El término biotecnología fue acuñado por el ingeniero húngaro Károly Ereki, en 1919, al usarlo en el título de su libro: Biotecnología en la producción cárnica y láctea de una gran explotación agropecuaria.
Más adelante, en 1992, el Convenio sobre la Diversidad Biológica definió a la Biotecnología como: “Toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos”.
Cuando elegí la carrera de Biotecnología Ambiental, fue porque no quería una carrera de biología a secas y esta tenía varios componentes más que la volvían atractiva. Curiosamente, al terminar, no quería saber mucho del área de microbiología y hasta el tema de genética me costaba, producto del recuerdo de los largos laboratorios para amplificar ADN a la antigua.
¡Sí! Mi primera experiencia con una máquina de PCR (en español reacción en cadena de la polimerasa), llegó cuando estuve haciendo la maestría y recuerdo haber experimentado el mismo gozo que un niño tiene cuando abre sus regalos de cumpleaños. Un proceso que me parecía tan tedioso, convertido en algo divertido y sencillo.
Aquella experiencia sucedió cuando era parte de las profesoras encargadas de los laboratorios de enseñanza, donde el profesor principal es alguien con mucho renombre y recorrido. Tuve el gusto de ser asistente del Dr. David Pearson. Él siempre insiste en que enseñemos el método científico o la introducción a la biología, con ejemplos que no sean de biología. Ejercicio muy útil para divulgar ciencia, ya que obliga a utilizar ejemplos de otras áreas o de actividades de la vida común, para poder explicar procesos y conceptos complejos.
Así que mi primer manejo del PCR fue para realizar ¡una bacteria luminiscente! La explicación de esta práctica es larga, pero en resumen hicimos bacterias transgénicas. Usamos la E. coli y le añadimos una proteína verde fluorescente (GFP). Para algunos de mis alumnos fue de lo más normal, porque ya habían realizado una práctica similar en sus colegios. Los que nunca lo habían realizado, quedaron sorprendidos de lo sencillo que es aplicar esta herramienta de la ingeniería genética.
Este tipo de biotecnología, que hoy la clasifican como moderna, surge a finales de la década de los setenta, cuando el científico Herbert Boyer, realizó una transformación en una bacteria para que pueda producir insulina humana. Antes, esta era obtenida a partir de animales, a los cuales había que sacrificar y por si fuera poco, no siempre era compatible con el paciente.
Desde que el humano dejó su vida nómada, empezó a desarrollar procesos de biotecnología, logrando fermentar jugo de cebada, uvas o leche o pan. Si bien no entendía a cabalidad qué sucedía, siguió usando estas herramientas. Hoy tenemos claridad de que el trabajo lo realizan las bacterias o levaduras (hongos microscópicos).
Este tipo de herramientas hoy permiten acceder a una esencia de vainilla evitando perturbar a las orquídeas, obtener una enzima para hacer queso, sin molestar a las vacas (quimosina) o incluso, lograr obtener vitaminas y vacunas en menor tiempo.
El 2017, un equipo de médicos alemanes e italianos lograron devolverle la esperanza a un niño con una enfermedad de la piel conocida como Epidermólisis ampollosa. En esta condición, la piel se va desprendiendo, causando mucho dolor y aumentando la posibilidad de múltiples infecciones. La solución pasó por generar piel transgénica a partir de enmendar células madre con una corrección genética.
¿Qué novedades más nos propone la biotecnología? Estaré compartiendo siempre más al respecto, pero quiero aprovechar la oportunidad para invitar a todos, a participar de 12 charlas que son parte del Simposio Internacional de Biotecnología, que se llevará a cabo el próximo martes 16 y es organizado por la carrera de Ingeniería en Biotecnología de la Universidad Católica Boliviana. ¡Quedan cordialmente invitados!
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología