, se ha producido en el baño de un colegio, se deben instalar cámaras en todos los establecimientos educativos, particularmente en áreas donde no existe control social.
Además, se debe abordar las causas subyacentes del abuso sexual infantil. Esto implica desafiar las estructuras de poder desiguales que permiten que el abuso prospere, así como enfrentar las raíces de la violencia y la misoginia en nuestra sociedad. Tod@s debemos ser defensor@s activ@s de la seguridad y el bienestar de l@s niñ@s, trabajando junt@s para crear comunidades donde puedan crecer y prosperar libres de violencia.
En última instancia, poner fin al abuso sexual infantil requiere un compromiso colectivo. Requiere coraje para enfrentar la verdad incómoda, empatía para apoyar a quienes han sido afectad@s y determinación para crear un mundo donde cada niño y niña pueda vivir sin temor. No podemos permitir que el silencio nos paralice y seamos cómplices, debemos levantarnos, alzar nuestras voces y exigir un cambio. Es hora de romper el ciclo del abuso sexual infantil y construir un futuro más seguro y esperanzador para las generaciones venideras.