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29/11/2020
El Tejo

Las zancadillas de la historia

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco

Los primeros días del nuevo gobierno del MAS muestran que sus operadores no han entendido los mensajes de la ciudadanía, y están abocados a copar la administración estatal, perseguir a sus adversarios y rendir pleitesía al que parecía que era innombrable.

La última avivada ha sido modificar la ley de transmisión del mando para agregar que el gobierno de la presidenta Jeanine Añez era de facto y que Evo Morales fue derrocado por un golpe de Estado. De esa manera, pretenden construir, al mejor estilo trumpista, un relato falso para salvar la defección de Morales y su entorno en las duras jornadas de octubre y noviembre de 2019.

Como ha explicado gente entendida, la modificación cae por su propio peso, pues, resumiendo al máximo, no haber respetado el referendo constitucional de febrero de 2016, haber sido habilitados como candidatos Morales y García mediante una sentencia trucha del Tribunal Constitucional Plurinacional y realizar un monumental fraude electoral, provocaron la movilización de la ciudadanía al punto que los propios dirigentes de la COB y el alto mando militar sugirieron a Morales renunciar a la Presidencia.

Refugiado en el Chapare redactó una carta de renuncia y salió volando a México sin esperar que la Asamblea la considere y acepte o rechace (finalmente fue aceptada). Pero, no se fue así nomás. Por un lado, dio instrucciones para que todas las autoridades que estaban en la línea de sucesión renuncien, tratando de crear un vacío de poder, que fue evitado gracias a arduas negociaciones, que incluyeron a los parlamentarios del MAS, y culminaron con la designación de Jeanine Añez como legítima presidenta. Por el otro, instruyó a su militancia a cercar las ciudades hacer que la gente sufra hambre. Habrase visto pueblo tan malagradecido…

Hoy, sus adherentes, seguramente con su autorización, quieren cambiar la historia… Pero, cuando ésta es tan maltratada se venga haciendo sus jugarretas, y una es que los mismos argumentos con los que el MAS pretende convertir la fuga de Morarles en golpe de Estado, sirven para rehabilitar al expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada.

En efecto, en el proceso político que condujo al derrocamiento de Sánchez de Lozada en 2003 fueron claves tres mensajes. Uno, de las FFAA, que no impidieren una marcha de trabajadores mineros hacia La Paz y anunciaron que no ejercerían acciones en contra de la movilización y en la sede de gobierno la Policía corría el riesgo de ser rebasada. Otro, de la Iglesia que se dio cuenta de que el gobierno ya no tenía oxígeno para continuar y, el tercero, que estaba garantizada la sucesión presidencial.

Entonces, Sánchez de Lozada presentó su renuncia al Congreso y esperó en Santa Cruz su tratamiento. En cuanto se la aprobó, partió a Estados Unidos. Hay otra fundamental diferencia: no dio instrucciones de ninguna naturaleza para subvertir el Estado ni la democracia.

También fue distinta la actitud de la comunidad internacional. En 2003, se dio una peligrosa injerencia en el país. De Perú, porque no quería que se concrete la exportación de gas al norte del hemisferio. Argentina y Brasil, gobernados por Néstor Kirchner y Lula, porque vieron que con la caída de Sánchez de Lozada se beneficiaban corrientes de recambio contrarias a la modernización liberal, y enviaron misiones de “mediación” que se convirtieron en instrumentos de presión en contra del gobierno en funciones. Y ni qué decir de Venezuela que veía en Bolivia no sólo un botín sino la posibilidad de influir en Perú.

En cambio, Morales contó con el apoyo de Venezuela y Cuba, como no podía ser de otra manera, pero también de Argentina y México, que esa vez se acordaron de la importancia de defender la democracia en el país.

En resumen, observando ambos procesos políticos y aplicando igual rasero, la decisión del MAS de tratar de lavar la actitud de su líder en 2019, sirve para calificar el derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada como un golpe de Estado… y, por tanto, los gobiernos que le siguieron tendrían el mismo nivel de ilegitimidad que el MAS adjudica al gobierno de Jeanine Añez.

Juan Cristóbal Soruco es periodista.



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