Los bolivianos estamos a tiempo para asimilar y aplicar las clarísimas lecciones de las elecciones presidenciales venezolanas del 28 de julio de 2024. Falta un año para las nuestras.
Primera lección
La única manera de que un autócrata desgastado como Luis Arce pueda “ganar” unas elecciones presidenciales es mediante una grosera manipulación del proceso electoral. La oposición no puede evitar esa manipulación, pero puede denunciarla con pruebas irrefutables. Eso es lo que sucedió el 2019, llevando a la renuncia y fuga del autócrata Evo Morales.
La oposición venezolana tomó en cuenta esa lección. Se aseguró de obtener una mayoría de las actas físicas de todos los recintos electorales. Desafió al régimen de Nicolás Maduro a que presente las actas acopiadas por su organismo electoral. Maduro no lo pudo hacer.
Al verse arrinconado, Maduro pidió a los tribunales que acusen a la oposición de falsificar las actas. Les pidió que comparen las actas nunca presentadas por su organismo electoral con las actas acopiadas y publicadas por la oposición.
Está cantado que los jueces obedientes a Maduro dirán que el resultado fraudulento anunciado por el organismo electoral es el válido. Dirán que los resultados señalados por los opositores son los fraudulentos, sentando las bases para procesarlos y encarcelarlos.
Maduro dirá que nadie puede interferir con la soberanía de Venezuela sobre sus asuntos internos. Mientras los militares y la policía lo apoyen, no habrá fuerza en el universo capaz de evitar semejante patraña, ni de poner límites a la represión sangrienta de Maduro.
No existe la más mínima posibilidad de que una intervención externa ponga fin a sus abusos. Cuando más algunos países le impondrán sanciones con las que puede vivir. María Corina siempre supo que sería así. Por eso está dispuesta a emprender una larga resistencia pacífica interna, que Maduro tratará de quebrar con su anunciado baño de sangre.
Son lecciones que el Gobierno de Arce está asimilando con miras a refinar y disfrazar el fraude electoral que necesita para ganar el 2025. No se puede descontar que Evo Morales esté asimilando esas mismas lecciones. Su índice de desaprobación es todavía peor que el de Arce. Tampoco puede ganar el 2025 sin hacer trampas.
La oposición boliviana debería reclutar y entrenar a decenas de miles de observadores electorales para que firmen las actas originales y guarden su copia, además de fotografiarlas y enviarlas desde sus celulares a centros independientes de cómputo.
Por más que ese esfuerzo fuera exitoso, no se puede descartar que los resultados de 2025 los decida un Tribunal Constitucional de magistrados auto prorrogados obedientes al gobierno.
Si eso sucediera la población debería ser capaz de emprender por segunda vez la resistencia pacífica que en 2019 obligó a los más altos personeros del régimen masista a renunciar en cascada, dejando la sucesión constitucional en manos de la oposición.
La oposición venezolana supo aprender y aplicar la lección boliviana de 2019. El 2025 nos tocará aplicar esa lección corregida y mejorada por María Corina Machado.
Segunda lección
Machado logró el apoyo de una mayoría de los precandidatos anti Maduro para acordar un método que minimice la división del voto opositor. Organizaron unas primarias independientes que determinaron al candidato más fuerte. También venció las primarias de oposición con más del 90% de la votación. Maduro encontró un modo de que se la proscriba por 15 años. Ante ese abuso María Corina delegó su mandato a una respetada académica.
El organismo electoral evitó que ella también se inscribiera. Entonces Machado delegó su candidatura a un embajador jubilado. El régimen de Maduro lo aceptó, calculando que eso confería cierta legitimidad a la elección, y que un embajador sin experiencia política no tendría la fuerza de María Corina para denunciar un fraude electoral.
El Gobierno venezolano reclutó un puñado de payasos que se inscribieron como opositores. Nada puede evitar que en Bolivia candidatos útiles al Gobierno dividan el voto opositor para obtener algunos curules en la Asamblea y exhibir su vanidad.
No hay en Bolivia una María Corina capaz de convencer a una mayoría de los precandidatos opositores que acepten un método para determinar cuál de ellos está mejor posicionado para ganar el 2025. No existen condiciones para organizar unas primarias independientes.
Existen otras alternativas para lograr el mismo objetivo. Los precandidatos opositores pueden ponerse de acuerdo en declinar su participación a favor del candidato o candidata que muestre mayor apoyo en unas encuestas.
Una primera encuesta se puede realizar entre todos los precandidatos, incluyendo a los del MAS. Los tres precandidatos opositores que reciban más apoyo en esta primera encuesta pasarían a un primer debate en el que presentarían sus propuestas de gobierno.
Una segunda encuesta preguntaría a los encuestados si escucharon este debate y si favorecen al MAS o son opositores. Si responden que son opositores, los encuestadores les harían varias preguntas para verificarlo y asegurarse que en verdad escucharon el debate.
Una vez que los encuestadores determinan que los encuestados escucharon el debate y que son opositores, les preguntarán a cuál precandidato apoyan. Sus respuestas determinarán cuál de los tres es el finalista que se debe presentar a la elección presidencial.
El ganador de este proceso convocará a los perdedores a formar un equipo que diseñe el programa de Gobierno, determine la estrategia de campaña y acuerde la distribución de candidaturas a la Asamblea.
La administración de este proceso deberá estar a cargo de un grupo de expertos imparciales escogidos por los precandidatos. El costo de estas encuestas y debates se puede sufragar con donaciones de la empresa privada y organismos internacionales.
Existe otra opción de avanzada, que depende de una aplicación que se puede instalar en cualquier celular. Los participantes se inscriben desde su celular para conformar un padrón de votantes opositores independiente del padrón del organismo electoral.
La aplicación permite realizar sondeos periódicos del apoyo que reciben diferentes precandidatos opositores. La aplicación permite cambios de opinión en sucesivas consultas. Permite asimismo cotejar los resultados publicados por el organismo electoral con los obtenidos mediante esta aplicación.
La forma más avanzada y segura de este sistema depende de una tecnología llamada blockchain. Existen más de 10 empresas que ofrecen este servicio a un costo menor que el de unas primarias o unas encuestas.
Los precandidatos opositores pueden evitar la división del voto opositor en 2025 aplicando cualquiera de estos métodos. Debemos exigirles que estén a la altura de seguir el ejemplo que María Corina les ha dado.
Tercera lección
En las elecciones presidenciales de 2020 los candidatos opositores se mantuvieron encerrados en sus propias burbujas. Ignoraron a la clase media emergente cuyo voto fue decisivo para que Arce los derrotara con el 55% del voto válido.
Las elecciones venezolanas demuestran que la oposición conquistó el voto de una mayoría de los pobres que se habían apartado del régimen de Maduro. Por cierto ganaron en los barrios acomodados. Lo extraordinario es que arrasaron en los barrios populares.
Si en Bolivia se impone un fuerte candidato opositor, es absolutamente imprescindible que conquiste a una mayoría de los votantes de la clase media emergente, que se alejó del MAS por sus innumerables abusos y por el fracaso de su modelo económico.
No hay que ser una lumbrera para entender estas lecciones. Los bolivianos que ansiamos un cambio de régimen mediante las elecciones de 2025 debemos exigir a los precandidatos opositores el mínimo de desprendimiento personal que les permita ponerlas en práctica.