Hoy casi todos los bolivianos, excepto los gobernantes que vuelan en el espacio sideral del Socialismo del Siglo XXI, piensan que si la crisis económica no estalla antes de las elecciones presidenciales de 2025, estallará inmediatamente después de esas elecciones.
Ni los precandidatos opositores ni los mejores economistas se dan cuenta o admiten abiertamente que enfrentar la crisis económica con éxito depende de resolver serios problemas ninguno de los cuales es económico.
Parece obvio decirlo, pero es necesario antes que nada que algún candidato opositor gane las elecciones presidenciales de 2025. Este es un desafío político, por más que los precandidatos presenten excelentes programas económicos como parte de sus campañas.
Además si un candidato opositor llegara a ser presidente a partir de 2025, sería absolutamente necesario que su gobierno resuelva antes de nada las dificultades sociales y políticas que le impedirán aplicar hasta el mejor pensado de los proyectos económicos.
Una oposición sensata tiene que hacer al menos tres cosas si quiere ganar la próxima elección. Y si la gana tiene que hacer al menos tres otras cosas para enderezar la economía.
Primero, tiene que documentar cualquier intento de fraude electoral. Segundo, tiene que evitar la división del voto opositor entre dos o tres candidatos fuertes. Tercero, tiene que conquistar el voto de la clase media emergente que ya está desilusionada con el MAS.
Nada de eso se logra con ninguna propuesta económica.
Y si un opositor llegara a la Presidencia no podría hacer absolutamente nada para enfrentar la crisis económica sin que previamente esa crisis toque fondo. Tocará fondo solamente cuando la población esté dispuesta a aceptar un duro programa de ajuste estructural.
Ese es un tema de psicología social. No se lo entiende ni se lo resuelve con propuestas estrictamente económicas.
En caso de que el MAS pierda las elecciones de 2025 lo más probable es que se reunifique y se convierta en el principal opositor al nuevo gobierno. No se puede descartar que un MAS reunificado mantenga o aumente el poder de movilización del expresidente Morales.
Si eso sucede, el MAS aprovechará el descontento provocado por el ajuste económico para tumbar al nuevo régimen y regresar al gobierno sobre los hombros de los afectados.
Dicho de otro modo, si se quiere resolver la crisis económica con éxito hay que tomar en cuenta dos fases. Cada fase consta de tres condiciones, ninguna de las cuales es principalmente económica.
La primera fase consiste en ganar las elecciones presidenciales de 2025, controlando el probable fraude electoral, ganando el voto de la clase media emergente y evitando la división del voto opositor entre varios candidatos fuertes.
La segunda fase consiste en no caerse del gobierno al intentar imponer duras medidas económicas. En esta fase se requiere que una población escarmentada por los daños de la crisis económica esté dispuesta a soportar un durísimo programa de ajuste estructural.
Varios economistas que saben muy bien que esto es así se han presentado a la carrera electoral pensando con mucha razón que el principal problema que angustia a la población es económico, tal como lo demuestran el alza de los precios de la canasta familiar, la falta de combustibles y la escasez de dólares.
Estos distinguidos profesionales no toman en cuenta que ofrecer con la mayor honestidad un urgente y muy necesario programa de ajuste estructural puede ser veneno para los votantes.
También hay precandidatos que combinan una amplia experiencia política con un razonable dominio teórico y/o práctico de los temas económicos.
Estos precandidatos tradicionales no responden a la sed de cambio de los emputados que se contentan con cualquiera mientras sea nuevo. El mayor desafío de los tradicionales consiste en convencer a los votantes de que pueden remediar su deteriorada situación económica sin espantar su voto.
Samuel Doria Medina es un empresario exitoso que ha sabido lidiar con las confabulaciones políticas del MIR hasta que ha fundado su propio partido con el cual se ha presentado como candidato a la Presidencia. Ha estudiado economía en uno de los programas más prestigiosos del mundo. Hace poco ha presentado un punteo de medidas calculadas para demostrar que sabe de lo que habla sin asustar al electorado.
Tuto Quiroga se ha lucido en el manejo económico como presidente. Hoy explica mejor que nadie lo que se debe hacer para enderezar la economía. Tiene la credibilidad externa y los contactos necesarios para conseguir el colchón de fondos que se necesita para transitar hacia un modelo económico racional. De momento no tiene un partido o sigla que le permita presentar su candidatura.
Manfred Reyes Villa tiene una comprobada capacidad de gestión pública. Llega a los sectores populares con obras bien recibidas. Está en proceso de recolectar firmas para la sigla que le permita presentarse a las elecciones presidenciales de 2025. Es el más combatido de los precandidatos, pero también el más combativo. Si logra ser presidente sabrá mejor que nadie cómo controlar la salvaje oposición del MAS.
No solo los precandidatos tradicionales, sino también los nuevos están obligados a demostrar en sus campañas que son capaces de enfrentar con éxito los desafíos electorales, políticos y sociales que deben resolver antes de que puedan concentrarse en aliviar las angustias que afligen a los bolsillos de los votantes.