Efectivamente, las cifras muestran a CC ahora sí de bajada seria –aún no de desplome como quieren argüir algunos analistas interesados más en la propaganda que en el análisis–, respecto de los prometedores 30% al 32% del potencial de votos que Mesa ha venido mostrando en el último par de años en las diversas encuestas orientadas a medir las intenciones del electorado boliviano para las elecciones de fines de 2019.
Bajar de un 32% al 26% en la intención de voto es, para Mesa y su equipo de estrategas, un revés inocultable que en principio debiera significar no solamente un “golpe de timón” en el cómo se ha venido encarando el posicionamiento electoral de Mesa desde fines de 2018, sino todo un ajuste a fondo –o quizá incluso todo un cambio y reemplazo– de la estrategia que CC definió a inicios de 2019 para lanzarse al ruedo electoral.
Esa estrategia, que nos es desconocida, pareciera haber optado por mantener un perfil mediático bajo de Mesa para la primera mitad de 2019 además de escoger por una línea de actuación de no confrontación de Mesa contra Evo Morales. Haya sido esa o no la estrategia de CC para la primera mitad de 2019, en los hechos eso es lo que hemos tenido: Un candidato presidencial de CC poco menos que invisible e inaudible, entre enero y julio, en los medios de televisión y en las radioemisoras.
Todo un despropósito: el principal atributo profesional de Carlos Mesa es el de ser un excelente comunicador y un brillante orador a micrófono abierto. En lugar de un Carlos Mesa abierto a los medios de prensa, el medio año transcurrido entre enero a julio nos ha mostrado a un Mesa enlatado, con mensajes grabados y difundidos en las redes, y mandando las escuetas oraciones permitidas en Twitter. Carlos Mesa, el otrora enérgico orador y experto comunicador de cara al público, reducido a escribir tweets: ¿Era esa la estrategia de CC?
Una estrategia rutilante, habrá que reconocerlo; si esa fue la estrategia: Gracias a ella se ha logrado el extraordinario resultado de hacer caer la intención de voto de Mesa del 32% al 26%. ¿Hay algún responsable? ¿O, si no fue esa la estrategia, estamos solamente frente a un caso de indolencia? ¿De quién? Quizá todo ello ya no importa. Aquí y ahora, para desventura de CC y para tragedia de la democracia, la intención de voto a favor de Mesa ha retrocedido siquiera cuatro puntos, siendo optimistas.
Para empeorar las cosas, el antes averiado Evo Morales, cuyos potenciales votantes hacia fines de 2018 alcanzaban igualmente a un poco más o menos del 32%, ahora cuenta con un potencial de voto del 37%. Remontando sus cifras, el inconstitucional e ilegal candidato del MAS ha empezado a acercarse al 40% del voto que necesita para, en caso de mantener a Mesa con 10% menos que él, hacerse de la Presidencia de Bolivia en una primera vuelta.
Uno debe preguntarse qué es lo que ha sido peor para la democracia y el Estado de derecho en el país: ¿la caída de cuatro o cinco puntos de la intención del voto a favor de Mesa?, o ¿la subida de 4 a 5 puntos en la intención de votos a favor de Morales? En todo caso, ya es estremecedor que un 37% de los votantes bolivianos respalden a un candidato autoritario, despótico, inconstitucional e ilegal como Evo Morales: a un candidato, además, que se enorgullece desafiantemente por haber desconocido los resultados del referendo del 21 de febrero de 2016, que le prohibió constitucional y legalmente a Evo Morales volver a postular a la presidencia de Bolivia.
En cualquier caso, puede decirse que la lucha electoral recién comienza formalmente. Las preguntas son inevitables: ¿Podrá Mesa recuperar su 32% promedio previo en los tres meses que quedan para la elección nacional? ¿Podrá alcanzar algo cerca al 35%? ¿Podrá Morales mantener una diferencia de 10% respecto de Mesa? ¿Podrá alcanzar Morales la cifra del 40% del voto a su favor? ¿Podrá Morales ganar en primera vuelta? Exultantes, los intelectuales y analistas del régimen del MAS muestran estos días un desbordante e inocultable optimismo.
En el campo adversario, desde su adversidad, la oposición sabe que debe reaccionar con urgencia. Si la oposición no reacciona y deja correr el tiempo, el MAS cosechará una nueva victoria para el despotismo. Como están las cosas, el final de julio nos encuentra a los opositores con el deber de replantear nuestros caminos y estrategias. Hay que hacerlo.
Ricardo Calla Ortega es sociólogo.