Todos nos preguntamos cómo se podrá recomponer la crisis económica. Muy pocos piensan que el actual Gobierno es capaz de hacerlo. Lo tendrá que intentar el próximo. Veamos un ejemplo del siglo pasado.
El gobierno de la Unidad Democrática y Popular (UDP) presidido por Hernán Siles gobernó desde 1982 hasta 1985. Se vio obligado a acortar su mandato debido a la gigantesca crisis económica que generaron sus socios del MIR y del Partido Comunista.
Antes de ese fracaso era muy poco lo que podía hacer una oposición liderada por el destacado líder político Víctor Paz Estenssoro y el exdictador militar devenido en candidato democrático general Hugo Banzer.
Tampoco servían de mucho las recomendaciones de expertos nacionales y extranjeros sobre cómo resolver la crisis. El elemento clave que faltaba era el acatamiento de la población para aguantar un duro programa de ajuste estructural.
Paz calculó que la crisis tocaría fondo durante el gobierno de Siles. Tuvo razón. En pocos meses la inflación llegó a estar entre las 10 más altas de la historia mundial. Don Hernán aceptó honrosamente la reducción de su mandato y convocó a nuevas elecciones.
Solo cuando supo que podía contar con el acatamiento de una población escaldada por la crisis, Paz peleó a fondo hasta ser elegido presidente. Como observaron en esos días unos tarijeños socarrones, “mono viejo no salta en rama seca”.
Al inicio de su presidencia, Paz declaró que “el país se nos muere”. De esta manera generó credibilidad para las dolorosas pero necesarias medidas que tomó bajo el Decreto Supremo 21060.
Volviendo al presente, está claro que la actual crisis económica se puede desbocar en cualquier momento. El gobierno del presidente Luis Arce está haciendo lo posible para que no se salga de control antes de las elecciones de 2025. Sus restricciones ideológicas y sus socios del Caribe no le permiten hacer otra cosa.
Jaime Dunn, Antonio Saravia, Roberto Laserna, Gonzalo Chávez y muchos otros han estudiado a fondo la crisis de 1985, así como las torpezas que han enterrado el modelo económico del MAS. Amparo Ballivián ha diseñado y supervisado programas de ajuste estructural en todo el mundo, donde se han cometido errores iguales o peores que los del MAS.
En lo que toca a un liderazgo político capaz de dirigir estos equipos técnicos y generar apoyo para su ejecución, también contamos con gente muy capaz.
Tuto Quiroga entiende y explica mejor que nadie lo que es necesario hacer. Su visión de la crisis es global. Entiende cómo se deben escoger y coordinar los equipos técnicos que se necesitan para enfrentar la crisis. Tiene los contactos que le permitirían gestionar el colchón financiero que se necesita para servir de puente hacia un nuevo modelo económico.
Carlos Mesa y Samuel Doria Medina son exitosos cada uno en su campo. Cuentan con una amplia experiencia de gobierno. Conocemos sus capacidades y limitaciones. Carlos no termina de salir de su burbuja de confort personal. Samuel no deja de salir de su proyecto basado en un partido político cuyos cuadros responden a su organización empresarial.
El precio que paga Manfred Reyes Villa por curarse en salud del daño que le puede hacer el Gobierno del MAS es el rechazo de la elite cochabambina, que prefiere verlo encarcelado si no denuncia los abusos del masismo.
La gente acomodada no entiende su treta de obtener concesiones del presidente Arce mediante sus ataques a Evo. Por eso el Gobierno ni lo apresa ni estrangula el presupuesto de su Alcaldía, como estrangula los fondos de otros alcaldes.
Ni estos jefes políticos ni los expertos económicos pueden hacer absolutamente nada antes de que la crisis económica toque fondo y la población acepte resignadamente un duro programa de ajuste estructural.
En los próximos 10 meses la oposición tiene una oportunidad de oro para recuperar el tiempo que ha perdido durante 18 años de inoperancia. Si no se divide y si el MAS se presenta dividido, podría ganar las elecciones de agosto de 2025 en segunda o incluso en primera vuelta.
No está claro que este cálculo sea correcto ni que la oposición lo comparta. Lo que sí está claro es que una oposición sensata tiene que hacer al menos tres cosas para ganar la próxima elección presidencial.
Primero, tiene que documentar cualquier intento de fraude electoral. Segundo, tiene que evitar la división del voto opositor entre dos o tres candidatos fuertes. Tercero, tiene que conquistar el voto de la clase media emergente que ya está desilusionada con el MAS.
En Bolivia no parece haber una María Corina Machado que hizo estas tres cosas en su país, a pesar de que el tirano Nicolás Maduro es un hueso mucho más duro de roer que cualquier masista, llámese Evo Morales o Luis Arce o cualquier otro aspirante a tirano de esas filas.
Estas lecciones deberían ser aprendidas por la oposición boliviana. ¿Acaso no se dan cuenta nuestros estimados opositores de que el MAS estudia detenidamente y sigue al pie de la letra las lecciones de su modelo preferido, la Venezuela del déspota Maduro?
Los precandidatos opositores deberían reclutar y entrenar a decenas de miles de observadores electorales para que presencien el recuento físico de las papeletas de voto en una mayoría de las mesas. Deben hacerlo en unas 20.000 mesas.
Deberían asegurarse de que al menos un delegado de partido o un observador electoral obtenga una copia del acta de recuento en una mayoría de las mesas, la fotografíe con su celular y envíe esa foto a un centro independiente de cómputo.
Si los precandidatos opositores no pueden o no quieren tomarse la molestia de organizar esta importante iniciativa, al menos deberían alentar a organizaciones de la sociedad civil, a medios independientes de comunicación o a iglesias prodemocráticas para que lo hagan.
Al mismo tiempo los principales precandidatos
opositores deberían ponerse de acuerdo en un método que permita escoger al
candidato más fuerte, sea mediante encuestas presenciales o virtuales, o bien
mediante algún tipo de primarias independientes.
Una vez determinado el precandidato opositor más fuerte los demás deberían retirarse y brindarle su apoyo para crear un frente común, colaborando en la elaboración del programa de Gobierno, la conducción de la campaña electoral y la selección de candidatos a la Asamblea.
La oposición necesita un líder astuto y decidido que sea capaz no solo de lograr estas tres cosas y ganar la próxima elección presidencial, sino de controlar desde su presidencia los bloqueos salvajes que le hará un populismo vengativo desde la oposición.
Si ese líder no aparece tal vez sea mejor que la crisis toque fondo en manos de un presidente populista. Solamente después de su previsible fracaso una población duramente castigada por la crisis estaría dispuesta a acatar las duras medidas sin las cuales nadie puede resolverla.