Acaba de publicarse La Vitalicia, cuyo autor es mi amigo Valentín Abecia López, quien tuvo la deferencia de pedirme un comentario de su reciente obra en la Feria del Libro (FIL La Paz). La obra corresponde al género de ensayo histórico, consta de siete capítulos y su lectura nos lleva a los años 1824-1825-1826, claves en el nacimiento de nuestra república.
El título del libro tiene directa relación con la redacción de la primera Constitución Política de Bolivia, cuyo autor es nada menos que el Libertador Simón Bolívar y, a lo largo de sus páginas, el lector recorrerá una serie de acontecimientos históricos sin los cuales no sería posible comprender el surgimiento de un nuevo Estado enclavado en el corazón de Sudamérica.
Valentín Abecia relata en su libro que, una vez que Simón Bolívar recibió cartas de Antonio José de Sucre y del presidente de la Asamblea Deliberante, José Mariano Serrano, en las que le comunicaban que la Asamblea pedía que fuera Bolívar quien redactase la Constitución para la naciente República, el Libertador asumió el desafío con inmenso entusiasmo, pensando que ya había demostrado sus dotes de líder militar y que tenía la oportunidad de demostrar también sus dotes de estadista. La obra describe con lujo de detalles el tratamiento que mereció el proyecto de Constitución que Bolívar remitió a la Asamblea Constituyente, en mayo de 1826 y que fue promulgada, en sus 152 artículos, por el Mariscal Sucre el jueves 19 de noviembre de ese mismo año.
La primera carta constitucional boliviana fue llamada “Constitución Bolivariana”, por el nombre de su ilustre redactor, pero también se la conoce con el nombre de “Constitución Vitalicia”, ya que prevé en su artículo 77 que “el ejercicio del Poder Ejecutivo reside en un Presidente vitalicio” es decir que el Jefe del Estado debería ser elegido para cumplir dicha función, de por vida.
Este y otros artículos de la Constitución de 1826 fueron objeto de críticas y alabanzas por parte de quienes profesaban ideas políticas opuestas en ese tiempo. Por supuesto, los juristas que se han ocupado del estudio de las constituciones bolivianas analizaron con especial cuidado a la primera Constitución, la Bolivariana o Vitalicia, como se prefiera.
Es digno de mucho mérito el trabajo intelectual realizado por Valentín Abecia. En el capítulo siete del libro el autor compara los textos constitucionales de las primeras constituciones de Perú y Bolivia, que son contemporáneas. Abecia encuentra que en inicio la Constitución de Bolivia y la Constitución del Perú mantienen perfecta similitud en sus títulos y artículos hasta el artículo 72, a partir del cual son notorias las diferencias, atribuibles a que en la Constitución del Perú el Libertador intervino personalmente y, en los hechos, la impuso; mientras que en la de Bolivia, el proyecto de Bolívar fue sometido a discusión en la Asamblea Constituyente, en cuyo seno se realizaron varios cambios, siendo quizás uno de los más relevantes el que los asambleístas de Bolivia incorporaron a la religión católica como religión oficial de la República, aunque en el texto proyectado por Bolívar el Libertador se decantaba por no reconocer religión alguna como oficial, dada su formación liberal, laica y anticlerical.
Sin embargo, La Vitalicia de Abecia López no sólo se ocupa del articulado normativo de la primera Constitución de Bolivia sino del caudal de antecedentes históricos que se describen en la obra y preceden a su redacción. Esta es la riqueza de esta obra, en la que el autor desarrolla, analiza y expone datos de trascendental importancia correspondientes al marco histórico que comprende el quinquenio de 1820 a 1825. Las campañas militares de San Martín, Bolívar y Sucre son descritas con maestría, relatándose el proceso de independencia del Perú, proclamada el sábado 28 de julio de 1821, incluyendo una descripción de la Constitución del Perú de 1823 que estableció el sistema republicano de gobierno.
Resulta igualmente interesante leer la narración sobre la llegada de Bolívar a la ciudad de Lima, en junio de 1823, previa autorización del Congreso de Colombia, así como las importantes negociaciones diplomáticas con Chile, con las Provincias Unidas del Río de La Plata e inclusive con España.
También describe la reorganización del Ejército de Bolívar ese mismo año, que contó con la colaboración de Andrés de Santa Cruz, Agustín Gamarra y Antonio Gutiérrez, hasta llegar a un número de 12.000 efectivos, que luego se enfrentarían al ejército realista en la célebre Batalla de Junín, del 6 de agosto de 1824 (liderada por Simón Bolívar), fecha en la que la victoria del Ejército Unido fue contundente sobre las fuerzas del Ejército Español al mando de José de Canterac.
Abecia menciona otra célebre batalla, la de Ayacucho, del 9 de diciembre de 1824, en la que Antonio José de Sucre comandó al Ejército Unido, estando ausente Bolívar, y que terminó con el virrey La Serna herido y hecho prisionero y con la capitulación negociada entre Sucre y Canterac. Gracias a su victoria en Ayacucho Sucre obtuvo el grado de Mariscal.
Luego de los episodios bélicos que dieron la victoria a las fuerzas independentistas, se detalla en la obra el rol protagónico del Mariscal Sucre en la independencia del Alto Perú (hoy Bolivia), particularmente en la etapa en la que se discutía si el Alto Perú debía pertenecer a Lima, Buenos Aires o ser independiente.
Valentín Abecia describe con notable precisión el Decreto de 9 de febrero de 1825, redactado por Sucre en la ciudad de Puno (el 2 de febrero). En su libro aparece –como no podía ser de otra manera– el personaje Casimiro Olañeta, influyente abogado de Chuquisaca (que había dejado las filas realistas, a pesar de su relación de sobrino con Pedro Antonio de Olañeta, el general realista) y co–autor del decreto que convocó a la Asamblea Deliberante que, a la postre, decidiría el destino de las provincias altas.
Ese decreto no es otro que el emitido por Sucre en la ciudad de La Paz el 9 de febrero de 1825. La Asamblea General Deliberante debía reunirse en el mes de abril en la ciudad de Oruro, pero instaló sus deliberaciones en La Plata o Charcas el 10 de julio de 1825.
En La Vitalicia se narra la cronología del periplo del libertador Bolívar, en especial el itinerario desde Arequipa, de donde partió el 10 de junio de 1825, llegó a Cusco el 25 de junio, de ahí fue a Puno, adonde llegó el 5 de agosto, y de ahí hacia Zepita, donde se encontró con el Mariscal Sucre y junto con él pasó por el Desaguadero el 16 de agosto hacia el Alto Perú, llegando a Huaqui, Tiawanacu, Laja, El Alto y, finalmente, a la ciudad de La Paz el 18 de agosto.
Entretanto, el 6 de agosto la Asamblea Deliberante declaraba la Independencia del Alto Perú en solemne reunión producida en la Sala Mayor o Aula Magna de la Universidad San Francisco Xavier (que con anterioridad era la capilla doméstica de los jesuitas y que, a la fecha se llama Salón de la Independencia). y el día 11 de ese mismo mes nombraba a la nueva república con el apellido del Libertador.
Valentín Abecia continúa relatando las visitas de Simón Bolívar a Oruro –el 25 de agosto de 1825– y en especial a Potosí, donde, junto a su ejército, ascendió a la cima del Cerro Rico el martes 26 de octubre de 1825, simbolizando el hecho de haber alcanzado la independencia y libertad de la América española, como lo había jurado en el Monte Sacro de Roma 20 años atrás. De Potosí partió Bolívar hacia la ciudad de La Plata, a la que arribó el 3 de octubre de 1825, siendo recibido apoteósicamente y homenajeado por la Asamblea Deliberante que lo nombró Presidente del naciente Estado.
Complementa el autor del libro relevantes datos biográficos de Simón Bolívar, tales como su formación académica y filosófica orientada hacia la corriente liberal en base al estudio de grandes pensadores franceses, destacando que Bolívar suscribió el Manifiesto de Cartagena de 15 de diciembre de 1812, en cuyo documento se identifica a la Iglesia Católica como institución enemiga de la independencia y la Carta de Jamaica de 6 de septiembre de 1815 que propugna la abolición de la esclavitud.
También se encuentran relatados novedosos datos históricos de orden político sobre actividades públicas y también reservadas de los delegados de la Asamblea Deliberante, particularmente en lo referido a la solicitud dirigida a Bolívar para que redacte la Constitución de la república que llevaba su nombre.
Una muy nutrida bibliografía especializada –y citada de forma muy pertinente en diferentes párrafos de la obra– patentiza que el autor ha realizado una investigación exhaustiva, un análisis histórico profundo, un esfuerzo intelectual revisionista y una elaboración conceptual elevada, digna de ser reconocida, apreciada y valorada.
Se trata de un valioso aporte que enriquecerá con creces las memorias de la Historia de Bolivia y no podía ser más oportuna su publicación a pocos días de celebrarse el Bicentenario de la creación de nuestra república.
P.S.- Deseo agradecer a mi colega y amigo Alejandro Antezana S. por su valiosa cooperación en la reseña del libro La Vitalicia de Valentín Abecia López.
Walker San Miguel fue ministro de Estado.