El pasado viernes 4 de julio, en su residencia en la ciudad de Madrid, falleció José Antonio García Belaúnde, Joselo para quienes cultivamos una dilatada amistad. El excanciller peruano del segundo gobierno de Alan García vivía en la capital española desde hace varios años. Después de su destacado paso por Torre Tagle, fue designado coagente en la demanda que Perú tenía instalada contra Chile, en La Haya. Finalizado ese litigio, José Antonio García fue nombrado embajador de Perú en España. Luego de cumplir esa misión (entre 2016 y 2018), la CAF, banco de desarrollo latinoamericano, lo designó su representante en Madrid, cargo que desempeñó hasta el año 2021.
Durante su carrera, García Belaúnde ocupó también el cargo de director secretario de la Junta del Acuerdo de Cartagena, desde 1990 hasta 1997. Luego fue director general de la Comunidad Andina. Su hoja de vida como diplomático ha merecido que el diario El Comercio de Lima haya dedicado su editorial del pasado 5 de este mes, señalando que “Joselo, como lo llamábamos todos, fue uno de aquellos peruanos que contribuyeron a darle al servicio diplomático peruano el prestigio y el reconocimiento que hoy tiene en el ámbito mundial, una tradición que incluye, entre otros, a nombres como Javier Pérez de Cuellar, Raúl Porras Barrenechea y José Luis Bustamante y Rivero”.
El editorial de El Comercio destaca su paso como canciller: “desde allí desempeñó un papel fundamental para integrar comercialmente a nuestro país con las economías más grandes del mundo, y para acabar con un asunto, que durante dos siglos había generado problemas con nuestros vecinos: la delimitación de fronteras.
García Belaúnde no solamente inició la demanda peruana ante La Haya para resolver el diferendo marítimo con Chile, sino que fue uno de los agentes que representaron al país en aquel exitoso proceso, cuyo ejemplo cobra hoy más vigencia que nunca en momentos en los que el mundo parece haber renunciado a la diplomacia para arreglar sus disputas territoriales a través de las balas y las bombas”, remarca el editorialista.
Conocí personalmente a Joselo García el año 2006, cuando el ejercía como canciller. En una visita oficial que realicé a la ciudad de Lima, como ministro de Defensa de Bolivia, me tocó entrevistarme con mi homólogo Allan Wagner Tizón, quien, al igual que Joselo, era diplomático de carrera y excanciller. Ambos habían desarrollado una exitosa carrera diplomática y cuando Alan García asumió el gobierno, el 28 de julio de 2006, designó como canciller a José A. García Belaúnde, y como Ministro de Defensa a Allan Wagner. Desde entonces desarrollé una amistad fructífera con ambos.
La amistad entre Joselo García y Allan Wagner se había fortalecido durante el paso de ambos en la Secretaría General de la Comunidad Andina. Joselo García estuvo más de 15 años vinculado a este organismo de integración. Wagner desempeñó también funciones en dicha institución y el año 2004 fue elegido secretario general de la CAN. Cargo que desempeñó hasta el año 2006, cuando renunció para asumir el Ministerio de Defensa de Perú, como ya he comentado.
Cuando me tocó asumir el puesto de secretario general de la CAN –el año 2016– tuve la suerte de conversar largamente con mis dos grandes amigos y recibir sus consejos. Lamentablemente, la partida de Joselo deja hoy un gran vacío.
En abril del año pasado me encontré con Joselo en la ciudad de Lima. Disfrutamos un almuerzo en el conocido restaurante La rosa náutica, que se encuentra enclavado a la orilla del mar que baña esa parte de Miraflores, el emblemático barrio limeño.
En esa oportunidad, Joselo me obsequió un ejemplar de su libro El largo camino a La Haya, que presentaría días después en la Universidad San Martín de Porres, entidad académica que editó el texto y publicó. Agradecí el gesto de mi amigo. En su obra describe cómo fue el camino que llevó a Perú y Chile hasta La Haya y cómo planteó al Perú la argumentación jurídica. Asimismo, incluye un capítulo en el que analiza el fallo de la Corte Internacional de Justicia.
“Perú encontraba que existía una controversia jurídica respecto a la delimitación marítima que enturbiaba sus relaciones con Chile, llegando incluso a generar tensiones que exacerbaban políticos chauvinistas en cada país”, afirma en la parte final del libro, a manera de conclusión.
Luego de explicar el fallo de la CIJ afirma también que “a pesar del razonamiento discutible de la Corte (…) debe decirse que el Perú obtuvo, de parte de ésta, el reconocimiento de sus derechos soberanos exclusivos sobre un área (marítima) con una extensión mayor a los 50.000 km2 , pues no sólo estableció la Corte una línea equidistante después de la milla 80, sino que al hacerlo hizo innecesario que se pronunciara sobre el segundo pedido peruano, pues caía dentro de la proyección reconocida de las 200 millas.
Para Perú, lo obtenido fue el equivalente al 75% de lo que había demandado. Con esta decisión, que los peruanos consideraron un triunfo y los chilenos la sintieron como derrota, se cancela todo vestigio de divergencia en materia de fronteras”, remata el autor, que, gracias a su notable desempeño como Canciller, primero, y como coagente, después ha sido reconocido por diversas instituciones en su país.
Ciertamente, el complejo tema de la demanda internacional que Perú planteo contra Chile culminó definiendo el límite marítimo en la frontera sur del Perú muy cerca de la ciudad de Arica. El gobierno de Alan García había designado a Allan Wagner como Agente acreditado ante la Corte Internacional de Justicia y más adelante, cuando Joselo García Belaúnde dejó el cargo de canciller (que cumplió en todo el período de gobierno de 2006 al 2011) fue designado por el gobierno entrante presidido por Ollanta Humala como coagente ante la Corte. Los amigos se volvían a encontrar en una tarea diplomática y jurídica que a la postre fue exitosa para los intereses del Perú. La dupla García Belaúnde- Wagner Tizón resultó virtuosa.
Sin embargo, debe reconocerse el tacto y tino diplomático de Joselo García Belaunde, ya que junto a sus homólogos chilenos trazaron la tesis de las “cuerdas separadas”, en sentido que las relaciones diplomáticas y comerciales entre Perú y Chile debían continuar por cuerda separada y que el litigio en La Haya habría de “encapsularse,” de manera tal que, al emitirse el fallo, los países litigantes lo respetarían, sin interferir en sus relaciones diarias, que por cierto eran y son muy fuertes. Y así sucedió cuando la CIJ emitió el fallo. Santiago y Lima acataron la decisión de ese tribunal internacional y mantienen hasta hoy excelentes relaciones bilaterales.
Consideré necesario reflejar algo de la larga trayectoria de José Antonio García Belaúnde, pocos días después de su partida. Guardo el libro que me obsequió en mi biblioteca, así como las fotografías que serán un testimonio de la amistad que tuve el privilegio de entablar con una persona cálida, fraterna y de gran sabiduría. Que el consuelo cristiano alcance a su distinguida familia.
Walker San Miguel R. es abogado.