El poder populista está en la lona. Su única esperanza es tumbar al próximo gobierno.
Evo calcula que las duras medidas económicas que tomará el próximo Presidente le restarán el apoyo con el que ganó la elección. Quiere hacerlo caer para que nuevas elecciones sean convocadas en pocos meses, lo habiliten y las gane a como dé lugar.
Evo cuenta con el apoyo de las masas que lo siguen como ovejas a un pastor. Al tercio de votantes que lo ha apoyado ciegamente en el pasado es capaz de sumarle un otro tercio, compuesto por los afectados con el inevitable ajuste estructural.
Intuye que los que hoy son opositores al actual gobierno terminarán peleándose los unos con los otros cuando uno de ellos sea gobierno. Se imagina que los actuales candidatos opositores que pierdan en la próxima elección le ayudarán a tumbar al próximo gobierno.
¿Qué podemos hacer para que ese plan no funcione?
Tenemos en nuestras manos un arma de altísimo poder, si sabemos cargarla y disparar al blanco adecuado. Es un arma pacífica. Se llama voto.
Es inútil si no está cargada. Eso es lo que pasa con el voto nulo, indeciso, en blanco o la abstención. Son armas descargadas. El voto es un arma que tampoco sirve de mucho si se dispara a un blanco equivocado.
Esta elección ya está definida a nivel presidencial.
Cualquiera de los dos principales candidatos de oposición sabe cómo reponer la economía devastada por el MAS. Todo muestra que uno de ellos ganará el 17 de agosto. Nos toca a los votantes escoger al que tenga las mejores posibilidades de gobernar sin ser tumbado en cuestión de semanas.
La primera vuelta es la única que define la composición de la Asamblea. En la primera vuelta se elegirán los parlamentarios que sostendrán o tumbarán al próximo gobierno. La segunda vuelta solamente sirve para elegir entre los dos finalistas de la primera.
La gestión del próximo gobierno estará en peligro si no cuenta con una mayoría de asambleístas. Si la mayoría de la Asamblea está en su contra correrá el peligro de caerse. Lo que está en juego con nuestro voto de primera vuelta es la composición de la Asamblea. Se trata nada menos que de la estabilidad del próximo gobierno y del futuro de la democracia.
La oposición tiene el lujo de contar con dos candidatos de primera.
Los indecisos tienen que sopesar por cuál de ellos votar. No les queda tiempo para pensarlo. La oportunidad vuela. No hay por dónde experimentar. Es una decisión difícil, pero se la tiene que tomar. Al votar en la primera vuelta estaremos apostando al futuro de nuestro país.
Tuto Quiroga es un hombre de estado. Sus actuaciones de gobierno lo prueban ampliamente. Ordenó las finanzas. Negoció el perdón de la deuda externa. Suscribió tratados para la venta de gas a la Argentina y el Brasil. Logró una tregua con el movimiento sindical. En medio de la crisis de 2019, como un opositor responsable, armó la sucesión constitucional de Jeanine Añez.
No es cierto que Tuto sea un candidato de extrema derecha. Es un excelente candidato de centro derecha. Su apoyo más sólido proviene de la clase media alta. Como el verdadero demócrata que es, Tuto ha denunciado los abusos de Donald Trump, el héroe de muchos miembros de las clases altas bolivianas.
Tuto promovió la redacción y puesta en práctica del Estatuto del Funcionario Público. Más de 5.000 funcionarios fueron acreditados en base a méritos profesionales por un equipo de expertos a cargo de una entidad totalmente imparcial, la novedosa Superintendencia General del Servicio Civil.
Al poco tiempo de tomar el poder, Evo convirtió esta admirable iniciativa de Tuto en una Dirección del Ministerio del Trabajo. Le encargó dar pegas a miles de personas que lo apoyaban. La mayoría de los políticos prefieren dar un dedazo a sus partidarios en vez de que se los seleccione en base a méritos. Solo un hombre de estado como Tuto pone los intereses del país por encima de los propios.
Samuel entiende que la polarización regional y étnica es un truco que los políticos del montón usan y abusan para generar apoyo barato.Desde hace décadas apoya a jóvenes emprendedores de las clases media y baja con capacitación y fondos de arranque. Ha hecho importantes inversiones en oriente y occidente. Ha creado oportunidades y miles de empleos para collas y cambas.
Samuel es un candidato moderado de centro izquierda. Como economista titulado en uno de los mejores programas del mundo entiende perfectamente las causas y los remedios del desastre económico que han dejado los 20 años del poder populista. No por eso descarta sus logros positivos, como la inclusión social.
Es el único opositor que se ha tomado el trabajo de organizar un partido político a nivel nacional. No necesita prestarse o comprarse siglas para presentar su candidatura, ni buscar miles de firmas para respaldarla. Unidad Nacional no es un partido nuevo ni de masas. Es un partido permanente compuesto de cuadros de alto nivel.
La ventaja decisiva de Samuel está en su entorno. José Luis Lupo, Roberto Moscoso, Gustavo Fernández y muchos otros son valores experimentados en lo económico y sensatos en lo político. Las candidatas y candidatos que Samuel ha seleccionado para la Asamblea se comparan muy favorablemente con los demás.
Samuel tiene las competencias y los reflejos de un empresario exitoso. Su campaña está bien organizada. Su acompañante de fórmula es un lujo. Lo necesitará para presidir la Asamblea y lidiar con los tropiezos que le pondrán los asambleístas de los dos extremos para intentar tumbarlo. La mayor parte de la tarea del vicepresidente consistirá en concertar pactos y armar acuerdos.
Es natural y legítimo que Tuto y Samuel hayan competido duramente durante la campaña presidencial.La democracia requiere un fuerte contraste de personas y programas, siempre y cuando no excedan los límites de la decencia y mantengan su lealtad con la democracia.
La guerra sucia dice mal del que la promueve o la tolera. Ensucia la campaña. Resquebraja al frágil proyecto democrático que ya está seriamente dañado por 20 años de polarización social, de prostitución de las instituciones, de fraude y desperdicio de los inmensos recursos del gas, de corrupción generalizada y de degradación de partes de la clase media emergente.
A Samuel y Tuto les espera el mayor desafío de su vida. Deben ponerse de acuerdo para restaurar el malherido proyecto de la democracia liberal. Deben hacerlo para promover el ejercicio de una ciudadanía autónoma, responsable y tolerante. Con ovejas un proyecto democrático no dura.
Si suman sus esfuerzos para darle solidez y continuidad al próximo gobierno, el país se lo agradecerá. Pasarán a la historia como héroes. Si uno de ellos termina unido a Evo en el intento de tumbar al otro para presentarse en nuevas elecciones tendrá que irse del país.
Los votantes esperamos lo mejor, pero debemos estar preparados para lo peor.
Por eso le daremos nuestros votos de primera vuelta al candidato que nos parezca que tiene las mejores posibilidades de rescatar la economía sin desmejorar las tareas inconclusas del proceso de cambio. El desafío del próximo gobierno es impulsar estos dos objetivos de una manera simultánea.
Los indecisos y los moderados debemos concentrar nuestro voto de primera vuelta en Alianza Unidad. No porque pensemos que Samuel es perfecto o porque lo prefiramos a otros candidatos; lo haremos porque durante sus cinco años de mandato, Samuel no descuidará los logros de los últimos 20 años y porque reordenará la economía en sus primeros 100 días.