Mucha gente no admite el más mínimo logro de Evo y el MAS. Muchos otros no admiten que hubieran cometido el más mínimo error. Para estos dos bandos es imposible hacer una evaluación objetiva. Hay un sector mayoritario que tiene un criterio independiente. Son los que están dispuestos a evaluar daños y logros de una manera ecuánime.
El mayor logro del poder populista es la inclusión, no solamente social, sino también económica, política y cultural. Lo vemos en todas partes. Hay estadísticas que lo prueban. Las publican agencias multilaterales de desarrollo como la ONU, el BM y el FMI.
Bolivia es otro país. Se puede cuestionar la magnitud relativa de cada uno de esos datos, pero no su existencia. Lo que está en debate es si se deben a las gestiones del MAS o si son producto de la gigantesca catarata de recursos que les llovió sin ningún mérito.
Países exportadores de materias primas alcanzaron índices de desarrollo iguales o superiores a los de Bolivia por este mismo auge. La excepción fueron países mucho más ricos que Bolivia con gobiernos afines al del MAS. Venezuela, gran exportador de petróleo, cayó en la penuria más absoluta. Argentina, gran exportador de granos, se empobreció increíblemente.
¿Por qué no pasó eso en Bolivia?
El Ministro de Economía del Presidente Evo Morales lo convenció que podía prometer comunismo, pero tenía que entregar consumismo. Evo puso dinero en manos de la gente. En las ciudades los marginados accedieron visiblemente a celulares, automóviles chutos y no tan chutos, viajes en avión, supermercados, restaurantes, clínicas privadas y cuentas bancarias.
Lo que más los benefició en el campo fue la llegada de miles de nuevas escuelas, canchas de pasto sintético y gimnasios techados. El país en su conjunto se benefició con la mejora y la ampliación de la red de carreteras interdepartamentales y rurales.
La receta del reconocido economista británico Keynes funcionó mientras hubo plata. El mercado interno creció. Los productores nacionales se beneficiaron. Cientos de dirigentes de movimientos sociales y miles de sus seguidores ascendieron a la clase media. Canjearon apoyo político por prebendas. Hubo denuncias probadas y no probadas de desperdicio y corrupción.
El método fue perverso pero el resultado fue benéfico. Sin una amplia clase media es difícil que prenda cualquier democracia. Los dictadores Maduro y Ortega se dieron cuenta de que una clase media mayoritaria los rechazaría. Por eso no la dejan surgir. Por eso mismo los padrinos de Evo lo están abandonando. Buscan una opción aceptable para la clase media.
Los falsos logros que reclaman Evo y el MAS como suyos empiezan con la creación de industrias supuestamente rentables. Son montones con nombres que terminan en “bol,” como Cartonbol y Papelbol. Solo generan pérdidas y apoyo político de empleados sobrantes.
La planta de azúcar de San Buenaventura y la de urea en el Chapare son ejemplos groseros de inversiones enormes en proyectos poco o nada rentables. Los paceños ansiaban tener su propia producción azucarera para competir con la de Santa Cruz. Los cocaleros necesitaban abonar sus cosechas y mejorar su transporte. Evo cumplió con sus demandas.
Los repetidos anuncios de exploración exitosa de hidrocarburos son falsos. Se niega que falte el gas que la Argentina y el Brasil exigen con insistencia por contrato. Hace años se anuncia la industrialización del litio. Nos dicen que lo exportamos en forma de carbonato. Nos hacen creer que fabricamos baterías de litio. Nos hacen pensar en producir automóviles eléctricos.
Convirtieron la vergonzosa derrota de La Haya en un gran triunfo. Proclamaron que ese fallo humillante optimizó nuestra posición negociadora con Chile. Esta iniciativa pudo haber sido menos dañina o incluso exitosa si no hubiera sido por la intromisión inoportuna de Evo.
Las gestiones de Evo capacitaron a miles de ineptos e ignorantes en el ejercicio de cargos públicos. Aprendiendo de sus costosos errores, unos pocos se convirtieron en honestos y efectivos servidores públicos. La intención no era esa. Era copar el poder con sus adeptos.
Cuando la ley le prohibió ser candidato, Evo designó a Luis Arce para asfaltar el camino de su retorno. Sin darse cuenta dio un primer paso para superar la lacra de su continuismo. Sin quererlo, su decisión devolvió la alternabilidad democrática.
El Presidente Arce comete abusos contra la democracia para demostrar a los dirigentes de los movimientos sociales aun prebendados por Evo que tiene la fuerza del caudillo que no es. Bajo el ataque sostenido del populismo redivivo con Arce en la presidencia, la democracia liberal y representativa no acaba de nacer. El populismo debilitado tampoco acaba de matarla.
El populismo hace creer que cree en las elecciones. Las usa solo para darse un baño de legitimidad. Si lo necesita tuerce los procedimientos y resultados electorales. Fue el más sorprendido de ganar sin trampas visibles las elecciones presidenciales de 2020.
Dos sectores de votantes se habían alejado del MAS por los abusos del caudillo. Su nuevo candidato retuvo a la clase media ascendente. Reconquistó a la clase media progresista. El triunfo de Luis Arce probó el peso decisivo de una nueva clase media de instintos moderados. Los excesos del gobierno de transición y las campañas despistadas de los candidatos opositores la ahuyentaron.
La Revolución Nacional de 1952 dio pasos gigantes para mejorar la inclusión. Sus esfuerzos quedaron cortos. Evo y el MAS crecieron a la sombra de esos fracasos. Jamás reconocerán que sus propios éxitos no hubieran sido posibles sin los avances todavía inconclusos del MNR.
Pocos han notado la curiosa paradoja de la democracia cuando cae en manos del populismo. Los gestos de un gobierno populista son fingidamente democráticos. Terminan reforzando sin querer la forma de gobierno que tratan de destruir con tanto celo.
La próxima entrega repasará los principales daños del populismo en Bolivia.