Los Malditos es el título de mi cuarto poemario, publicado
hace 20 años bajo el pseudónimo de Myguel Angel, fue el primero de calibre
social. Nací en dictadura y esa era una cuenta pendiente, tras lo sucedido el
pasado 26 de junio en La Paz, percibo que la historia se repite. el primer
enemigo del boliviano es el boliviano. El prólogo de dicho libro lo escribió el
fallecido periodista y analista político Cayetano Llobet, capta con agudeza la
esencia de esos “malditos” que buscan perpetuarse en el poder. Las palabras de
Llobet se tornan inquietantemente pertinentes en el contexto actual, reflejando
la constante lucha contra aquellos que desean al parecer convertir a Bolivia en
la próxima Venezuela.
El poemario comparte las náuseas y rabias que muchos sentimos ante aquellos “malditos” que “tienen trono, sin sentencia ni condena”. Estos individuos, tanto políticos como militares que desde hace tanto sofocan al país, aunque puedan reinar por un tiempo, no escaparán del juicio de la historia y de la pena que infligen a la sociedad. Llobet señala: “creo entender tu desilusión y hasta tu hastío ¿me puedes decir qué es lo que esperabas? Naciste cuando tu madre no podía gritar tu parto sin sospecha, porque naciste en dictadura: ¡en dictadura todo es sospechoso! Y el primer llanto de un niño jamás es bienvenido, ¡porque ese sí es llanto de esperanza!, y -¡te regalo algo bueno!- la esperanza es enemiga de las dictaduras, perdón, ¡las dictaduras son enemigas de la esperanza!”.
En su reflexión, Llobet evoca las dictaduras que marcaron nuestra historia, donde los dictadores “mataban en los estadios” y “arrojaban a sus víctimas al mar.” Aunque estos regímenes fueron derrotados, las cicatrices que dejaron son profundas y persistentes. Llobet afirma con una mezcla de esperanza y melancolía: “hemos derrotado a los dictadores... A esos malditos, a esos desalmados, los hemos derrotado!” Sin embargo, los eventos recientes muestran que los fantasmas de esos tiempos oscuros aún acechan.
La desilusión de Llobet se hace palpable cuando menciona las promesas incumplidas tras la caída de las dictaduras. Se esperaba un futuro de “educación, de salud, del empleo y de la vivienda,” pero en su lugar nos encontramos con “la ausencia de plenitud, ¡con el vacío!” Esta desilusión refleja el sentimiento actual en Bolivia, donde las esperanzas de progreso se ven socavadas por la corrupción y la ambición desmedida de los líderes. El poder por droga, o la droga del poder.
La mordaz observación de Llobet sobre los “malditos” que usan su inteligencia y talento para repartir beneficios y poder en lugar de servir al pueblo es un reflejo directo de la situación creada explícitamente por los masistas, donde el primer enemigo del país es Morales. Con amarga ironía, Llobet ruega a estos individuos que al menos mientan con algo de gracia, que disimulen su cinismo: “He pedido que mientan, porque no aguanto su cinismo.” Pero en realidad, la mentira se ha convertido en una herramienta descaradamente rentable, empleada sin vergüenza por aquellos que buscan perpetuarse en el poder.
El prólogo culmina con una reflexión sobre la verdad y su representación en la poesía. Llobet se pregunta: “¿Será la poesía una forma de completar la verdad?” En un mundo donde la verdad parece fragmentada y distorsionada, la poesía se convierte en un acto de resistencia. Mi poemario Los Malditos no es solo una denuncia, sino una herramienta poderosa en la lucha por la verdad y la justicia en nuestra sociedad.
Por ello el título del prólogo de Llobet: “¿Prólogo, presentación, advertencia o complicidad?” ofrece una respuesta en sus últimas líneas la respuesta como un espejo de la realidad boliviana: “No sé de qué verdad hablamos. Por lo menos tienes el consuelo de hacerlo en forma poética. Déjame a mí el consuelo de hacer prólogo, presentación, advertencia ¡o simplemente complicidad!”
Hoy, querido lector, le invito a recordar su advertencia sobre estos malditos. La constante erosión de la verdad y la justicia requiere nuestra vigilancia y resistencia, exigen el cambio. No podemos permitir que los malditos, antiguos o actuales, prevalezcan. Ahora es cuando se puede salvar la patria.
Los Malditos cierra con el siguiente poema, abreviado y modificado para esta columna:
Dignidad
¿Qué hice yo para que no me amaran? / Tener mar y cielo, playa y sal, selva y monte. / Ser grande y bella, brindar tierra pura, llanura y serranía. / Dar a mis hijos el más bello hogar, soberanía. / Cómo tolerar el abuso y el dominio, cómo soportar mi exterminio. / Aguantar el vacío del gobernante, la ceguera del militante. / Resistir peleas entre hermanos, destruirme por todos los lares. / Ser violada una y otra vez. / Llamarme Bolivia para vivir abusada. / Amé tanto a mis hijos para que me destrozaran. / Sangré la herida que no será lavada. / Mis hijos me olvidaron y aquí estoy, moribunda. / Dime, Señor, ¿qué hice? / Mira a mis niños enterrados en el vientre, para que sobrevivan los soberbios, los agresores. / Solo me queda que tú, Dios, te apiades de mí. / No hay nada que alivie esta pena. / Te lo suplica tu hija, tu niña que muere, llamada Bolivia.