Dice muy bien de la dirección y ejecutivos del periódico El Deber el haber acogido entre sus columnas de opinión un artículo que critica a la derecha boliviana por no tomar en cuenta los cambios operados por el MAS en los últimos 20 años.
El artículo se titula “Una derecha insustancial”, publicado el 22 de diciembre de 2024. Por alguna razón El Deber no revela el nombre de su autor.
Es una señal de tolerancia y pluralismo que este respetado periódico acepte opiniones contrarias a su línea editorial, así como son contrarias a la opinión de una mayoría de sus lectores.
Cualquier mirada ecuánime de un izquierdista, un derechista o un observador imparcial puede constatar fácilmente que los cambios efectuados por el MAS durante casi 20 años tienen aspectos altamente positivos y aspectos tremendamente nefastos.
La inclusión en la clase media de un gran sector que se ha enriquecido con las políticas redistributivas y corruptas del MAS es altamente favorable para la consolidación de la democracia liberal y representativa. A pesar de los orígenes espurios de este cambio, hay que reconocer que el proyecto democrático depende de la ampliación de la clase media.
La democracia liberal y representativa es un proyecto muy frágil. Intenta implantar una forma de gobierno que se cae sin el sustento de una amplia clase media. Por el contrario, la democracia fingida del MAS depende de un rebaño de seguidores a los que el MAS prefiere mantener sojuzgados.
Es una pena que la clase media emergente haya sido maleada por el MAS. A tiempo de impulsar su ascenso, el Presidente Evo Morales les insinuó “ahora les toca pero no se hagan pescar.” Les dijo que eran “la reserva moral de la humanidad” a tiempo de mostrarles cómo se asaltan las arcas del estado en nombre de la honradez y la democracia.
Para el MAS la democracia (al igual que el socialismo y el indigenismo) son tres taparrabos o caretas para disimular su proyecto autocrático. Lo que el MAS llama democracia es un proyecto que se infiltra en las instituciones democráticas para ponerlas al servicio de un pequeño grupo que acumula poder y riqueza en nombre del pueblo.
El bloque compuesto de lo “nacional popular”, tan alentado por el idealista orureño René Zavaleta Mercado, ha sido convertido por el MAS en una manga de aprovechadores que viven del estado. En vez de generar una nueva clase media de ciudadanos autónomos, responsables y tolerantes, los gobernantes del MAS han engendrado todo lo contrario.
La toma de conciencia democrática detectada por Zavaleta en sus observaciones optimistas sobre el rechazo del campesinado al golpe de Natusch Busch en noviembre de 1979 ha sido transformada por el MAS en una toma de conciencia por el oportunismo, la corrupción y las jugosas ventajas del asalto al estado.
Primero el MAS fomentó el espíritu de un rebaño de ovejas para que sigan a su pastor hasta la muerte. Así se formaron los seguidores de Evo Morales. Luego el MAS impulsó las carreras oportunistas de los dirigentes de los movimientos sociales. Estos capos mostraron a sus bases que lo único que cuenta es saber de qué lado de la marraqueta está untada la mantequilla. El resultado de estas tácticas fue la total perversión de lo nacional popular.
La mayoría de los precandidatos opositores prefiere ignorar el hecho de que la clase media emergente se está apartando del MAS. La mayoría está hastiada con sus abusos. No todos los emergentes son corruptos y aprovechadores. Como es natural casi todos miran hacia arriba. Ya no quieren ser como Evo. Ansían ser aceptados por la clase media tradicional.
Son nada menos que el tercio pendular de los votantes que decidirá la próxima elección presidencial. Muchos precandidatos opositores los descartan. No intentan conquistar su voto. Tal vez lo hacen porque quieren rechazar todo lo que proviene del MAS, tanto lo malo como lo bueno. Tal vez tienen miedo de que los tilden de aliados secretos de Evo o de Arce.
El autor de ese artículo no toma en cuenta el envilecimiento progresivo de una de las principales banderas de la izquierda boliviana. El MAS ha pervertido lo nacional popular de la manera más deliberada y sistemática posible.
Lo ha hecho desde antes de su fundación hasta el día de hoy. Nada indica que ninguno de sus intelectuales, de sus aliados externos o de sus dos sectores en campaña uno contra el otro tenga la menor intención de corregir este error histórico.
Los efectos dañinos del modelo económico del MAS ya se sienten en los bolsillos de todos los bolivianos. Esto debería ser pasajero si se toman las medidas correctas. Reducir el gasto fiscal y aumentar los ingresos no son banderas de la Embajada Americana, del imperialismo o de los sectores hegemónicos de la burguesía local. Basta con aplicar un poco de sentido común a la economía, tal como lo hacen los países socialistas y comunistas más exitosos del planeta.
En cambio la perversión de los hábitos políticos de la población quedará grabada por mucho tiempo en el espíritu de los bolivianos que son víctimas de esta estafa.
Ningún opositor ha planteado un programa creíble de cómo se debe cambiar la cultura política clientelar, prebendalista y corrupta en la que se basa el poder del MAS. A ningún opositor se le ha ocurrido que esto sea un problema. Algunos precandidatos opositores se muestran inclinados a adular a las masas degradadas por el MAS con tal de obtener su apoyo.
El autor de ese artículo se limita a indicar un hecho evidente en medio de ataques a lo que considera es una derecha vacía de contenido. En medio de esos ataques anota que la oposición no toma en cuenta que el país ha cambiado y que ha cambiado para siempre.
No hay que ser muy perspicaz para reconocer que las campañas de una mayoría de los opositores se dirigen a un país que ya no existe. Parecen motivadas por una nostalgia de otros tiempos.
Algunos se apoyan en el recuerdo de las admirables reformas estructurales de Paz Estenssoro y Sánchez de Lozada, que pasarán a la historia administrativa de Bolivia. Otros rememoran los años cuando el General Banzer devino oportuna y patrióticamente en un demócrata exitoso. También hay quienes añoran un retorno a los días más represivos del Banzer autócrata.
Ese artículo toca un punto nodal. La oposición haría bien en tomarlo en cuenta, aunque provenga de un enemigo que les señala su punto ciego.
Uno de los puntos ciegos del autor de ese artículo consiste en ignorar que el MAS depravó a las clases más necesitadas con su cuento del proceso de cambio.