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País con arritmias | 15/08/2025

La libertad en tiempos del Bicentenario

Cecilia Vargas Vásquez
Cecilia Vargas Vásquez

“Morir antes que esclavos vivir”, clama nuestro Himno Nacional, y con ello, durante todo este mes recordamos 200 años de la vida “libre” de Bolivia. Libre entre comillas, porque la historia nos demuestra que, cada cierto tiempo, han existido ciclos en los que algunos se han sentido libres y otros no tanto.

Hay quienes se consideran liberados, pero esas sensaciones se mezclan con resentimiento o con la falta de reconocimiento a algún tipo de esencia, lo que da lugar a vítores como: “hace 500 años”, “los últimos 20 años”, “ahora sí podemos estar en determinado lugar”, o expresiones similares. Muchas de estas frases pueden impulsarnos a seguir un camino de progreso y reconciliación, pero también pueden mantenernos distantes y divididos, pues para algunos el “divide y vencerás” ha dado resultado.

Este preludio de “morir antes que esclavos vivir” busca reflexionar sobre cuán libres somos. Y no hablo de la libertad en conjunto, sino de la libertad individual: la libertad de decir lo que pensamos, de definir nuestro presente y nuestro futuro aprendiendo del pasado, libres de chantajes o extorsiones. Desde el simple hecho de apoyar a un político por convicción –o por depender de algún recurso, ya sea económico o de otra índole–, hasta la posibilidad de estudiar y ejercer profesiones sin que medie un partidismo que no aparece en los procesos electorales, pero sí a la hora de conseguir trabajo. Eso no es libertad, como tampoco lo es tener que votar en las urnas por alguien impuesto por un dirigente en lugar de elegir libremente.

La libertad ha tenido cinco importantes fases en la historia de la humanidad. En la antigüedad, en Grecia y Roma se asociaba a la condición de no ser esclavo, con un tinte principalmente político, vinculado a la polis (ciudad–Estado), y se entendía como el accionar sin coacción. La siguiente fase, correspondiente a la Edad Media y el Renacimiento, relacionaba la libertad con la religión y la capacidad de decidir entre el bien y el mal, incluyendo los conceptos vinculados a la voluntad de las personas.

La tercera fase, en la Ilustración y la Modernidad, promovió el aspecto filosófico de la libertad, introduciendo conceptos asociados a derechos naturales e inalienables, y considerándola pilar fundamental de las sociedades modernas, con un enfoque en la autodeterminación moral y racional de las acciones.

La cuarta fase, correspondiente a los siglos XIX y XX, desarrolló argumentos sobre la libertad económica y política, la propiedad privada y la no intervención del Estado; se promovió la libertad individual de pensamiento y de expresión, siempre que no se causara daño a otros. Estos principios se materializaron en movimientos sociales por los derechos civiles, el sufragio femenino y la abolición de la esclavitud.

La última fase la vivimos hoy, entre quienes creemos en la libertad individual, en la libertad de expresión y en la libertad en la era digital, con nuevas formas de relacionamiento que no deben perder la esencia de la dignidad humana. En tiempos en que nuestro país cumple 200 años, reflexionemos sobre nuestras libertades y sobre lo que viene, sobre nuestras decisiones y su repercusión a corto, mediano y largo plazo. Ejerzamos todos esa libertad que, indiscutiblemente, está asociada a la democracia. Cierro esta columna con otra frase del himno boliviano: “Ya cesó su servil condición”.

Cecilia Vargas es cirujana y docente universitaria.



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