Para quienes creemos desde la fe, Dios no es un amuleto para los momentos de urgencia ni un recurso emocional cuando la vida se tambalea. Por eso comienzo por el final del discurso del Presidente Paz, cuando evocó la Teofanía de la Zarza Ardiente, y Dios le respondió a Moisés: “Yo Soy el que Soy”. No fue un compartir de ocasión, sino la afirmación de un principio esencial: gobernar es servir, ser y estar. El servicio no es un gesto ni una pose. Es entrega, sacrificio y compromiso, justo lo que necesita a gritos el país para supervivir en este nuevo capítulo de su historia moderna.
Los primeros gestos del nuevo gobierno lo expresaron con claridad; la bendición a la autoridad a puertas de la Catedral Metropolitana, la restitución de la cruz y del Escudo Nacional no fueron actos protocolares ni estéticos, son acciones. Cuando una nación restituye sus símbolos, recupera parte de su memoria. Y cuando recupera su memoria, comienza a preguntarse de nuevo quién es y hacia dónde se dirige.
Esta preciosa oportunidad llega después de dos décadas marcadas, por lo que el Jefe de Estado denominó el “Estado tranca”. Y conviene decirlo con precisión y sin rodeos: lo que tranca no fue el sistema; sino los individuos. La tranca es la distancia entre el decir y el hacer, entre la promesa y la realidad, entre el verbo y su ejecución.
Durante años, el país ha vivido atrapado en la oferta truculenta, en el anuncio narcisista de un exgobernante que, hoy por hoy, se esconde en algún recoveco del Chapare; la tranca es el resentimiento, la ignorancia, la putrefacción de la ideología. Por eso fue tan significativo que, mientras el Mandatario mencionaba el desabastecimiento de gasolina y diésel, pasen imágenes de camiones que transportaban dichos carburantes, ingresando al país para abastecer a las estaciones de servicio. Esa es la cara de la seriedad.
Víctor Paz Estenssoro lo expresó con claridad meridiana hace más de medio siglo: gobernar es servir, no servirse. Quienes no entendieron ese principio, quienes usufructuaron del Estado y se sirvieron de sus recursos deberán asumir las consecuencias. La justicia puede llegar en los tribunales o en los silencios de la vida, pero llega.
La historia siempre ofrece la oportunidad de redimirse con humildad, pero para ello se necesita coraje y consciencia. Hay que ser iluso si se espera esto de quienes dejaron el país en estado paupérrimo, como ejemplo hay que ver las oficinas del Ministerio de Economía, tal como denunciaba el nuevo Ministro Espinoza. El MAS debe rendir cuentas, y pronto.
Por todo esto el cambio de gobierno es, ante todo, un logro del pueblo que ganó democráticamente, un logro que exige máxima concentración, un logro que permite la oportunidad de volver a respirar en Bolivia. Este cambio permite también que la libertad se haga carne, primero con los perseguidos políticos Luis Fernando Camacho y Marco Antonia Pumari, luego con la expresidente Añez, a quien le toca cicatrizar casi cinco año de prisión impuesta. Estos actos diabólicos tienen responsables que pagarán por el daño ocasionado, es cuestión de tiempo.
Es en este momento histórico en el que corresponde un reconocimiento que no puede quedar fuera. Durante estas dos décadas los colegas periodistas, tanto dentro. como fuera del país, sostuvimos la palabra cuando la censura avanzaba, cuando la intimidación era norma e informar arriesgado.
Hubo colegas perseguidos, golpeados, hubo casas de periodistas incendiadas. Parecía que no existía fin para la maldad masista. Aun así, la tinta, impresa y digital, no se detuvo. La palabra, cuando se la sostiene con dignidad, abre paso. Por eso esta democracia reinstalada es también un triunfo para quienes escribieron, denunciaron, documentaron y resistieron los ataques dentro y fuera del país. Mi homenaje es para ellos.
La situación económica es muy grave. Aun tomando las decisiones correctas desde ahora, Bolivia necesitará al menos una década para estabilizarse, la tarea es titánica. No bastan solamente con profesionales competentes, se necesitan personas empáticas, serias, comprometidas, y con ganas de servir sin esperar recompensa.
Nadie gana las guerras con palabras, se necesitan acciones sólidas. La tan apabullada palabra paz exige sacrificios, porque la paz no es un lugar al que llegar sino un proceso permanente. En ese sentido la reconstrucción del país requiere inteligencia sin revanchismo, firmeza sin estridencia. Se requiere de hacedores que reconstruyan el país, y de vigilantes que protejan la cumbre alcanzada.
La democracia se ha reinstalado en Bolivia, con ella vuelve la posibilidad de hacer, será lento, paso a paso. Y hacer en el contexto actual demanda creatividad y resiliencia. Por eso, querido lector, querida lectora, ahora que hay un poco de aire, menos ruido y algo de calma, levante la mirada al horizonte y respire aliviado.