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Filia Dei | 10/05/2025

La medicina aún omite los síntomas de la mujer

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Podría parecer una pieza más de una queja basada en una ideología muy de moda. Pero más allá de esa tendencia, este tema realmente pasa desapercibido la mayor parte de veces por el sector salud en varias escalas. En una sesión del club de conversación para mujeres en temas de ciencia y tecnología, una de las integrantes presentó información muy necesaria para nosotras.

El mal diagnóstico de los paros cardíacos en mujeres sigue siendo un grave problema de salud pública. Aunque las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en mujeres, persiste la percepción errónea de que ellas están menos expuestas a estos riesgos, lo que lleva a que sus síntomas sean subestimados tanto por la sociedad como por el personal médico. A esto se suma que las mujeres suelen presentar síntomas menos reconocibles, como dolor en el cuello, mandíbula, hombro, dificultad para respirar, fatiga o malestar general, en lugar del clásico dolor torácico. Esto provoca que muchas veces acudan más tarde a los hospitales y que el diagnóstico de infarto se retrase o incluso se pase por alto. No faltará el diagnóstico de que solo es estrés.

Históricamente, las mujeres han estado infrarrepresentadas en los ensayos clínicos, lo que limita la evidencia sobre la mejor manera de diagnosticar y tratar sus problemas cardíacos. El manejo médico tiende a ser menos agresivo en ellas: reciben menos intervenciones para abrir arterias, menos terapias médicas pautadas y menos derivaciones a rehabilitación cardíaca. Factores de riesgo específicos, como condiciones relacionadas con el embarazo o enfermedades autoinmunes, también suelen ser ignorados en la evaluación clínica. Todo esto contribuye a que las mujeres no solo sean diagnosticadas de manera errónea, sino también a recibir un tratamiento inadecuado para el resto de su condición.

Eliminar el sesgo hacia el sexo masculino en la investigación médica sigue siendo una deuda pendiente con graves consecuencias para la salud de las mujeres. Durante décadas, los estudios clínicos han priorizado a los hombres como sujetos de investigación, asumiendo erróneamente que los resultados serían igualmente válidos para las mujeres. Esta práctica ha llevado a diagnósticos tardíos, tratamientos inadecuados y una peligrosa invisibilización de síntomas femeninos, como ocurre en el caso de los infartos. Muchos estudios ni siquiera desagregan los resultados por sexo, perpetuando una medicina de “talla única” que no responde a la realidad de la mitad de la humanidad.

A pesar de los avances para impulsar la investigación en salud femenina, los desafíos continúan. Áreas como la salud reproductiva, la premenopausia, la menopausia, la posmenopausia, las migrañas, el Alzheimer o el dolor crónico reciben menos recursos y atención que enfermedades predominantemente masculinas. La falta de financiamiento y la escasa voluntad política para implementar cambios reales mantienen esta brecha. Es urgente que la medicina reconozca las diferencias entre hombres y mujeres desde la formación profesional, que se financien estudios proporcionales al impacto real en la salud de las mujeres y que los avances científicos se traduzcan en cambios efectivos en la práctica clínica. Solo así la ciencia médica podrá ofrecer una atención verdaderamente equitativa y basada en evidencia, dejando atrás la peligrosa costumbre de tratar a las mujeres como “hombres pequeños” o de medicar tratamientos que pueden ir en mayor desmedro de la salud de la mujer que a favor de su cura. 



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