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07/06/2024
Oveja Negra

Evo Morales: Yo el Supremo (en decadencia)

Eduardo Leaño
Eduardo Leaño

Yo el Supremo es una novela trascendental de la literatura latinoamericana, escrita por el paraguayo Augusto Roa Bastos, publicada en 1974. La obra retrata la figura histórica de José Gaspar Rodríguez de Francia, el dictador que gobernó Paraguay desde 1814 hasta su muerte en 1840. La novela está constituida por monólogos, diálogos, documentos oficiales, cartas y fragmentos de un cuaderno de apuntes atribuido al dictador. A través de dichos textos, Roa Bastos presenta a Rodríguez de Francia como un tirano despiadado. Tomando como referencia esta novela, la presente columna intenta reflejar algunos rasgos autoritarios del ex presidente Evo Morales durante su mandato. Para tal efecto, destacaremos los componentes fundamentales en la construcción del tirano ideal: presentarse como el salvador, elegir un chivo expiatorio y ser un hombre del pueblo.

El divino salvador. Es importante considerar que el tirano, en términos ideales, tiene una confianza megalómana en sus capacidades para gobernar, se consideran libertadores y con frecuencia están convencidos de que ellos pueden salvar al mundo. En las elecciones de 2005, Morales se presentó como el salvador del país, capaz de rescatar a Bolivia de la corrupción, la pobreza y la dominación extranjera; y, como el gran defensor de los indígenas, campesinos y sectores marginados. Hoy, después de 14 años de mandato y fuera del gobierno, el líder del Movimiento Al Socialismo (MAS), intenta presentarse nuevamente como el gran salvador. En una conferencia de prensa, dijo: “Al ver la última concentración en El Torno, yo quedé sorprendido y dije ‘bueno, acepto la candidatura para salvar (a) Bolivia. Otra vez hay que salvar a Bolivia’” (Opinión, 23 septiembre, 2023).

La creencia sobrenatural de considerarse el salvador se funda en el reconocimiento de ser un enviado de Dios. Así lo admitió el exgobernador de Chuquisaca, Esteban Urquizo, cuando dijo: “Evo Morales nos guía, nos orienta, es un enviado de Dios” (Los Tiempos, 31 marzo, 2019). Similar idea expresó el ex alcalde del municipio de Tacopaya (Tarija) en un evento público: “Yo le agradezco (Presidente), es una bendición de Dios, a ti te ha mandado Dios para salvar Bolivia” (El País, 14 abril, 2019). Esta cuestionada idea lo manifestó igualmente el líder del grupo folklórico Kjarkas, Gonzalo Hermosa: “Dios nos regaló y nos mandó un dirigente, nos mandó un presidente y él se llama Evo Morales Ayma” (Los Tiempos, 21 agosto, 2018).

En la actualidad, el intento de presentarse nuevamente como el “gran salvador y enviado de Dios”, parece escasamente creíble para la mayoría de la población. Un estudio reciente de Ipsos CiesMori, revela que el 77% de personas encuestadas rechazan la intención del expresidente Evo Morales de repostularse a las elecciones de 2025 (Correo del Sur, 28 abril, 2024). Este dato muestra la enorme cantidad de personas que rechazan al “caudillo bárbaro” y confirma el ocaso del Supremo.

Los chivos expiatorios. Los tiranos a menudo recurren al uso de chivos expiatorios como como mecanismo para acceder al poder y controlar a la ciudadanía. Estos chivos expiatorios, entre otros, son individuos, grupos étnicos, políticos, opositores, y, son señalados como responsables de los problemas que afectan a la sociedad.

Algunos chivos expiatorios en el Gobierno de Morales resultaron ser: 1) los opositores políticos, a quienes se los responsabilizaba de los problemas del país y se los acusaba de intentos de desestabilización; 2) los medios de comunicación críticos, periodistas y medios de comunicación independientes fueron a menudo blanco de acusaciones de difundir “noticias falsas” o desestabilizar al gobierno; 3) grupos empresariales, el gobierno de Morales chocó con grupos empresariales, básicamente, en torno a disputas sobre políticas económicas y fueron acusados de actuar en contra de los intereses del pueblo boliviano; 4) países extranjeros y organismos internacionales, la retórica antiimperialista fue una característica del ex presidente Morales, con frecuencia criticó la intervención extranjera en los asuntos internos de Bolivia y los acusó de apoyar a la oposición política.

Las ocasiones en las que Evo Morales utilizó chivos expiatorios fue para desviar la atención del público de los problemas reales que enfrentaba el país y distraer a la población de sus propias responsabilidades y deficiencias. En otras circunstancias se utilizaron para justificar la implementación de medidas autoritarias. En la actualidad, Morales sigue apelando a estos chivos expiatorios, aunque, afortunadamente, sin ningún éxito.

El hombre del pueblo. Durante el gobierno de Morales se vendió la idea de que Morales es un hombre del pueblo, líder de los humildes y el primer presidente indígena. El propósito de esta estrategia fue mostrar una imagen de estrecho vínculo con los sectores populares a fin de ganar legitimidad y crear la impresión de que entiende y representa los intereses del pueblo. Para tal fin, apeló a un discurso próximo al lenguaje de las masas, en el que se incluyeron promesas grandilocuentes de cambio profundo y mejoras en la calidad de vida del pueblo y, al mismo tiempo, se fomentó el culto a la personalidad del caudillo orientado a promover una imagen mesiánica donde el único capaz de resolver los problemas del país era el Supremo. Hoy, excepto sus más allegados (que son pocos), siguen divulgando esta creencia fantasiosa.

Desde el primer Grito Libertario, el 25 de mayo de 1809 y, más precisamente, desde que logramos nuestra independencia en 1825, como un péndulo, nuestro país ha oscilado entre gobiernos francamente dictatoriales y gobiernos solapadamente democráticos que, aunque accedieron al gobierno mediante la legitimidad electoral, en la legitimidad de ejercicio se distinguieron por una conducta autoritaria. Este último tipo de Gobierno ha distinguido a Evo Morales, esto ha sucedido por falta de demócratas. Afortunadamente, por deméritos de Morales, estamos asistiendo al ocaso del Supremo, hace falta que los ciudadanos libertarios contribuyamos en la construcción y consolidación de una democracia plena.

Eduardo Leaño es sociólogo.




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